Capítulo XXII

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"Plisetsky dame unos diez minutos y me tienes por allá, ¿si? Procura hacerme espacio, me enredé con las cortinas la última vez que salí de tu cama y sé que no quieres un hurón accidentado"

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"Plisetsky dame unos diez minutos y me tienes por allá, ¿si? Procura hacerme espacio, me enredé con las cortinas la última vez que salí de tu cama y sé que no quieres un hurón accidentado".

"Diez minutos justos. Mira que intentaré transformar agua en chocolate caliente. No soy tan pésimo en transformaciones, ¡Lo juro! ¿Hacerte espacio? Espera, las cortinas están abajo, no me culpes de la torpeza de cierto animalillo. Y no, Beka, no vas a pasar la noche acá".

"¡Hey! No estoy tratando de pasar la noche allí, aunque... No sé que diferencia tiene irse al amanecer después de charlar toda la noche. Ya, ya. Voy saliendo a las mazmorras, tu quieto que no me tardo mucho"

"¡Hay mucha diferencia! Vamos, he logrado hacer chocolate caliente, había intentado esto antes en casa y nunca resultó tan bien".

Estaba acostumbrandose tanto a compartir esta clase de cosas en medio de sus conversaciones con tinta invisible, que a veces le daba verdadero miedo el ya no reconocer en él a aquel Otabek que, en definitiva, no se veía todavía formalizando nada con nadie.

Una vez cambiada la túnica por el pijama, Otabek agradeció la soledad de la habitación para su rápida transformación de animago. Huyó del lugar todo lo rápido que le fue posible con sus pequeñas patas, pasando entre el montón de pies que a esas horas recorrían las escaleras del castillo en dirección a las habitaciones o al gran comedor. Buscó uno de los atajos ya conocidos a través de los pasillos y se dispuso camino a las mazmorras, esquivando en uno de ellos a JJ y Leo con demasiada maestría, aunque implicó dar una vuelta un poco más larga... Si uno de sus amigos lo veía, seguro le gastaban una de sus pesadas bromas y arruinaban la noche nevada con el ruso. Beka no podía permitirlo.

Apuró la carrera, escuchando las garritas contra la piedra al pasar mientras rogaba a los astros y sus ancestros que alguien estuviera en la puerta de la casa Slytherin y le permitiera el paso a un hurón escurridizo, lo cual no tardó en ocurrir. Sin embargo, una vez dentro, gracias al poco cuidado de los Slytherin, Otabek fue directo al cuarto del ruso... Grande fue su sorpresa al encontrar la puerta cerrada y ningún compañero con intenciones de entrar.

 Grande fue su sorpresa al encontrar la puerta cerrada y ningún compañero con intenciones de entrar

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Auténtica AmortentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora