Revelaciones

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Narra Katherina Warren. Dos semanas antes de la abertura del tercer sello.

Un proverbio chino dice: "No puedes guiar el viento, pero puedes cambiar la dirección de tus velas." Así que, quizás no pueda cambiar mi destino, pero si revelarme ante él.

El raciocinio proviene del dolor. El dolor busca siempre las causas que lo originaron. El dolor es agonía, es pérdida, el dolor es constante cuando estás solo; pero es lo único que no te mantiene quieto, el dolor es lo único que te permite mirar hacia atrás y entender las causas que te condujeron hasta ese tan pecaminoso lugar.

Podía oírlo otra vez, el susurro ondulante de aquel que no conocía; de aquel que no podía ver, él que de mil voces se transformó en una. Ha pasado tanto tiempo y aún permanece a mi lado. Como la goma de mascar; cuando la pisas, la llevas a donde quiera que sea y aunque la saques, siempre deja residuos. Sin embargo, la necesito; porque es lo único que marca la diferencia entre mi vida real y mis sueños.

Pasé mi mano derecha por la almohada a mi lado en la cama, su aroma permanecía intacto. Era lo único que me quedaba de Daniel. Sorpresivamente todas nuestras fotografías desaparecieron de mi teléfono, no tengo para que especular. De seguro fue él, incluso así, no tenía derecho a hacerlo, o quizás...sí.

Como cada noche, me dormí llorando y esta vez no supe en que momento concluyó lo que, hasta ese entonces, conocía como realidad. Con mis ojos aún cerrados, pude reconocer un pequeño resplandor dorado a través de mis párpados, que con el pasar de los segundos fue tomando más fuerza; agrandándose, copando por completo mis ojos al punto de molestarme. Lo más extraño, es que aún podía oír el susurro, pero algo me decía que ambas cosas que podía ver y escuchar, provenían de diferentes lugares.

Mis ojos se abrieron, no producía ardor, no encandiló mi mirada incluso cuando intenté ver más allá de lo que esa luz producía. El susurro desapareció en algún momento que no pude percibir. ¡No!, mi atención estaba puesta plenamente en ella. Poco a poco la luz fue apagándose tomando la figura corpórea de alguien ante mí, lo que por un breve instante me causó escalofríos.

―No tengas miedo ―de manera automática me apaciguo, y fue cuando pude ver su rostro. No había ni palabra ni obstáculo que le impidiera irradiar la perfección―, he venido aquí para protegerte. Estoy aquí para calmar tu dolor ―aclaró con melodiosa y temible voz. Sus cabellos largos, que más bien parecían el mismo fuego, ojos grandes como dos zafiros incrustados en su piel que parecía de mármol. Vestía ropas blancas como de acero, y un cinturón de oro que brillaba con el destello del sol en su estilizada cintura.

Sus manos blancas y delgadas estaban entrelazadas y levemente apegadas a su bajo vientre, mientras como si de mi madre se tratara; me observaba con una inconmensurable tranquilidad, que caló hondo en mi ser.

La luz se apagó por completo cuando sus majestuosas y blancas alas se abrieron enormes, al punto en que mi vista panorámica se hizo pequeña; y la noche se hizo día, y la oscuridad no reinó más. Inició dos pasos hacia mí, y yo permanecía quieta como un árbol de firme raíz. La luz del sol fuera de mi cuarto, me permitió verla en todo su esplendor. Siempre creí que los ángeles eran hombres, pero ella acaba de cambiar mi concepto sobre eso. Pense para mis adentros.

―¿Quién eres? ―musité con mis ojos enlazados a los de ella. Y se quedó un cuarto de segundo observándome detenidamente.

―Mi nombre es Eurielle, soy un ángel del señor ―se presentó, posando su rodilla derecha en el piso alfombrado de mi cuarto, y su cabeza inclinada hacia abajo. Subió su mirada hasta la mía, mostrando cómo sus iris pasaron de representar una piedra preciosa, al puro fuego glorificado. Se levantó dejándome un centímetro más pequeña, y entre sus manos apareció un gran libro de tapas duras como la piedra y en ellas llevaba inscrito un símbolo similar al árbol de la vida, junto al triskel celta y signos enoquianos.

El Susurro del Diablo Libro IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora