Llegué a casa con una sonrisa tonta en mi rostro y, aprovechando que mi madre ya se había acostado, me fui a dormir sin más.
Estaba en un pasillo muy largo, no veía nada, solo niebla. Mis piernas temblaban, no sabía por qué, no hacía frío. Eché a caminar por el oscuro pasillo. Entonces, un grito. Un grito proveniente del final. Mis piernas corrían solas, hasta llegar a un extenso prado. Ya había estado ahí alguna que otra vez, solía ir de niña cuando viajábamos a Madrid. Pero no estaba igual, la hierba estaba muerta y las flores marchitadas, el cielo estaba negro y solo veía muerte por todos lados. Otro grito. Esta vez más cercano a mí. Seguí caminando y vi la sombra de un chico, Rubius. Mi madre estaba detrás suya y, sacando un cuchillo, hacía desaparecer a esa sombra.
-¡Sophie!
Una voz me llamaba a mis espaldas. Giré sin si quiera pensarlo, dejando atrás a mi madre y al cuerpo inerte de mi novio, para encontrarme a una mujer. La conocía pero no sabía de qué.
-Sophie hija, ¿estás bien? -Dijo ella abrazándome-. Ay mi niña, que susto me has dado. Soy tu madre, tienes que decirme siempre en dónde estás, ¿entiendes?
Abrí mis ojos de golpe, otra vez la pesadilla. Sin embargo, esta vez había dos hechos nuevos que no debía menospreciar. ¿Podía mi madre terminar haciendo daño a Rubén? ¿Podía ser esa mujer mi verdadera madre? Y si es así... ¿Con quién vivo?
-¡Sophie, levanta ya! -Gritó mi madre desde algún lugar de la casa-. ¡No me gusta que holgazanees!
Bufé y me levanté sacando los pensamientos del sueño de mi mente. De todas formas, no era más que eso, un sueño.
Salí de mi cuarto ya vestida, y me dirigí al salón donde me encontré con mi madre bastante bien arreglada; seguramente había quedado con Jake, su novio. No sabía cuando habían vuelto, pero tampoco me sorprendía.
-Al fin te levantas, idiota. ¿A qué hora llegaste anoche? -Preguntó ella lanzándome una mirada diabólica que muy bien me podría haber matado en el acto.
-N-no lo sé.
-No mientas.
-De verdad q-que no lo s-sé -Respondí, en parte, sinceramente.
-Odio que mientas, ya lo sabes -Dijo ella poniéndose en pie y ocultando algo tras de sí.
Comenzó a caminar lentamente hacía mí, mientras yo retrocedía intuitivamente. No fui capaz de huir. No fui capaz de luchar. No fui capaz de aguantar. En menos de lo que dura un pestañeo, mi madre había sacado un cinturón y había comenzado a azotarme con él. Podía sentir una y otra vez el cuero quemándome la piel a su paso.
-¡Estoy harta de que seas tan mala hija!
Soltó el cinturón y comenzó a pegarme patadas por todo el cuerpo, mientras yo me encontraba en posición fetal protegiéndome la cabeza. Mi cuerpo estaba ya todo dolorido, lo cual produjo que que cada fuerte golpe que mi madre me otorgaba, multiplicara su dolor en un número bastante elevado.
-Eres lo peor del universo -Dijo finalmente. Escupía las palabras pero tenía una sonrisa triunfante-. Voy a salir, estaré fuera todo el día. Más te vale que esté todo perfectamente limpiado para cuando llegue.
Dicho aquello, pude oír la puerta cerrarse fuertemente y no pude evitar el llanto. No pensaba creerme lo que aquella mujer me había dicho, pero el dolor físico no podía remediarse.
<<Rubén.>>
Me levanté, sin hacer caso a todo el dolor, y fui con paso lento a mi habitación donde se encontraría mi móvil y, en cierto modo, mi salvación. Caminé, notando punzadas de dolor por cada pequeño recobeco de mi cuerpo a cada paso que daba; pero no tenía más remedio que hacer caso omiso y seguir andando, ya que necesitaba contactar con Rubius.
"Rubén, ayúdame, por favor."
Esperé a que se conectara tirada en la cama y rezando porque lo hubiera oído.
"¿Qué ocurre? D:"
"Tú solo ven. Mi madre no está, hay una llave dentro de la mazeta con el jazmín."
"Vale, voy."
Mandado aquel mensaje, se desconectó y pude sobrentender que venía ya camino de casa. Dejé caer mi cabeza sobre la almohada y me permití soltar algunas lágrimas mientras Rubén llegaba.
<<Duele mucho, duele. No es justo, ¿por qué me tiene que pasar esto a mí? Sé que soy una mierda, pero en el fondo soy buena persona... ¿Tan bueno, misericordioso y justo eres, Señor, cómo dices ser? Porque yo no lo veo...>>
-¿¡Sophie!? ¿¡Sophie, dónde estás!? -Gritó exasperado Rubius desde la puerta.
-Aquí -Logré decir débilmente.
Segundos después, un Rubén con lágrimas en los ojos y una capa de sudor recubriéndole todo el cuerpo, entró en mi habitación haciéndome sonreír de aquella manera que solo él lograba.
-Oh Dios -Dijo él acercándose rápidamente a mí-. ¿¡Qué ha pasado!?
-Yo...
No había pensado en qué diría cuando él llegara.
-La mataré -Masculló apretando la mandíbula y los puños hasta el punto de tener los nudillos blancos por la presión.
-Rubén, Rubén cálmate -Supliqué con cierto temor-. No estás siendo tú, relájate y piensa en frío, por favor.
Él respiro reiterada y profundamente con los ojos cerrados y segundos después, los abrió de golpe para decir:
-Vas a denunciar, quieras o no.