Capítulo VIII

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31 de Octubre

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31 de Octubre

Miraba a su alrededor como las mágicas estrellas bailaban con ellos, dándole el toque mágico que Hogwarts siempre ofrecía. Otabek se sentía esperanzado, el año en el colegio "recién comenzaba" y quería tener fe en que sería diferente, pues ya había comenzado de forma especial con ese travieso Slytherin que encendía las primeras llamas de la magia más poderosa del mundo... el amor.

Se pasó una mano por el rostro y abrió su sudadera negra, algo acalorado entre todas esas personas y sin dejar de bailar, de observar a su acompañante, de lo bien que lucía Plisetsky aquella noche de Halloween. No estaba muy seguro, pero parecía como si la demás gente se alejara de ellos para no estorbarles o quizás, simplemente era que en esos momentos no tenía ojos para nadie más que no fuera ese chiquillo... Y comenzaba a tener la inquietud de que a partir de ahora fuera así todo el tiempo.

— ¿Deberíamos irnos...? — preguntó Yuri de pronto, adelantando la cabeza para tratar de hablarle más de cerca y ser escuchado.

A su alrededor solo comenzaban a quedar parejas. ¿En qué momento fue que se realizó aquel cambio de ritmo? El cambio de escenario y de música fue bastante abrupto para Otabek y pudo notar que también para Yuri. Dio perfecta cuenta de la incomodidad en el rostro ajeno. Sonrió brevemente, siendo valiente al obedecer el impulso... Otabek no iba a dejar de soñar, de tener el mejor cumpleaños que podría haber deseado. Tomó la muñeca de Yuri suavemente y tiró de ella, sacándole de esa empalagosa pista de baile.

— ¿Va a acabar mi cumpleaños tan temprano? — preguntó con una sonrisa que podría desarmar hasta a la bruja más oscura, obligando al menor a echarse a correr a través del gran comedor en medio de algunos cuantos empujones, pero con planes más o menos desconocidos.

— ¡Otabek! — le llamaba Yuri jadeante con la carrera, pues no era precisamente un deportista y Otabek lo sabía — ¡Beka! — gritó esta vez cuando se vieron corriendo por los jardines del castillo bajo una noche estrellada, mejor que la que regalaban en el comedor que ya había quedado bastante atrás. Agradecía tremendamente que en el mundo mágico, la problemática de la contaminación lumínica no les privara de tal espectáculo.

Poco a poco fueron perdiendo velocidad, atravesando los grandes jardines hasta el verde campo de quidditch y sin darse cuenta, no había soltado la muñeca de Yuri en ningún momento... Se detuvo al fin, en medio del vasto terreno, intentando recuperar un poco de ese aliento perdido. Su propia mano se soltaba de la muñeca del menor, deslizándose suavemente a través de la muñeca y terminar el enlace con una tímida caricia en la palma de su mano. Se mordió los labios, aquel pequeño contacto le había hecho sentir un cosquilleo delicioso y una quemazón en el vientre más grande que la del whisky de fuego que había llegado a beber en compañía de sus amigos.

— ¿Qué ha sido eso...? — río nerviosamente el menor, mirando el pasto como no queriendo tener que enfrentarlo.

— La necesidad desesperada de salir corriendo por mi dignidad y la de Slytherin. ¿Acaso querías que bailaramos ese blues, Yura...? — Le miró a través del rabillo de aquellos almendrados ojos, dejándose caer de rodillas en el piso para finalmente, posicionarse en posición de flor de loto en el césped.

Auténtica AmortentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora