Entrevista de trabajo/Un ladrón en la ventana

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Me levanté antes de que la alarma sonara

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Me levanté antes de que la alarma sonara. Un tanto adormilada, la apagué. Desbloqueé mi celular para poner música mientras me bañaba. Escuchaba canciones en varios tipos de idiomas, pero los únicos que entendía eran en inglés, italiano y español.

Mi mamá es italiana y mi padre estadounidense, de ellos aprendí esos dos idiomas. Bueno, de mi papá aprendí dos: inglés y español, ya que mis abuelos son latinos.

Me estiré y tallé mis ojos hinchados. El ambiente se sentía raro desde hace dos días que me peleé con Charlie, me dolía el hecho que prefería su noviazgo antes que su amistad. Me negaba a llorar por eso de nuevo, así que subí el volumen de la canción y me metí al agua -que aún seguía fría- para relajarme un poco.

Al salir y cambiarme de la manera más elegante posible, cepillé mi cabello delante del espejo. Practiqué la sonrisa delante de él, más no me salía. Hice una mueca, sentía un inexplicable nudo en la garganta. Maldita sea Charlie, sal de mi cabeza. Rodeé los ojos y luego limpié las lágrimas que se habían salido.

Una vez lista, tomé mi bolso para dirigirme hacia la salida. Chequé mis pies y sí, sí tenía zapatos. Decidida cerré la puerta con llave. Le hice la parada a un taxi que por suerte pasaba por enfrente de mi casa.

Cuando llegué, traté de acomodar mi ropa, ya que las personas que salían estaban muy bien vestidas.

Entre por las grandes puertas ganado alguna que otra mirada de los trabajadores que pasaban por el lugar. Me acerqué hasta la muchacha de recepción con una gran sonrisa—Hola, estoy buscando al señor Antonio Rivera, para una entrevista de trabajo —la recepcionista desvío su vista del computador para encontrarse con la mía, su cara era de pocos amigos.

—¿De parte de quién? —tomó el teléfono entre sus manos. Los nervios recorrieron todo mi cuerpo, limpié el sudor de mis manos en mi pantalón.

—Natalie, Natalie Arcuri —me aferré a los papeles que había sacado antes de entrar.

La chica, se incorporó en su asiento de nuevo y colgó el teléfono. Su mirada estaba de nuevo en mí, me dio la sonrisa más falsa del mundo—El señor la espera, puede subir. Última planta —asentí agradeciéndole, me di media vuelta para encaminarme al ascensor. Ahora mismo me sentía demasiado nerviosa, imagina que el jefe sea guapísimo y que tenga fetiches raros, imagina que se enamora de mí. Sonreí intentando no reír, estaba alucinado de más. La persona que iba conmigo en el ascensor, me miró extrañado, se alejó un poco, por suerte se bajó antes que yo y me fui sola las plantas que faltaban.

Le sonreí a la recepcionista en cuanto salí del ascensor, al parecer me estaba esperando porque me indicó que entrara. Sentía ansias de saber si había un jefe guapo detrás de la puerta que estaba por atravesar. Mi yo interna se ríe de la adolescente hormonal que parezco ahora, a mis veintisiete años de edad.

Abrí la puerta—Buenos días señor Rivera —era lo contrario a como me lo imaginaba, un señor muy bien vestido, su cabello perfectamente bien peinado hacia un lado, con unos notorios cabellos plateados. Su sonrisa hacía que se le notara un poco más las grietas en su piel.

Por estar distraída, nerviosa y querer dar una buena impresión, choqué con un jarrón que estaba colocado en una esquina haciendo que cayera y yo junto con él. Los trozos de vidrio que se habían esparcido por el piso se encajaron en mi mano. Sólo espero que ese jarrón no sea costoso.

—¿Estás bien? —el señor se levantó lo más rápido posible para ayudar a levantarme. El rió al ver mi cara de preocupación— No te preocupes por ese jarrón, me hiciste un gran favor, lo odiaba —me senté en la silla escondiendo mi mano dañada. Que vergüenza, ¿por qué siempre me pasa esto a mí?

...

Suspiré cuando ya me encontraba en mi casa, quité mis zapatos y los aventé, toqué el suelo frío con mis pies descalzos, me encaminé a la cocina para lavar mi mano y retirar los trozos de vidrio. Abrí el grifo del agua dejando caer el líquido en mis heridas.

Desvié mi vista a la casa de al lado, ahí vivía Charlie y justamente su ventana de la cocina quedaba frente a la mía. Él estaba ahí también. Me sonrió cuando me miró, como si no me hubiera hecho nada, como si nada hubiera pasado. Estaba estética, no sabía que hacer, me negaba a siquiera saludarlo. Al regresar en mí, desvié la mirada. Cerré el grifo para quitar los vidrios—¡Ouch! —el último me dolió muchísimo.

...

Mi teléfono sonó interrumpiendo mi llanto, sí, había llorado por Charlie de nuevo. Lo tomé para contestar—Diga —sorbí mi nariz. Sentía mis ojos hinchados. No me juzguen, soy una persona muy sensible y sentimental, estoy llorando por lo mal que me hizo sentir.

—Natalie —fruncí mi entrecejo—, soy David, ¿cómo estás? —sonreí, me había llamado en el momento más oportuno posible.

—Hola, muy bien ¿y tú? —me dejé caer en mi colchón. Estuvimos hablando como por una hora, hasta que algo nos interrumpió, más bien, un ruido proveniente de mi ventana. Volteé inmediatamente a esta, mi corazón dio un vuelco al ver una silueta intentando entrar por ahí—. ¡Hay alguien tratando de meterse! ¡Dios mío! —grité histérica hacia David. Me levanté de pronto, tomé mi plancha del pelo como si eso fuese a ayudarme contra el tipo que se estaba metiendo— ¡¿Qué hago, le pego con algo?! —ni siquiera dejaba que David hablara.

—Dame tu dirección, llamaré a la policía, pero no me cuelgues —asentí y entonces recordé que hablábamos por teléfono.

—Mi casa está en la calle Berabera Pasealekua el número es doscientos tres —estaba desesperada, se veía que estaba a punto de meterse por ahí así que, le aventé el artefacto para el cabello e hizo que el tipo cayera. Mi cuarto estaba en el segundo piso, por lo que no fue una caída agradable. Miré por la esta, ahí estaba el tipo en el suelo, con unos chicos que lo rodeaban—¡Charlie! —grité cuando por fin pude ver su rostro—. David, no llames a la policía, te llamo después —colgué sin esperar su respuesta. Preocupada salí de la casa, tenía que rodear todo y yo estaba más que angustiada. Al llegar Charlie ya estaba de pie, habían unos chicos detrás de él con instrumentos e incluso había una batería en una plataforma con ruedas—. ¿Qué diablos? —estaba parado como si no se hubiera caído de una altura de casi cuatro metros.

—Natalie, lo siento —Charlie se acercó a mí. Los demás comenzaron a tocar, la tonada se me hacía muy conocida—. I, I love you like love song, baby —mi mejor amigo se decidió a cantar una canción de Selena Gomez. Espera, en qué momento Charlie aprendió a cantar tan bien—. I, I love you like love song, baby —era muy lindo de su parte querer arreglar las cosas así, pero estaba haciendo muchísimo ruido y la gente ya estaba dormida.

—Charlie...

—I, I love you like love song, baby —-arrugué mi nariz aguantando una sonrisa.

—Charlie...

—And I keep it... —lo abracé e hice que se detuviera junto con la música de fondo. Había extrañado el aroma que desprendía. Me tomó de los hombros para separarse de mí y mirarme—. Natalie, te quiero, fui un idiota al decirte eso. Te necesito, te necesito mucho. Eres la amistad más sincera que he tenido. ¿Podrías perdonarme? —hice una mueca evitando sonreír, Charlie era un cursi de primera.

—Te quiero Charlie —me estrechó entre sus brazos dándome un abrazo cálido. Desde que lo conocí, sé lo que es el verdadero valor de la amistad. Sé que en algunas ocasiones peleamos y tenemos nuestros malos momentos, pero aún así intentamos solucionarlo, porque aprendí que no hay Natalie sin Charlie y no hay Charlie sin Natalie.

—Vamos chicos, a la cuenta de tres —los tres chicos que estaban tocando, se alistaron frente a la batería. En la plataforma con ruedas había una cuerda, así que todos la tomaron—. Una, dos... tres —movieron con fuerza el "carro". Charlie y yo reímos. Observamos cómo lo llevaban cuadra por cuadra, hasta que se alejaron. 

Un amor cliché  [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora