Capítulo II

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Otabek Altin

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Otabek Altin. Capitán del actual equipo de quidditch de Ravenclaw en Hogwarts, prefecto, uno de los mejores alumnos de su promoción, y ni más ni menos que con 3 matrículas de honor por Encantamientos y Pociones. El chico perfecto, excepto por la ligerísima salvedad de su latente homosexualidad. El secreto mejor guardado.

Nunca y a nadie le mencionó el asunto relacionado con su gusto por los chicos. Recordaba que fue a los 15 años cuando por fin pudo confesarselo a quien consideraba su persona de mayor confianza: Su madre. Lamentablemente también tenía vivido el recuerdo del dolor de la palma de la mano de su padre imprimiendose contra su mejilla, él que por accidente había escuchado una conversación en la cual no era requerido.

Internamente Otabek agradeció que aquello fuera sólo el inicio de los trámites de divorcio de sus padres. Sin embargo, se dio cuenta de que no a cualquiera podría confiarle esa clase de información. Creyó que su secreto jamás correría peligro, por lo menos Leo y Jean no parecían dispuestos a delatarle pese a que nunca estuvo en sus planes confesarles nada, de no ser porque durante una tarde de whisky de fuego no solo Otabek resultó gay, sino que Leo de la Iglesia parecía llevar años reservándose el secreto de ser un legeramente que venía enterado del secreto de Altin desde tiempo atrás.

Sin embargo, fue cuando unos impresionantes ojos verdes muy abiertos le observaron atentos a través del cristal de ese enorme ventanal de la biblioteca, durante uno de los entrenamientos con el equipo, que comenzó a pensar que esa discreción acerca de su vida privada podría irse al demonio prontamente.

Una extraña corriente eléctrica le erizó incluso los cabellos más cortos de la nuca y esa mirada se le quedó grabada a fuego... Hasta que se la volvió a encontrar esa misma noche en medio de los campos de quidditch.

Esa noche definitivamente marcaría el inicio de algo bueno en la vida de Otabek.

Esa noche definitivamente marcaría el inicio de algo bueno en la vida de Otabek

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Algo había cambiado en Otabek luego de conocer a aquel muchacho. El Ravenclaw se había dado cuenta de que sus ojos, antes de siquiera pensarlo, buscaban la rubia cabellera de Yuri Plisetsky en cada oportunidad posible. Esos desafiantes ojos verdes que se cruzaron en su camino y parecían no querer abandonarlo por alguna razón. Cuando coincidían en la biblioteca lo miraba de reojo, o en los pasillos lo observaba por encima de los pergaminos de los que siempre iba cargado el Slytherin.

Auténtica AmortentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora