El Sello de los muertos

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Los gritos y los disparos resonaban en los tímpanos de Katherina. Su mente parecía que estuviera lejos de ese lugar, no obstante, su cuerpo reaccionaba ante su última decisión. Caminó hasta el hombre, parándose frente a él, quien esquivó inmediatamente su mirada de la chica.

―Mírame. ―ordenó Katherina, pero el demonio no hizo caso alguno―. ¡¡Mírame!! ―Gritó nuevamente, tomando la atención de los nuevos invitados, quienes dejaron de luchar contra los demás, para ir por la chica. El demonio, dirigió su mirada lento y con recelo hacia la joven.

―¿A caso crees, que una asquerosa e ignorante humana como tú, puede asustarme? ―insinuó el demonio.

―Si no es así, ¿Entonces porque te cuesta tanto mirar a una insignificante humana como yo? ―interrogó Katherina, con furia en la mirada―. ¡Mientes! ―exclamó acercándose a él, provocando que el demonio mostrara sus ojos negros, con el débil intento de sacar su poder, pero la bala alojada en su hombro se lo impedía.

―Tienes miedo. Lo sé, puedo sentirlo. Siento como me quema por dentro, eso que para ti es miedo; para mí es un gozo. ―comentó Katherina acercándose cada vez más al cuerpo del sheriff―. Puedo sentirlo es... como un botón automático dentro de mí.

―¿De qué hablas? Apenas sabes sonarte los mocos, niñita estúpida.

―¿En serio? Entonces, déjame mostrarte lo que siento. ―alzó su mano en el aire―. ¿Qué tal un poquito de sangre? ―añadió Katherina, apretando su puño frente a él, provocando que él demonio comenzara a vomitar sangre, al mismo tiempo en que lágrimas de sangre negra brotaban por sus ojos. Daniel escuchó las convulsiones que el sheriff daba en la silla, al ser sometido por la chica, quien se dejó llevar por aquel placer que le provocaba torturar al demonio.

―Kat, ¿qué estás haciendo? ―musitó Daniel, iniciando su caminata hacia la chica.

―¡Daniel, necesito ayuda! ―le gritó Amanda, señalando a Melany y Sophie quienes estaban pegadas a la pared, abrazada una a la otra, mientras Tyler y Nate intentaban golpear a los marcados. Daniel observó a su novia otra vez, y dando un resopló de frustración corrió hacia ellos.

―¡Charlotte! ―gritó Daniel.

La mujer se volteó rápidamente hacia el muchacho de piel morena―. ¡Ayúdale! ―señaló a su novia. Ella por su parte, seguía junto al demonio, al cual había dejado de torturar con la sangre.

―¿Te gusta lo que siento? ―le preguntó al demonio frente a ella, el que escupía sangre, echándose a reír a carcajadas a vista de la joven. ―¿De qué te ríes?

―Te gusta lo que sientes, ¿verdad? ―insinuó el demonio―. Eres igual a ella por fuera, pero no eres ni la mitad de lo que ella era por dentro.

Katherina se quedó en silencio por un segundo.

―¿A quién? ¿De quién hablas? ―interrogó con molestia―. Dime, ahora mismo. ¡¿A quién carajos te refieres?! ―le preguntó nuevamente, pero el demonio seguía burlándose de ella, lo que hizo, que la furia de Katherina aumentara, y con ella también esa nueva sensación que sentía―. ¡¡Dímelo!! ―ordenó gritando está vez, poniendo ambas manos en los brazos del sheriff, causándole graves heridas de quemadura en la piel. Katherina gritaba con furia, y a sus gritos se fusionaban los del demonio, haciendo que los marcados se llevaran las manos a ambos oídos para protegerse.

Todo el mundo se paralizó observando a Katherina y aquel demonio. Christopher corrió hacia ella, pero una especie de campo de fuerza se creó alrededor del símbolo donde estaba su hija, que lo lanzó lejos de ella, impidiendo que pudiera siquiera hablarle.

El Susurro del Diablo Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora