Capítulo 3

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Wess mantuvo su cabeza en alto. Sus ojos ardían, su garganta estaba cerrada, sus dedos estaban ensangrentados de tanto que había roto sus uñas. No lloraría. Llorar estaba penado por la ley, y él merecía mucho más que lágrimas. Sus padres habían preferido no presentarse al servicio.

—Que la magia guarde a tu hermano.

Sintió una vena latir en su cuello al reconocer aquella voz. El joven que se detuvo a su lado llevaba el uniforme de un oficial, pero ella podía ver más allá del engaño. El cabello blanco, la piel igual de pálida, sus ojos sin color alguno. Demasiado alto y delgado también, luciendo casi enfermo bajo la débil luz del día gris. Wess no recordaba tiempos en que personas como él habían sido alabadas casi como si fueran santos, pero tampoco había sido tan atrás como para que el pueblo lo olvidara del todo.

—¿Cómo te atreves a aparecer por aquí? —ella frunció su nariz sin ocultar su desprecio.

—Al contrario de lo que crees de mí, no pienso que merezcas el dolor que estás sintiendo ahora mismo. No mereces esta pérdida. Lo siento.

—¿Por qué? —Wess giró y lo empujó con ambas manos sin poder contenerse más—. ¿Por qué lo sientas, Kira? ¿Por matar a mi hermano? ¿Por lo que le hiciste al otro? ¿Por quién te estás disculpando?

Sabía que estaba gritando, pero el cementerio estaba vacío a excepción de ellos dos. Nadie iría al funeral de un soldado, sin importar cuan bondadoso y cálido su hermano hubiera sido. Nadie había visto más allá del uniforme y la horrible ley que representaba. Nadie más que ella recordaría los sacrificios que había hecho por el bien de su familia.

Empujó a Kira con ambas manos, golpeándolo en el pecho para obligarlo a retroceder. Quizás su magia fuera más poderosa, pero ella era más fuerte. ¿Cómo se atrevía él a presentarse frente a la tumba de su hermano? Él debería estar en ese agujero de tierra, no su sangre.

Las lágrimas ardían en sus ojos. Sus dedos dolían por la sensibilidad de las cutículas lastimadas. Su pulgar estaba sangrando de nuevo y supurando algo amarillo. Lo odiaba. Lo odiaba como jamás había odiado a alguien. ¿Cómo podía estar él tan tranquilo? ¿Cómo su rostro se mantenía tan impasible? Kira ni siquiera se despeinó mientras aceptaba sus golpes.

—Era un enemigo de la libertad —dijo él.

—¡Era mi hermano! —gritó Wess con su voz desgarrada por el dolor.

—Era un soldado, y en una guerra siempre habrá muertes. Él sabía el bando que había escogido y lo que implicaba. En un régimen autoritario, no tomas el lado del opresor.

—¡Lo mataste! ¡Tú y tus malditos rebeldes lo mataron! ¡Se llevaron a mi chico!

—Fue un accidente —él atrapó sus muñecas para detenerla.

—¡Fue intencional!

—Wessa... Wessa... ¡Wessa, escúchame! —gritó Kira finalmente y ella calló enseguida al sostenerle la mirada—. Sabes que jamás le hubiera disparado a tu hermano, nunca haría algo que pudiera dañarte. Sabes que soy incapaz de lastimarte.

—¿Entonces por qué permitiste que sucediera?

—Fue una redada. El enfrentamiento fue inevitable. Ni siquiera sabía que él estaba allí.

—¿Y qué hay del otro?

—Perdí a Kohl en la redada, y necesito encontrarlo. Tú puedes ayudarme con eso. ¿Verdad?

Ella sintió su ira regresar en una oleada. ¿Cómo no sabía dónde estaba Kohl? ¿No había sido suficiente con poner a hermano contra hermano en bandos distintos? ¿Acaso solo se había acercado para buscar al otro? Gritó con furia, golpeándolo con fuerza hasta hacerlo caer. Sintió la gravedad arrastrarla a ella también, Kira decidido a no dejarla ir.

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora