Lo que había ocurrido la tarde anterior en el campo de quidditch fue inaudito tanto para Yuri como para el resto de alumnos que fueron a presenciar el tan esperado encuentro Ravenclaw vs Hufflepuff. Curiosamente todos pensaban que serían testigos de cómo era que los tejones volvían a esforzarse lo más posible por no ser humillados con una gran diferencia de puntos. Sin embargo, esa tarde de viernes, de no ser porque Chulanont atrapó la snitch, el partido habría resultado en una épica derrota azul y plata.
Yuri, al igual que el resto en el palco, se quedó con la boca abierta cuando al terminar el juego con la pequeña pelota alada, la diferencia fue de a penas 3 puntos a favor de los cuervos. ¿Qué demonios? El capitán de Ravenclaw no podía verse más desconcentrado dando órdenes cada una más absurda que la anterior y enfureciendo cada vez más a su cazador estrella, Seung-Gil, y al resto del equipo. Yuri no pudo evitar asomarse desde lo alto de la torre de la tribuna Slytherin cuando vio a los jugadores descender de sus escobas rumbo a los vestidores.
Aquel partido, aunque victorioso para Ravenclaw, era algo de lo que se hablaría durante el resto del ciclo escolar. Yuri no se saltó la hora de la cena esa noche, y aún así no hubo ni seña de Otabek Altin, ni de nadie del equipo de quidditch de esa casa, incluso se atrevería a decir que aquella mesa en general tenía un ambiente lúgubre. No era para menos.
Yuri Plisetsky se fue a la cama con un muy mal sabor de boca. No sólo su equipo favorito había caído estrepitosamente de su pedestal, sino que su jugador estrella parecía no hacer el mejor de sus papeles. Ya no quería pensar en ese maldito kazajo, no mucho al menos, pero él lo había visto entrenar en los últimos días... ¿Entonces qué había ocurrido?
A la mañana siguiente, Plisetsky decidió que no rehuiría más a Otabek. Si el destino quería que se encontrarán en un pasillo o en el gran comedor, que así fuera... O eso pensó, prolongando su hora de desayuno durante más de una hora, lo mismo ocurrió a la hora de la comida. Pero en ninguno de los dos horarios vio a Otabek en la mesa Ravenclaw, de hecho a nadie del equipo de quidditch de esa casa. Lo curioso es que también fue a la biblioteca a fingir que adelantaba deberes y lo cierto fue que tampoco vio a los cuervos entrenar a través del ventanal. ¡¿Qué demonios ocurría?!
Fue hasta la hora de la cena, cerca de las siete de la noche que tuvo la gran y despreciable idea de preguntar a cierto par de Gryffindor que se juntaban mucho con su amigo. Grande fue su decepción al descubrir que al parecer ni esos dos padecían de hambre esa noche de sábado.
O se trepaba por las paredes o directamente se arrojaba desde la torre de astronomía. Yuri ya no podía estar sin saber nada. Habían transcurrido ya doce días desde esa increíble noche de Halloween y comenzaba pensar que todo se había ido al traste porque si. Un tanto abatido fue que decidió ir a su lugar favorito: El campo de quidditch a cielo nocturno. Según sabía era día sin entreno y podría rogar a gusto a que milagrosamente su mente se iluminará y le explicase qué carajo ocurría. Tirado en el césped, cerró los ojos pensando en que no le vendría mal una siesta al frescor de la casi noche.
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Auténtica Amortentia
Fanfiction¿Conoces el secreto para encontrar el amor verdadero? ¿Es la Amortentia el único método infalible para asegurarlo? Yuri Plisetsky y Otabek Altin, durante el último año en Hogwarts del Ravenclaw, descubrirán que lo suyo es auténtica Amortentia. Ese p...