Capítulo IX

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31 de Octubre

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31 de Octubre

Una cosa llevó a la otra y, después de que ese par de orangutanes se marchó por donde vino, la charla se tornó más bien tranquila y casi trivial. Todo comenzó, cómo no, con la incredulidad de Yuri acerca de que esa supuesta Isabella de verdad existiera, unos extraños rumores acerca de que De la Iglesia se besuqueaba con un Hufflepuff en medio de los estantes de la Sección Prohibida de la biblioteca y acabaron con preguntas más enfrascadas en conocer acerca de quién era realmente su primer y único amigo.

— ¿Tú no tienes nadie que te pida rendición de cuentas? Tal vez quisieras pasar el cumpleaños con alguien así y no con un amigo ¿no?

— Uhm... La verdad, nadie me pide rendición de cuentas. Solo mis hermanas cuando estoy en Almaty o cuando me llegan sus cartas, pero, con otra clase de intereses... Nadie.

Con que las hermanas eran posesivas. Independientemente de ese detalle, de alguna tonta manera se sintió tranquilo.

— Vaya... — suspiró. — Con el cargamento enorme de regalos que has de haber recibido este día, uno pensaría otras cosas...

— Debo inspeccionar cuidadosamente los regalos que recibo, Yuri. Recuerdo haber recibido el año pasado una caja de chocolates de honeydukes que parecía una cosa de verdad inocente. — Otabek elevó la mirada al cielo. — No soy un gran fanático de los dulces, pero si me gusta el chocolate... — el chico de Ravenclaw comenzó a sonreírle al cielo y Yuri pensó que debía estar recordando algo en verdad gracioso. Y de hecho, así fue: — Debiste ver a Leroy cambiando de color con cada bocado que tomaba producto de una amortentia mal hecha y a Leo echando humo por las orejas con cada pluma de azúcar que comía... Pasamos varias horas en la enfermería.

— ¿Han intentado darte brujerías de amor?

Nada más preguntarlo y rompió en carcajadas, teniendo que esconder el rostro contra el césped mientras los estertores de la risa se apaciguaban de a poco. No, Yuri no admitiría que le habría gustado ser espectador de un show como aquel protagonizado por ese par de atolondrados, pero talentosos magos.

— ¡A quién no han intentado hechizar esas brujas! Son terribles

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— ¡A quién no han intentado hechizar esas brujas! Son terribles... — dijo, contagiándose del bonito sonido que producía la risa del menor... Bien rídiculo con sus pensamientos, pensando en sonidos bonitos comparados a la sonrisa de aquel rubio a su lado. Son los "gajes" del enamoramiento pensó sin perderse en ningún momento de las reacciones del otro, ni de esa cabellera sedosa en las que le hubiera encantado enredar sus dedos.

Auténtica AmortentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora