La última jugada

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El silencio eterno, reina entre las sombras del abismo destructivo, el canto del ave de la muerte se apaga cuando la oscuridad llega opacando incluso, la misma tiniebla.

Los recuerdos pasan como torbellinos acusadores en los mares de mi mente. Una voz me habla; muy, muy lejana, me avisa que estoy bien, que no hay nada que temer y que pronto estaré devuelta, sin embargo, yo no sé de qué habla.

Las voces reaparecen, y no hay nada que pueda ver, aun con mis ojos bien abiertos; pero ellos me acompañan y me cuentan la historia; la historia de mi vida, la vida que comenzó antes de yo vivir, y justo en ese momento supe que hacer, por instinto; por voluntad y convicción.

El aire entró a mis pulmones quemando mi garganta en el proceso, me sentí muerta y de regreso a la vida, como si no hubiera estado en este mundo por un buen rato. Mis ojos irritados comenzaron a lagrimear, y aquel líquido salado y transparente bajó por mis pálidas mejillas reflejadas en un espejo que llegaba del techo al piso, en un cuarto amplio y vacio: blanco a donde quiera que mirase, mi cama cubierta de sábanas blancas y una mesa metálica aproximadamente a dos metros de mí, era lo único que habitaba aquella habitación. La puerta tuvo un sonido mecánico al abrirse, y sin espera la figura de Jake apareció, esbozando una sonrisa reparadora, que tranquilizaba al mismo diablo. Le seguía Eurielle y con ella la calma regreso a mi cuerpo.

―¿Qué pasó? ―pregunté― ¿Qué es este lugar?

―Estás en mi casa ―contestó Jake.

―¿Qué pasó, Katherina? ―me interrogó Eurielle― ¿Pudiste ver algo?

―¿Algo como qué? ―inquirí confundida. Pero luego recordé lo que había sido testigo mientras estuve dormida.

―Alguna pista ―agregó Jake a las palabras del ángel.

―No pude ver nada ―contesté y ambos formaron la decepción en sus miradas―, pero las voces me guiaron.

―¿Qué voces? ―interrogó Jake

―Jake, eso es lo de menos. ―me senté en la cama dispuesta a levantarme.

―¿Al menos recuerdas lo que ocurrió antes de que llegaras aquí? ―me preguntó mi tío.

―No. No creo que no ―por más que intentase recordar lo que ocurrió antes de quedarme dormida, no podía―. Quiero ver a mis padres, y a mis amigos.

Un alarmante silencio se hizo presente.

―¿Qué? ¿Qué pasó? ¡¿Le pasó algo a mis padres?!

―Perdimos contacto con ellos desde la noche del Samhaín ―contestó Jake.

―¿Qué? ¡Espera! Lo dices como si hubieran pasado días.

―Estuviste dormida por cuatro días, Katherina ―explicó Eurielle―. No podimos despertarte.

―¿Y no han sabido nada de nadie durante cuatro días?

―Hemos estado buscando, pero no podíamos dejarte sola ―me explicó el ángel mirándome con detenimiento―. Gabriel y un escuadrón de mis hermanos han estado luchando con los demonios que llegaron al pueblo.

―¡Gabriel! ¿Te refieres a...ese Gabriel?

―Si. El Arcángel Gabriel, mi hermano ―contestó.

―¡No puede ser! ―exclamé―esto está peor de lo que pensaba ―hablé entredientes.

―Sería peor si tú no hubieras despertado ―aclaró Eurielle.

―¡Basta de charlas! Tenemos que encontrar la manera de vulnerar a los jinetes ―Jake se paseó entre nosotros, cuando yo me ponía de pie.

―No será necesario, ya sé todo lo que tenemos que hacer.

El Susurro del Diablo Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora