-Y esta es mi humilde morada -Dijo él abriendo la puerta para dejarme pasar a su gran habitación.
-Vaya, es enorme -Solté sorprendida-, y la cama parece realmente cómoda.
Se podía apreciar que se trataba de una suite. En su interior, se hallaban varias mesas, en mi opinión inservibles, y una gran y aparentemente cómoda cama de matrimonio. Al fondo, se podían apreciar unos grandes ventanales con vistas a la hermosa bahía de Málaga. En cada mueble se hacían notar las cinco estrellas de aquel lujoso hotel.
-¿Quieres comprobarlo?
Ambos nos miramos y no hizo falta palabra alguna para salir corriendo a la par y saltar sobre ella como niños chicos. Risas, eso era todo lo que en aquel momento se escuchaba en la habitación; pero lo mejor no era eso, si no que mis risas se podían considerar verdaderas y no una mascara para tapar mi sufrimiento.
No sé cuánto tiempo estuvimos haciendo el tonto, pero sí sé que acabamos tumbados uno junto al otro, sin decir nada, solo mirándonos.
Su mano rozó la mía, entrelazando sus dedos con los míos y pude sentir una corriente eléctrica recorrerme cada pequeño recoveco de mi cuerpo. No sabía muy bien qué era aquello, pero me hacía sentir bien. Intuitivamente me acerqué a él, hasta encontrarnos a escasos centímetros. Respirábamos el mismo aire y nos observábamos mutuamente. Una sonrisa apareció en mi rostro sin yo pedírselo e igual le pasó a él.
<<No te vayas de mi lado.>>
Miré fijamente sus hermosos ojos, los cuáles tenían un brillo que le realzaba aún más su belleza. Poco a poco, y sin saber por qué, bajé mi mirada a sus labios y sin miedo alguno, los besé; acto, que fue correspondido.
-Sophie... -Comenzó él alejándose unos centímetros de mí.
-Dime.
-Quería hablar contigo de algo -Dijo metiéndome algo de temor en mi cuerpo-. Dentro de poco me tengo que volver a Madrid y bueno, quería aclarar ciertas cosas contigo antes de irme.
>> No soy tonto y sé que la mayoría de las veces que me dices "estoy bien" no lo estás, lo veo en tu mirada y ella nunca miente. Me duele mucho saber que no tienes la confianza suficiente como para decirme cómo te encuentras realmente. No pienses que porque suelas estar mal voy a cansarme de ti y tus problemas, al contrario, siempre que vea un ápice de tristeza en ti, lucharé hasta desfallecer por sacar eso que me enamora cada vez que lo veo, tu sonrisa -Agachó la mirada hacia nuestras manos entrelazadas y yo dejé escapar una pequeña lágrima-. No entiendo por qué ayer huiste cuando tu madre te llamó, yo esperaba que hubieses tenido la confianza en mí suficiente como para que me dejaras protegerte de ese monstruo al que llamas "madre", pero no fue así y corriste sola ante el peligro. En estos meses que vamos a estar separados -Dijo fijando su mirada de nuevo en la mía-, me gustaría que me dijeras por Whatsapp cómo te encuentras realmente y por qué, que me cuentes los acontecimientos del día y que confíes en que no encontraré a ninguna mejor que tú, ya que no existe ninguna chica que te supere en ningún ámbito. Te quiero, Mi niña del mar, te quiero más de lo que te puedes llegar a imaginar y jamás dejaré que nada ni nadie nos separe.
-Rubén, yo... -Intentaba decirle que yo también le quería, que jamás había sentido algo así por nadie, pero estaba tan emocionada por aquello que las palabras no salían de mí por mucho que lo intentaban.
-No hace falta que digas nada -Explicó con una sonrisa-, ya lo sé todo.
***
-He de irme -Dije mirando el reloj de mi móvil, el cual marcaba la 01:45 de la mañana-. Mi madre ya estará dormida.
-Quédate un poquito más -Soltó Adriana, la cual, junto a Mangel, había pasado con nosotros la última hora-, hasta las dos por lo menos.
-Lo siento -Respondí haciendo pucheros, no quería que aquella maravillosa noche acabara, pero debía de terminar-, pero de verdad que tengo que irme.
-Joe' poh buenah nocheh, Sophie -Dijo finalmente Mangel, dándome un beso en la mejilla-. Que dehcanseh.
-Gracias -Me agradecí soltando una pequeña risa no sabría decir el por qué.
-¡Buenas noches Sophie! -Gritó Adriana dándome dos besos y sentándose de nuevo junto a Mangel.
Rubén y yo fuimos hasta la puerta de la habitación hasta encontrarnos nuevamente a unos centímetros el uno del otro.
-¿Sabes qué se traen entre manos esos dos? -Preguntó un Rubius desconcertado y riendo.
-Se quieren mutuamente -Solté uniéndome a su silenciosa risa-, y están "en marcha".
Él rió nuevamente, aunque esta vez algo más sonoramente, captando la atención de los otros dos tortolitos que ocupaban la habitación en aquellos momentos; sin embargo, segundos después volvieron a su desconocido tema de conversación.
-Buenas noches, Rubius -Dije finalmente, mirándole a esos ojos que me enamoraban.
-Buenas noches, Sophie.
Me besó tímida y dulcemente y eché a andar por el pasillo de vuelta a casa. Salí del edificio con una enorme sonrisa en mi rostro; una, que no se borraría tan fácilmente. Cogí un taxi, ya que los autobuses nocturnos no son precisamente recomendables y marché en dirección a mi casa.