Capítulo 10

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Katniss

Por la tarde, pasé a buscar a Lorenzo al preescolar. Se encontraba derrochando felicidad, hoy en la noche vendrían sus abuelos y la familia de Peeta. Estaba felíz de ser hermano nuevamente.

—Sophia dice que un hermano es lo mejor que le puede pasar a un niño —Lorenzo iba hablando de su nueva amiguita, me había contado que la nena tenía un hermano mayor de diez años—, pero que tener dos, no tiene comparación... Ella quiere que sus padres tengan otro bebé.

—Sí, eso es cierto, sino, deberías preguntarle a Puerta. Él es muy unido a sus hermanos.

—¿Crees qué vaya a tener otra hermanita? — preguntó, mirando por la ventana del auto.

—No estoy segura, podría ser niño, pero tú debes quererlo de igual manera, sea lo que sea —respondí—, debes cuidarlo y amarlo mucho.

Él me sonrió. Me daba mucha ternura, le faltaba las dos paletas haciendo ver su encía rosada.

—Eso no lo dudes, mami.

—Debemos pasar por el supermercado a comprar un par de cosas — le expliqué mientras estacionaba el coche.

Bajamos del auto y tomé su manito. Tomamos un changuito y lo coloqué dentro de él. Lorenzo acomodaba los productos que le iba dando.

—Mami — me llamó, haciendo que preste mi atención en él y no en la lista que llevaba en mi mano izquierda—, hoy Jazmín se enojó conmigo.

Se lo notaba triste.

—¿No te ha dicho el motivo?

—Según su hermana dice que esta celosa de Sophia porque la invité a jugar — soltó un pequeño suspiro.

Yo no podía hacer otra cosa que reírme a lo que Lorenzo me miró mal. Tenía que explicarle, si es que me dejaba porque todavía seguía viéndome con enfado.

—Creo que a Jaz le gustas y por eso se molestó con que hayas invitado a tu amiga nueva a jugar.

—¿Gustar? —preguntó inclinando su cabeza hacia un costado—. Pero eso es de grandes.

Agarré dos paquetes de azúcar y se los tendí pero él seguía viéndome (esta vez como si tuviese un bicho en la cara), volví a mover los paquetes delante de él, los tomó y los acomodó en una de las esquina de chango.

—Es cosas de grandes pero a los niños pequeños también les gusta alguien, es algo que no se puede evitar.

—Pero a mí no me gusta nadie — soltó mirando el suelo. Sabía que mentía, esa acción siempre la hacía cuando estaba ocultando algo o mentía.

—¿Seguro? — insistí—, porque eso de mirar al piso cada vez que mientes me lo sé de memoria.

Volvió a suspirar pero esta vez de frustración.

—Me gustaba Jazmín y siempre quiere que juguemos a las muñecas y, con Sophia... bueno con ella jugamos a cualquier cosa, además compartimos muchos gustos, ¿Cómo dice Peeta?

—¿Similares?

—Sí, eso.

—Eres muy chico para estar confundido ya cuando crezcas vas a entender algunas cosas pero sentir amor por alguien es muy lindo y hay muchas formas de mostrar amor hacia las personas. Además debes preocuparte en jugar y divertirte.

—Papá me dice lo mismo.

Detuve el carrito a mitad del pasillo de los lácteos, él se estremeció un poco por el frío que soltaba las heladeras. Lo miré, creo que me sentía dolida por saber que Finnick sabía algo más que yo sobre mi hijo.

—¿Tu papá lo sabe?

—Si, lo hablé ayer por teléfono y Peeta también sabe, con él lo hablé hoy en la mañana.

Había soltado eso como si nada, se sentó en el pequeño lugar que tenía ey esperaba a que moviera el chango para seguir con el viaje en el supermercado.

—¿Se lo has contado a ellos antes que a mí? — pregunté.

Solamente faltaba que me dijera que Annie también lo sabía.

—Ay, mami —soltó y luego dijo—: ellos son hombres y yo también lo soy tampoco sabía como ibas a reaccionar.

—¿Desde cuándo eres tan grande? — obviamente que mi hijo estaba creciendo pero el hecho de que se ponga un poco de espuma para afeitar y juegue con Finnick o Peeta a que se afeitaba, no lo hace un hombre.

—Ya sabes, desde que deje de usar  mamadera y desde que me afeitó con papá y Peeta — respondió como si fuera obvio.

—Me estoy quedando sin bebé — dije de una forma melodramática.

—No es así porque ahora estas esperando a uno.

Quería llorar en ese momento, mi pequeño había dejado de ser un bebé pero lo que él no sabía es que yo siempre lo vería de esa forma, estoy siendo exagerada, apenas tiene cinco años no treinta.

Terminamos de hacer las compras. Le entregué el dinero a la cajera y nos fuimos con las bolsas al auto. Ya todo guardado en el baúl del coche,nos subimos y nos pusimos en marcha para volver al departamento.
Ya eran las 6 de la tarde cuando llegó Peeta a casa. Estaba preparando la cena mientras que Lolo jugaba en su habitación.

—¿Por qué lloras? Ni siquiera estás pelando cebollas — sentí sus brazos pasar por mi cintura y con sus manos acariciar mi vientre para nada abultado.

—Lolo y yo tuvimos una conversación y me di cuenta que me estoy quedando sin mi pequeñito.

Más lágrimas caían por mis mejillas, ya rosadas por tanto llanto.

—Dime, qué pasa —pidió. Le conté con todos los detalles la plática que había tenido con mi hijo de apenas cinco años.

Peeta reía por todo lo que le decía y yo no paraba de llorar y de querer matarlo con la mirada porque él se me estaba riendo en la cara, como si le estuviese contando una gran chiste.

—Está bien, entiendo que no te lo haya dicho pero le debe dar vergüenza contarle a su madre que le gusta una niña y que se siente atraído por otra— suelta como si eso no fuera nada.

—Debería de darle vergüenza  haberte dicho eso a ti que una de esas niñas es tu sobrina —le reproché con molesta, volví a lo que estaba haciendo dándole la espalda.

—Son solamente unos niños verás que más adelante se les pasará —Peeta me tomó de la cintura y me hizo quedar cara a cara y con el dorso de su mano limpió las lágrimas que salían por mis ojos—. Creo que los cambios de humor del embarazo se te están empezando a notar y mucho.

Golpeé su hombro, luego lo besé en los labios. Creo que tiene razón Tal vez son las hormonas del embarazo las que me mantienen sensible a cada palabra que dice mi hijo.

Perder Tu Amor ||Everlark|| [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora