Capítulo 36

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-Vas a denunciar quieras o no -Dijo él ayudándome a ponerme en pie-. Vas a hacerlo.

-¿Qué? ¡No! Ya hablamos de esto y te dejé claro que no pienso hacerlo.

-Sophie, tienes que entenderlo -Explicó guardándose el claro enfado que en su interior surgía-, ¡esto no puede seguir así, por el amor de Dios!

-¡Claro que puede! ¡Debe, seguir así! -Grité remarcando el "debe".

-Vale, dices que las condenas solo duran unos meses, ¿no? -Preguntó a lo que yo asentí en respuesta-. Pues denúnciala porque solo te quedan unos meses hasta poder salir de esta casa.

-No, no y no.

-¿¡Por qué!? -Preguntó explotando de su cabreo-. ¡Es que no puedo entenderlo! ¡No puedo entender como puedes no denunciarla!

-¡Porque no y punto! ¡Eres mi novio y deberías aceptar mis decisiones! -Grité sintiendo como la rabia me recorría todas y cada una de mis venas.

Con la poca fuerza que tenía después de la paliza, me senté en mi cama con las manos en la cabeza e intenté calmarme; algo que me resultó imposible por los gritos de Rubius.

-¡Es que no puedo verte así, joder! ¡No puedo! ¡Y no puedo entender esa estúpida posición tuya de no denunciar!

-¿¡Estúpida!? Tú no sabes nada, ¡nada! -Grité dejando escapar varias lágrimas mientras el se frotaba el pelo y posteriormente propinaba un puñetazo a la pared-. No la denuncio porque la quiero, ¿¡vale!? ¡Y soy incapaz de hacerle eso! ¡Por mucho daño que me haya hecho sigue siendo mi madre y ella tiene un lugar en mi corazón! Te guste o no.

-¿¡Estás loca!? ¿¡Cómo puedes querer a ese monstruo!?

Fui a responderle ante aquella acusación, pero el timbre me detuvo. Eché una mirada furtiva a Rubén y me dirigí a abrir mientras escuchaba un débil "mierda" por parte de mi novio, si aún se le podía llamar así... Me acerqué a la mirilla por la cual pude ver a Mangel y a Adriana dándose un pequeño beso en los labios y riendo felizmente, ajenos a la situación del interior.

Abrí la puerta con mi mejor sonrisa. Pero poco duró, ya que un Rubius realmente cabreado salió por la puerta de una manera muy brusca.

-Mangel, nos vamos -Masculló haciendo ademán de no gritar.

-Pero... -Comenzó a decir Mangel bastante aturdido por la situación.

-¡Ya!

-Adiós, bebé -Dijo Mangel uniendo su frente con la de Adriana.

-Adiós, honey -Respondió ella robándole un tierno beso-. ¿Lo intentamos?

-Lo intentamos -Respondió finalmente el catalán.

Ambos amigos se fueron rápidamente por la calle mientras Adriana me observaba pidiendo explicaciones.

-Pasa -Me limité a decir.

Adriana y yo entramos a mi casa y nos dirigimos a mi habitación. Una vez allí, me senté en la cama intentando aguantar las lágrimas, mientras ella se sentaba en mi silla.

-¿Qué ha ocurrido con Rubén?

-Hemos peleado, nada importante -Respondí jugueteando con un cojín.

-Ya claro -Dijo ella-, y yo soy la reina de España.

-Hm, un placer su majestad.

Ambas reímos un momento por mi estúpida broma y recé porque se le olvidara un poco el tema. ¿Qué debía decirle? ¿Que nos habíamos peleado porque yo no quería denunciar a mi madre? No pensaba contarle a ella también todo lo que me ocurría.

-No me lo vas a contar, ¿verdad? -Preguntó ella, a lo que yo respondí negando con la cabeza gacha-. Pues deberías saber que se han ido, se vuelven a Madrid.

-¿Qué?

-Eso. Mangel me lo ha dicho hace un par de horas.

-Pero...

Sentía mi corazón aumentar su velocidad y un gran nudo aparecer en la garganta. No quería que esa hubiese sido mi despedida con Rubén y tenía que solucionarlo como fuera. Sin embargo, ya no podía ir a la estación de tren, así que opté por la rápida opción de mandarle un Whatsapp.

"Ruben, lo siento, no pretendia que te enfadaras... Me he pasado de la raya y no queria que nuestro adios fuese asi... Perdoname..."

Su última conexión cambió rápidamente por un "En línea", sin embargo, no respondió.

-Tranquila, ya responderá cuando se le pase el enfado -Dijo Adriana frotándome la espalda.

-Eso espero... En fin, mientras tanto cuéntame, ¿qué tal con Mangel?

-Pues muy bien aunque ya le echo de menos -Comenzó a explicar mientras se tumbaba en mi cama colocando las piernas sobre mi regazo, como si de su casa se tratase. Aquello me hizo reír levemente-. Hemos pasado una tarde maravillosa y hemos quedado en que vamos a seguir juntos hasta que acabe el curso y entonces me iré a vivir a Madrid.

-¿Y voy a ser ya tita?

-¡No! -Gritó carcajeándose-. No, por Dios. Aún no lo hemos hecho.

-Ya, ya... -Respondí levantando y bajando las cejas.

Varias horas después, Adriana tuvo que irse dejándome de la peor de las formas, sola.

<<Idiota, ahora se ha ido y lo habrás perdido para siempre.>>

Sentí un pinchazo en el pecho seguido de un pequeño gran vacío en mi interior. Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos nublándome la vista y me dejé caer, sin fuerzas, al suelo.

<<Se ha ido y es todo por mi culpa.>>

<<No va a volver. Ni él ni sus abrazos, sus labios, sus caricias, sus sonrisas... Nada.>>

Me faltaba el aire al respirar, me faltaba ese alguien al que abrazar, me faltaba Rubén.

<<Es todo mi culpa. Mamá lleva razón, soy una mierda.>>

<<Mi culpa.>>

<<Mi culpa.>>

<<Mi culpa.>>

Me empezaba a doler la cabeza y sentía mis ojos arder de tanto llorar, pero sentía esa necesidad así que no pretendía parar. Me dolía demasiado el pecho como para no hacer otra cosa que no fuese abrazar mis piernas. Sentía la necesidad de probar sus labios aunque fuese una última vez, de decirle cuanto le quería y cuanto lo sentía; pero eso iba a ser imposible.

<<Mi culpa.>>

Sentía ahogarme dentro de mí misma, como si nadie pudiese verme o ayudarme.

<<Mi culpa.>>

Recordé aquel primer beso que nos dimos, y en vez de la habitual corriente eléctrica, sentí un dolor agudo recorrerme cada pequeñísimo centímetro de mi cuerpo.

Le necesitaba, necesitaba tenerle a mi lado.

Siempre me había dicho: "No dejes que alguien sea tu todo." Pero no había podido evitar que eso pasara porque estaba enamorada de Rubén y él era mi todo sin yo saberlo. Mi felicidad dependía de él. Mi forma de verme dependía de él. Mi vida dependía de él... Y ahora él no estaba.

<<Mi culpa.>>

Quise acercarme a la pequeña cajita donde guardaba mi preciada cuchilla, mas me había prometido no volver a hacerlo y eso intentaría. Sin embargo, no pude evitar cogerla y tenerla entre mis manos como si de una aliada se tratase.

<<Mi culpa.>>

Cerré los ojos y respiré profundamente en medio del llanto. Guardé la cuchilla en su lugar.

<<Mi culpa.>>

Jugando con fuego | Rubius #Book1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora