Capítulo XXIII

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Era noche cerrada, ni la luna ni las estrellas se dejaban ver entre tantos nubarrones que simplemente no dejaban caer lluvia

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Era noche cerrada, ni la luna ni las estrellas se dejaban ver entre tantos nubarrones que simplemente no dejaban caer lluvia. Yuri tenía algo de temor de que detrás de las sombras que conferían los árboles del bosque algo se escondiera, pero Otabek aseguraba que no estarían en ningún peligro si se la pasarían sobrevolando el lago durante esa lección.

Ya llevaban algunas noches volando juntos, cada uno en una escoba diferente, a casi diez metros del suelo y ya podía mirar hacia abajo durante algunos segundos sin hiperventilar en el intento... De vez en cuando. Beka continuaba prestándole su Saeta, el Ravenclaw tenía la humildad de hacer uso de las Barredoras que los alumnos usaban en entrenamiento de primer grado. Y en general se trataba de paseos agradables que acababan ya entrada la madrugada con su amigo teniendo la atención de devolverle hasta las mazmorras.

— No se, llámame loco si quieres, pero tengo un mal presentimiento, Otabek... — le repitió por enésima vez esa noche.

Sería su primera vez sobre el lago y no dejaba de tener la sensación de que algo o alguien les observaba. De cualquier modo se ajustó la túnica para resguardarse del frío y continuó caminando entre arbustos a un lado de Otabek para llegar a la orilla del lago, el bosque se miraba allá a algunos varios metros de distancia, y él no lograba dejar de lado la inseguridad.

— No llames al mal augurio, Yuri. ¿Qué diría tu maestra de adivinación? — Otabek le preguntó casi en un tonito de burla. — Vamos, arriba... El lago nos está esperando.

Ubicado ya en la orilla, el kazajo se adelantó y montó en la barredora, alzandose al menos unos 5 metros del borde que marcaba el agua.

— ¿Ahora temes, Plisetsky? ¿Dónde quedó la valentía con la que me pedías te quitara el lazo mágico de la primera vez?

Que su profesora de adivinación se fuera a la mierda, a él nadie le quitaba la sensación de escalofríos en la parte posterior de su cuello. Beka adelantó un poco, elevándose con la barredora sin problemas, cosa que aún no entendía o no sentía en él... Era todavía evidente que le costaba un poco el despegar del suelo.

— ¡Me quitaste el lazo hace más de una semana! — recriminó con tono altivo

De cualquier manera acabó dando un golpe de pie en el suelo para que la escoba comenzará a elevarse en movimientos todavía torpes en los primeros metros, un poco más seguros cuando alcanzó la misma altura que la de Otabek y nada más, no tenía la misma destreza ni valentía para sentirse parte del viento como hacía el Ravenclaw. A final de cuentas cuervo, pensaba Yuri cuando volaba a su lado ligeramente tambaleante. Era claro que una serpiente debía arrastrarse en el suelo.

 Era claro que una serpiente debía arrastrarse en el suelo

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Auténtica AmortentiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora