¿Dónde estás, Anticristo?

648 80 55
                                    

Día décimo del mes décimo, inusualmente todo estaba tranquilo, y cuando me refiero a tranquilo es a que, Nate no había mostrado señales en el pueblo, todavía. Veinticuatro horas sucedieron luego de que Katherina terminara por quemar la casa de Amanda. Aquella madrugada un colega del hospital, pasaba por fuera de la casa de Amanda, luego de un largo turno en el hospital, y fue testigo de cómo la casa de la pelirroja era nuevamente consumida por las llamas. La preocupación de la cazadora no se basaba en la perdida irremediable de su casa, sino de lo que ahí tenía escondido. ¡Ja, ja, ni se imagina quien tiene escondido el tesoro!

Katherina estuvo sola hasta presenciar el alba renacer desde su ventana. Prefirió mantenerse alejada de sus padres, por lo menos las primeras doce horas del día, tenía que estar tranquila y equilibrar sus palabras en su mente antes de sacarlas y herir a alguien. Lo que menos quería era que alguien más sufriera, con ella ya era suficiente. Fue hasta el hospital para visitar a su amiga Sophie, aún le quedaban cuatro horas antes de volver a casa y que todo el mundo perdiera la cabeza como si fuera el fin del mundo. >>Bueno, lo era<<.

Se escabulló por los pasillos, sin que nadie la viera, eran las cinco de la tarde, el sol aún brillaba por entre las cortinas que cubrían los grandes ventanales en los pisos del hospital. Ella recordaba que la habitación de su amiga estaba un pasillo atrás de la habitación en la que estuvo hace dos noches atrás. Intentó mirar por la ventana del cuarto, pero las persianas estaban cerradas, sin vergüenza ni prisa, jaló la manilla de la puerta y la abrió con sumo cuidado para no hacer ruido alguno.

Sophie no se veía bien, palidecida, sus ojos cerrados; sus manos estaban a cada costado de su cintura; el esmalte de uñas amarillo que adornaban sus suaves y tiernas manos morenas se había desgastado. Miró hacia la mesita junto a la camilla y tenía unas flores azules en un florero de cristal, las cuales comenzaban a marchitarse. Debí traer tus favoritas. Musitó la chica de cabellos de tercio pelo negro, al mismo tiempo en que acariciaba la cabellera de su amiga inconsciente. La mirada de Katherina empezó a nublarse debido a las cristalinas lágrimas que se asomaban por sus ojos. No debí permitirte ir con nosotros, Sophie. Todo esto es mi culpa, si algo te pasa jamás me lo podré perdonar. Comentó Katherina entre cortantes sollozos de una sofocante tristeza. Tomó la mano de su amiga entre las de ella segundos antes, y llevándolas hasta sus labios, depositó un tierno y amoroso beso.

―Quise venir antes, pero las circunstancias me lo impidieron. No sé si alguien más vino a verte. No sé si alguien le avisó a tu madre, y ya sabes que no me llevo muy bien con ella que digamos, y lo más probable es que si yo le hubiese avisado, hasta me hubiera prohibido la entrada a tu cuarto, aunque, entre sin que nadie me viera. ―comentó Katherina esbozando una pequeña sonrisa―. No sé si has tenido lapsos de consciencia. Quisiera saber quién dejo esas flores junto a ti. ―continuó―. ¡Demonios, Sophie! Necesito saber si Nate te hizo algo mientras estabas aquí sola.

Los sollozos de Katherina se hicieron cada vez más incesantes.

Necesito saber si me escuchas. ―escondió su rostro bañado en lágrimas encima de las blancas sábanas. El dedo índice de la mano izquierda de Sophie se movió ligeramente sobresaltando a Katherina en la silla junto a la camilla. La sonrisa aperlada adornó el rostro de la chica, la esperanza llegó con la fugaz reacción de su mejor amiga.

Tengo tantas cosas que contarte. No te imaginas cuanto te necesito, amiga mía. ―Comentó aún sosteniendo la mano de Sophie―. Siento que estoy perdiendo todo, ni siquiera sé, si lo que tengo me pertenece. Han sido los peores cuatro meses de mi vida, y sin duda, siento que ya no hay nada peor que pueda ocurrir. Hace un día me enteré de lo peor que pudo pasarme...―Se detuvo unos instantes―. Dime...―comenzó nuevamente observando los dedos de Sophie―. ¿Cómo reaccionarías si te enteraras que toda tu vida es una farsa elaborada por las personas que más quieres? ¿Cómo reaccionarías si te enteraras por un diario de vida de un tipo que ni siquiera conoces, que eres adoptada? Qué tu madre biológica era un demonio y que probablemente...―rompió en llanto―, yo también lo sea.

El Susurro del Diablo Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora