Capítulo 38

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-Mierda, mierda, mierda -Me permití susurrar para mis adentros.

¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué debía hacer?

-¡Levanta! -Le dijo mi madre a Rubén, el cual abrió lentamente los ojos, como con miedo-. Nos vamos.

<<No puedo enfrentarme a ella, es... Ella; simplemente no puedo. De todas formas, nunca ganaría. Pero se van, así que tampoco puedo quedarme aquí como la idiota que soy.>>

Vi como Rubén se ponía en pie haciendo muecas de dolor y mi madre le empujaba hacia el exterior. Pensé en millones de planes diferentes, pero ninguno me parecía lo suficientemente bueno hasta que topé con una "solución" y corrí a ponerla en práctica.

<<Sophie, hoy vas a dejar de ser inútil.>>

Salí de mi pequeño escondite y seguí a la pareja hasta el jardín. Una vez allí, observé detrás de unos matorrales como mi madre metía a Rubén en el maletero. He de suponer, que en otras condiciones, él habría opuesto mucha resistencia; pero casi ni moverse podía.

Intenté acercarme al vehículo, con la mala suerte, de pisar una pequeña piña, la cual crujió y salió disparada cerca de mi madre. Me maldije interiormente entrando en pleno ataque de pánico, mientras mi madre se acercaba a mi lugar. Mi respiración empezó a aumentar de velocidad junto con las pulsaciones de mi corazón y, de nuevo, sentí mis manos temblar. Hacía tiempo que no me sentía así, pero esta vez sí estaba en peligro. Me coloqué la mano en la boca, como había visto en las películas y cerré los ojos presa del miedo, aquel era mi fin.

-¡Vecina! -Gritó entonces alguien desde el edificio de al lado-. ¡Hola!

-¿Le conozco? -Preguntó mi madre alejándose de mi matorral.

-No, acabo de llegar nueva a la ciudad. Permíteme que me presente -Explicó ella acercándose rápidamente a mi progenitora.

-Lo primero, es que me hable de usted, ¿entendido? No soy su amiga.

-Aún...

Aproveché la distracción para escabullirme por el jardín hasta llegar al coche. Sorprendida de que no hubiera sido vista, pensé en meterme dentro, tal y como tenía pensado, pero cometí el error de intentar abrir el maletero aprovechando el tiempo que me sobraba.

Me acerqué a la parte trasera e intenté abrirlo, pero estaba cerrado. Busqué la llave por los alrededores, sin pensar, que lo más lógico era que lo tuviera mi madre.

-Bueno, pues ya hablaremos otro día com más tranquilidad -Dijo la vecina sonriente.

-Ojalá que no.

-¿Perdón?

-¡Qué sí! Ojalá nos veamos más a menudo -Mintió dándose cuenta de lo que había soltado.

Dicho aquello, las dos mujeres se dieron dos besos de despedida y mi madre se acercó al coche. Corrí a esconderme de nuevo, cabreada, en cierta manera conmigo misma por haber estropeado el plan, y vi como el coche arrancaba.

-¡Joder! -Grité exasperada dando un fuerte golpe al suelo-. No puede irse, no, joder.

Me tumbé en el suelo intentando tranquilizarme, pero no me dio tiempo, ya que aquella postura me permitió encontrarme con mi antigua bicicleta. Sin pensarlo si quiera, la cogí y eché a correr por la avenida en la dirección que habían tomado.

<<Educación Física ha tenido que servir de algo, venga.>>

Fui lo más rápido que pude, temiendo por haberles perdido e intentando no chocar con ningún otro vehículo, hasta que me tomé con un semáforo rojo y en él, mi BMW favorito en aquel momento.

El semáforo cambió de color y con él, todos a mi alrededor prosiguieron su camino. Seguí a mi madre por toda la ciudad sintiendo como mis piernas empezaban a aflojar poco a poco y mis pulmones a arder hasta que llegamos a la salida de la ciudad. Málaga es una ciudad cuyos montes están terriblemente cerca de la costa, de manera que me encontré delante de mí una cuesta demasiado empinada como para subirla en bici. La dejé corriendo, sin pensar en lo que hacía e intenté subir corriendo detrás del coche, pero no pude; perdí su pista en la primera curva y me dejé caer a un lado del asfalto. Se había acabado.

<<Mi culpa.>>

Sentí un par de lágrimas recorrerme mis mejillas y me negué a rendirme. Siempre había sido una cobarde, pero aquello, se había acabado.

<<A ver, pensemos.>>

Recogí mi bicicleta, la cual había dejado tirada anteriormente en mitad de la carretera y, entre millones de cláxones sonando, me alejé de aquel lugar. Caminé unas cuantas manzanas más, recordando un viejo parque del lugar al que solía ir de niña mientras mi madre salía del trabajo y me adentré en él. Seguía siendo horario escolar, así que estaba completamente vacío.

Me acerqué a los columpios y me dejé caer en uno, balanceándome débilmente.

<<Alguna manera tiene que haber.>>

Sentí una cálida brisa azotarme débilmente mi rostro, el verano se acercaba.

<<Mangel.>>

Me puse en pie y salí con la bici lo más rápido que pude hacia casa.

<<Mangel no se habrá ido sin Rubius, estará esperando o algo, no sé. Por intentarlo que no quede.>>

Pedaleé ya más descansada hasta llegar nuevamente a mi casa. Había salido con prisas y sin coger mi móvil pero debía llamarle urgentemente. Entré en casa como si de un huracán se tratase y rebusqué en mi desordenada habitación hasta que me topé con él. Lo cogí rezando prácticamente y vi que su última conexión había sido hacía unos instantes, así que opté por llamar.

-¿Sí? -Preguntó Mangel al otro lado de la línea.

-Mangel, soy Sophie -Dije lo más rápido que pude-. ¿Sigues en Málaga?

-Sí, aquí sigo. Rubius no aparece y no me contesta a los Whatsapps -Noté cierto nerviosismo en sus palabras-. ¿Sabes algo de él?

-De eso mismo te quería hablar.

Jugando con fuego | Rubius #Book1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora