Soy yo o el Apocalipsis

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Minutos más tarde, Katherina caminó por el pasillo regresando al cuarto, al doblar, se cruzó con Melany quien iba hacia la cafetería.

―¡Mel! Creí que estabas durmiendo aún.

―Voy a la cafetería por un café y algo para comer.

―Siempre te ha gustado comer de noche.

―¿Me harías compañía? No me gusta estar sola en lugares grandes, menos cuando hay tanto silencio.

Aceptó la invitación de la rubia, y al llegar, Melany la convenció de comer algo, así que, tomaron asiento y se sirvió cada una su taza de café acompañado de unos croissants.

―Kat, yo necesitaba hablar contigo sobre lo que me dijiste ayer por la tarde, cuando yo estaba...―hizo una pausa mirando sus dedos deslizándose en la orilla de la taza―...ya sabes, cuando estaba...

―Apuntando con una pistola a la madre de Sophie ―terminó la frase de su amiga.

―Dijiste que conocías mi secreto.

Katherina, que reposaba su espalda en el respaldo de la silla, se inclinó hacia la mesa, apoyando sus antebrazos cruzados uno al otro, observando a su amiga, dispuesta a contestar la pregunta con total honestidad.

Tomó aire y dio un sorbo a su café.

―Cuando desaparecí durante esos días después del Samhaín, estuve sumergida en un letargo por cuatro días. Jake, mi tío, me mantuvo a salvo, esperando a que yo recobrara la consciencia.

―¿Qué pasó realmente? ―preguntó Melany― ¿Qué tiene que ver conmigo?

―Esos cuatro días fueron cruciales para mí y el destino de todos.

Marie Anne se presentó ante mí y reveló todo lo que aconteció hace seiscientos años y todo lo que ocurriría a mi alrededor.

Bueno, por lo que me doy cuenta, es que, solo me reveló ciertas cosas ―aclaró tragando saliva―, porque nunca me dijo nada sobre mi madre y su enfermedad.

Conozco parte de tu infancia ―la miró nuevamente―, sé sobre tu padrastro; los maltratos a los que sometió a tu madre y a ti, y la terrible decisión que tuviste que tomar una noche de junio para cobrar venganza.

Melany subió la mirada hasta los ojos de su mejor amiga, secó una lágrima que apenas comenzaba a salir, desviando su mirada con precaución. Se tomó un segundo antes de gesticular palabra.

―Mi madre lo conoció cuando mi madre tenía seis años, lo contrató en su empresa para el cargo de gerente de Recursos Humanos, eso fue dos años después de que mi padre muriera.

Hizo una pausa con la mirada perdida.

―Se casó con él casi un año después. Siempre se mostró como un hombre ejemplar. Era cariñoso con mamá y a mí me cuidaba como si fuera su hija, sin embargo, con el pasar del tiempo; el cambió y mucho, se volvió sombrío, deseaba el éxito que mi madre tenía, comenzó a odiarla y con ellos llegaron los golpes; los maltratos psicológicos. La alejó de la empresa y sus amigos, tomó el control de todo, incluyéndome.

Pronto dejé de ser una niña y el vio en mi a una mujer, me acechaba donde fuese, me amenazaba de que, si no le permitía tocarme; él le haría daño a mi madre, para cuando eso pasó yo tenía trece años.

Katherina tomó la mano de su amiga, al notar lo difícil que era para ella contar su historia.

―Fueron cinco años de maltratos y abusos de su parte. Hasta que, la noche de un 2 de junio, él terminó con la vida de mi madre. La lanzó del balcón del segundo piso de la mansión.

El Susurro del Diablo Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora