Capítulo III

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—Quédate quieta, Grisha

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—Quédate quieta, Grisha... — murmuraba Otabek, mientras encantaba su túnica para guardar a su inquieta mascota dentro de ella.

El toque de queda estaba por dar inicio y el pelinegro a pocos minutos de comenzar su ronda nocturna para asegurarse que todos los alumnos de Ravenclaw estaban en su sala común o en los dormitorios correspondientes. Se arregló con la prefecta de su casa para dar la ronda a solas por esa noche, saliendo a paso calmado de la sala común después de obtener una respuesta afirmativa por parte de la chica.

Tan solo esperaba que el mensaje enviado un par de minutos antes a Yuri Plisetsky hubiera llegado adecuadamente, pues a través de un pergamino encantado, le invitaba a una "reunión clandestina" en las cercanías a las mazmorras de Slytherin. No era un tipo de "magia" que Altin utilizara asiduamente, dado que las travesuras no eran los suyo, pero lamentablemente al lado de Jean y Leo esa clase de cosas formaban ya parte de su día a día, intentando que no mancharan en absoluto su imagen como respetable prefecto.

Bajó las escaleras con atención, agradeciendo que el alumnado de su torre fuera lo suficientemente inteligente como para no andar merodeando por los pasillos en su presencia. Y es que Otabek no podía no sentirse inquieto con el encuentro que lo esperaba. Mucho menos con todo lo que Grisha se movía en su bolsillo, casi desesperada por salir.

Las cosas habían cambiado en los últimos días y era algo que no podía negarse a ver. Desde que le propusiera al Slytherin su amistad, Beka procuraba saludarlo por las mañanas si lo encontraba en el gran comedor, a veces pequeñas conversaciones se daban en mitad de un pasillo e incluso, en algunas tardes, regresaban juntos al castillo después de una práctica de Quidditch del pelinegro.

Él no había pasado por alto las palabras del rubio cuando preguntaba por Grisha como un tema que abordaba por casualidad y Otabek quería satisfacer aquella curiosidad de su reciente amigo, dándole a conocer a aquella única "chica" que podía llamar dueña de su corazón además de su madre. Observó entonces a su alrededor en busca de una señal de la presencia ajena, sentándose discreto en el primer peldaño de una escalera casi olvidada.

Esperaba al menor con las manos dentro de la túnica, acariciando suavemente el mentón de Grisha, quien parecía calmarse cuando Otabek le acariciaba de aquella forma. En tanto los minutos pasaban, el moreno observaba a sus alrededores, pensando en que aquel era su último año en aquel castillo que había presenciado tantas etapas y momentos en su vida, recuerdos dulces, amargos, agridulces... Triunfos, derrotas, desaciertos. Le invadió de pronto una nostalgia curiosa, que solo fue disipada con un cariñoso mordisco por parte de la felina. Otabek no tuvo que permanecer ahí por mucho tiempo más, ya que agitado, con algunos pergaminos bajo el brazo, fue que logró identificar la figura de Yuri que se apresuraba a llegar al lugar acordado. El chico apretaba lo que parecían ser sus deberes contra el pecho y con aire desinteresado se acercó, inclinando levemente la cabeza para mirarle desde arriba.

— Me extraña que seas tú quien me haga romper las reglas esta noche. — admitió con aires remilgados el chico de cuarto grado. — Siempre eres tú quien me anda pillando saltándome el toque de queda. — recordó, pues en las últimas semanas aquello ya había ocurrido al menos en unas cinco ocasiones, aunque Otabek tenía la ligera sospecha de que ahora lo hacía más a propósito que antes de que cruzaran palabra. — ¿Qué es eso tan interesante que deseabas mostrarme? — Yuri elevó una ceja sin atreverse a sentarse al lado del Ravenclaw o posicionarse en otro lugar que no fuera al frente suyo y de pie.

Auténtica AmortentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora