Capitulo 2

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Amaneció un nuevo día y Bill ya estaba levantado y duchado. Entraba a las 8 y llevaba desde antes de las 7 en pie. Tuvo tiempo suficiente de ducharse y lavarse su largo pelo. Lo llevaba negro y largo hasta rozarle los hombros, por suerte no habían puesto impedimento alguno en comisaria, siempre y cuando lo llevase limpio y recogido en horas de trabajo no le pedirían que se lo cortara.

Se lo alisó con las planchas y cogió un par de gomas extras para poder hacerse una coleta cuando se cambiase de ropa en comisaria.

Se vistió con unos estrechos vaqueros, jersey negro y botas vaqueras del mismo color. Se colgó la cazadora de un brazo y del otro la bolsa donde llevaba sus cosas, como algo de ropa extra, neceser y demás.

Salió de la habitación y se reunió en la cocina con Gustav, que al igual que él ya llevaba tiempo levantado.

—He preparado café y hecho tortitas—explicó Gustav tendiéndole un plato.

—Solo tomaré un café, tengo el estómago revuelto—murmuró Bill negando con la cabeza.

—No te vayas sin comer nada, a ver si te vas a desmayar en plena persecución—apuntó Gustav.

No hizo falta repetírselo 2 veces, Bill cogió el plato y se sentó con el delante.

— ¿Y Georg?—preguntó tras dar un bocado a una de las tortitas.

—Pues creo que se le han pegado las sábanas—contestó Gustav tras ver la hora en su reloj de pulsera—Si no se da prisa, nos vamos sin él.

Bill asintió con la cabeza conforme con sus palabras, no pensaba llegar tarde su primer día de trabajo.

Por suerte no hizo falta, Georg apareció por la cocina 10 minutos después y se comió las 3 tortitas que Bill y Gustav le habían dejado.

— ¿Qué tal se te dio la noche?—preguntó Gustav.

—No me la recuerdes—gruñó Georg resoplando—No cayó ninguna, espero que hoy yendo de uniforme atraiga más miradas.

—Georg, que vamos a trabajar no a ligar—le recordó Bill.

—Lo sé, pero ya sabes que ninguna chica se resiste a un uniforme—dijo Georg guiñándole un ojo.

Bill sacudió la cabeza dándose por vencido. Terminaron de desayunar y cogiendo sus cosas salieron del apartamento. Habían decidido ir los tres en un mismo coche, dejando el deportivo de Gustav para alguna ocasión especial. Bill no tenía coche, así que entraron en el de Georg.

— ¿Estáis nerviosos?—preguntó Georg arrancando.

—No puedo evitar no estarlo—contestó Bill—Tendremos un oficial instructor que nos enseñará y estará a atento a nuestros errores. Temo meter la pata el primer día y que me despidan.

—No creo, has sido quien mejores notas ha obtenido y no te van a dejar escapar por un error sin importancia—señaló Gustav.

—Siempre y cuando no mate a nadie el primer día—murmuró Georg carraspeando.

— ¡No digas eso ni en broma!—le riñó Bill.

Georg se disculpó y siguió conduciendo en silencio. La comisaria quedaba relativamente cerca y llegaron en 15 minutos. Aparcaron en el amplio parking de la comisaria y salieron del coche sin dejar de mirar a su alrededor. Había coches patrulla miraran donde miraran, agentes uniformados que iban de aquí allá y otras personas de paisano que se miraban entre ellos pensando que se habían equivocado de lugar.

Bill sonrió al reconocer a sus nuevos compañeros y también novatos. Todos parecían estar en el mismo estado de nerviosismo. Cogió aire con firmeza y colgándose la bolsa del hombro caminó con paso firme. Entró en la comisaría seguido de sus amigos y resto de compañeros y antes de decir nada un agente uniformado salió a su encuentro.

Rookie BillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora