Capítulo 1

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Katniss

Hace unos años comenzaba mi rutina diaria, despertaba a Lorenzo -mi hijo-, para ir al colegio. Desayunábamos con Peeta. Algunos días me tocaba a mí o a Finnick llevarlo al jardín, depende de quién tenía la custodia ese día o lo mucho que estuviésemos ocupado esa mañana.

-Vamos, Lorenzo -dije entrando al cuarto-. Hijo, es hora de que te levantes.

-No quiero mamá. -se quejó, y se tapó con las cobijas hasta la cabeza.

-Dale -insistí-. Deberías de acordarte que hoy tienes que terminar el regalo de papá para que que se lo puedas dar el sábado por si cumpleaños.

-Pero..., ¿Puedo faltar al jardín?-preguntó, destapándose para dejar ver su cabeza, sus mofletes estaban rojos.

-No, cuando vuelvas del jardín, vas a poder terminar el regalo... Lo hice para que te levantes de una buena vez por todas. -anadí riendo.

-¡Mamá!

- Levántate. Debemos desayunar antes de que venga tu padre.

-¿Peeta ya se ha ido?

Mi hijo y Peeta tienen la mejor relación que he visto. Se llevan muy bien, cualquiera que los viera creerían que son padre e hijo pero no, Peeta era mi esposo y vió crecer a Lolo.

-No, está igual que vos -confesé, haciéndole cosquillas a mi hijo-. Apenas se está levantando. -Lorenzo pega un salto que lo hace salir de la cama y se echó a correr para salir de su habitación e ir a la mía.

No hacía falta decir: «Voy a terminar el desayuno». Era en vano, ninguno de los dos me escucharían porque como siempre ellos estaban teniendo un momento de "hombres" en el baño, en donde Lorenzo veía como Peeta se afeita por las mañanas.

Por otro lado, siempre tenía una lucha con Lorenzo para que terminara su desayuno, por más que le encantará comer también amaba los dibujitos y eso lo distraía del todo.

-Termina esa leche, mi vida. -dije, mirando la hora en el reloj que estaba colgado en la cocina. Un regalo de Johanna, mi suegra.

-No tengo más. -me informa después de haber tomado su último sorbo y yo de comprobar que sea cierto.

-Ve a lavarte la cara, los dientes y las manos que va a venir tu padre a buscarte -me puse a juntar las cosas que había ensuciado y lo puse en la pileta-. No olvides ponerte la campera del colegio.

-Mamá, no es colegio es jardín de infantes. -dice de forma desesperante. Peeta solamente se ríe mientras toma una tostada y le unta con un poco de manteca.

Lorenzo desaparece de nuestra vista. El timbre suena, no debía de preguntar quién era. Finnick Odair, mi ex marido vino por nuestro hijo.
Voy hasta la puerta y la abro. Finnick está vestido justo para ir al trabajo después de dejar a su hijo. Tenía un traje gris, un poco más claro al que Peeta llevaba ésta mañana.

-Hola,Finn. -dejo un beso en su mejilla.

-Hola, Kat -dice y entra al departamento-. Peeta.

-¡PAPI! -el grito de Lorenzo se hizo escuchar por todo el salón.

-Hola, campeón.

Ver a Finnick levantar a Lorenzo en brazos, te podías dar cuenta que eran dos gotas de agua. Eran prácticamente iguales: cabellos de un color rubio cobrizo, ojos verdes y no olvidar que ambos eran muy tiernos.

-¿Vas por él a la salida?

-Sí -dije mirando mi agenda del día-. Hoy salgo temprano.

Finnick mira a Lolo y le dice: -¿Vamos?

Lorenzo asiente con la cabeza.

-Saluda a mami y a Peeta.

Finnick deja a nuestro hijo en el suelo. Éste sale corriendo hasta Peeta y le da un abrazo.

-Chau, Peet -cuando llega a mi lado, repite la misma acción pero me da un beso ruidoso en la mejilla-. Adiós, mami. Te amo.

-Y yo a ti, mi amor.

Acompañe a los dos Odair hasta la salida. Lorenzo volvió a despedirse de mí y luego tomó la mano de su padre para juntos encaminarse hasta el ascensor. Cuando los perdí de vista, volví a entrar a mi hogar.

-La verdad es qué no entiendo.

-¿El qué no entiendes?

La mesa ya estaba juntada y Peeta se encontraba fregando su taza.

-¿Cómo pudiste dejar a ese hombre? -pregunta como si fuese un misterio-. Es tan bueno.

-Ya te sabes esa historia de memoria, no deberías ni de preguntar nada.

Conocí a Finnick en la escuela. Nos hicimos amigos gracias a un trabajo en dúo y sin esperarlo nos enamoramos. Luego del salir la escuela ambos nos fuimos juntos a estudiar Derecho, a nuestro segundo año en la universidad, me enteré que estaba embarazada. Tenía diecinueve años y Finnick acababa de cumplir veinte..., tuvimos que casarnos, eso no significa que lo hiciéramos por obligación, solamente fue el empujón que Finn necesitó para pedírmelo.
Cuando nació Lorenzo, todo cambió, éramos felices pero ya no teníamos una relación de pareja, más bien, volvíamos a ser esos adolescentes de diecisiete que eran amigos en el secundario. Sabía que tenía que dejarlo libre, no éramos los mismos, nos queríamos pero ya no de la mismas forma.
Un día vi como él miraba a otra joven, de la misma manera que lo había hecho conmigo y decidí que él debería de estar con ella. Al principio se negó, decía que me amaba y que podía estar viendo cosas que no eran así, le costó mucho aceptar mi decisión y aceptar que estaba enamorado de Annie Cresta... ahora ellos están casados y hace un año atrás nació Rufina.

-De no ser así, yo estaría con Finnick y tú no estarías en mi cocina, viéndote de una forma sexy mientras lavas un par de cacharros.

-Buen punto. -se acerca a mí para besarme. Beso que yo respondí con muchas ganas.

-¿Qué tal si nos vamos?

-Me parece perfecto.

Perder Tu Amor ||Everlark|| [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora