Maratón 1/3
Ambos chicos se me quedaron mirando con una extraña sonrisa en sus caras. Sabía lo que les estaba pasando por la cabeza, había hablado y eso les hacía... ¿Felices? No lo sabía, pero ya estaba cansada de no poder decir algo, estaba cansada de esconderme y de dejar que todo el mundo me utilizara de una forma tan ruin y cruel. Aquella Sophie que se mantenía en silencio, por miedo a lo que le pudieran decir se había quedado atrás. Había que reconocer que el miedo lo seguía teniendo, y algo en mi interior me gritaba en ese momento que la había fastidiado y en cualquier momento Rubius y Mangel empezarían a reírse de mí; pero intenté no hacerle caso.
-No te imaginas la inmensa felicidad que me das al hablar.- Dijo Rubius con un brillo especial en sus ojos.
-Hagamoh una prueba.- Dijo Mangel inseguro de lo que estaba pasando.- ¿Qué te cuentah?
Por acto reflejo fui a encogerme de hombros, pero me lo pensé mejor. Tomé aire y cerré un momentos los ojos. Cuando los abrí me sentí preparada.
-Pues que estoy cansada y me estáis tocando las pelotas.- Dije medio riendo y llena de felicidad al poder volver a hablar. Un miedo superado.
-¡Pero si no tienes!- Soltó Rubén riendo conmigo.
-¿Quieres comprobarlo?- Pregunté alzando mis cejas sin poder parar de reír.
Se sentía bien expresar sentimientos, hacía mucho tiempo que no me reía con alguien y era una sensación indescriptible. Sentía un dolor de barriga extraño, seguramente de reír tanto y una felicidad momentánea me invadió por completo.
-Vaya Rubiuh.- Empezó diciendo Mangel.- Tenemoh aquí toda una pervertida.
-Ya veo, ya veo.- Respondió él.- Bueno, ¿podemos pasar a tu casa o nos vamos a quedar toda la tarde en la puerta?
-Oh dios, claro.- Dije dándome cuenta de la idiotez que estaba cometiendo.- Pasad.
Ellos entraron observando toda la casa y los conduje al salón. Les hice sentarse, y tras un poco de disputa, conseguí llevarles algo de bebida sin que se levantaran. Pero entonces algo, amortiguado debido a la risa, volvió a mi mente. Mi madre.
-¿Qué ocurre?- Preguntó Rubén tomando un sorbo de su CocaCola.
-Nada.- Mentí.- Es que me he acordado que tenía que hacer un trabajo para mañana.
-¡Te ayudamoh!- Gritó Mangel notariamente ilusionado.
-No, no hace falta de verdad.
-No mientas.- Dijo Rubius escaneándome con la mirada.- Sé que no es verdad lo del trabajo, ya sé cuando mientes.
-No estoy...- Fui a excusarme, pero su mirada me ponía nerviosa y me daba sensaciones que no podía explicar.- Tengo que limpiar la casa entera antes de que llegue mi madre o estaré metida en un lío.
Rubius suspiró y Mangel le miró esperando alguna reacción. Yo mantuve la mirada gacha, sin saber qué decir, ni qué hacer.
-Vamos a la policía, por favor.- Se limitó a decir, esta vez con una voz más calmada e impasible.
-No me hagas esto Rubius.- Supliqué.- No puedo demandar a mi madre.
-¿Por qué?
-Porque no, si ella se entera de que os lo he contado, y mucho peor, que se lo he contado a la policía; puede ser fácilmente mi fin.- Noté como a Mangel se le ponía el vello de punta y Rubén se removía en su sitio.- Por favor.
-Pero en cuanto la denuncies se la llevarán, no podrá tocarte.
-Pero las condenas por maltrato solo duran meses, luego volvería aquí.- Expliqué.- ¿Qué te crees que no he pensado veces en demandarla? Claro, pero antes he investigado, por si acaso, e hice bien.
-Rubiuh, déjala.- Me apoyó Mangel.- No puedeh hacer nada tío.
Rubius suspiró y agachó la mirada, dolido.
-Al menos déjanos ayudarte a limpiar. Cuanto antes termines, mejor.
-Vale, gracias.- Dije sonriendo sinceramente.
Nos pusimos manos a la obra, cada uno se estaba encargando de una habitación. En otras condiciones, yo habría estado gritando al tener a dos de mis ídolos en mi casa, pero esas sensaciones habían cambiado en cuanto les conocí. No son famosos en el sentido de inalcanzables, solo son personas normales con las que puedes reírte un rato, y eso era maravilloso.