Capítulo 30

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No había esperado que la libertad fuera tan dolorosa. Vestida como una persona normal, Key casi extrañó su camiseta de hospital para evitar hacerle frente a la dura realidad. Nana le había llevado un cambio de ropa esa mañana al recibir el alta, un largo abrigo de cashmere considerando el frío del exterior y su bufanda negra favorita. Nana insistía en la importancia de las prendas bonitas y favoritas para sentirse cómodo.

Y Key se había sentido así, hasta que había terminado en la oficina del señor Wayton sentada frente a él. El hombre lucía incluso más pálido que ella, los arcos bajo sus ojos tan oscuros como su bufanda, cualquier vida eliminada de su rostro. De niña, ella había odiado la palabra huérfana, Nana la había reprendido al decirle que debía apreciar las palabras sin importar su significado. Existía un nombre para lo que ella era, porque su dolor era capaz de ser medido. No existía una palabra para un padre que había perdido a su hija, ese dolor no era capaz de ser medido.

—Lo siento —murmuró Key sin ser capaz de mirar el acusatorio formulario de baja de la Agencia sobre el escritorio, Gia había llegado a completarlo.

El señor Wayton no respondió. Ni siquiera entendía qué hacía él trabajando, supuso que sería su modo de lidiar con el dolor. Cada persona tenía una forma distinta de lidiar con su pérdida. Él sacó un vaso junto con una botella de whisky de un cajón, ella apenas se contuvo de mencionar que iba contra las reglas beber estando en servicio.

—Ella no lo hizo. El brujo blanco...

—¿Has visto por tu cuenta el efecto del poder de ese brujo? —preguntó el señor Wayton sin emoción alguna en su voz.

—No.

—Entonces no puedes garantizar nada.

—Pero Derek...

—No quiero oír más al respecto. No estamos aquí para hablar de mi hija, Keira.

—La conocías tan bien como yo. No dejaré que ensucien su nombre al decir que lo hizo porque no pudo tolerar la vergüenza de su decisión. Ella hubiera peleado. Era lo que deseaba y nadie hubiera podido hacerla entrar en razón o dudar.

—Ella debería haber estado en su casa, descansando —el señor Wayton la miró duramente.

—¿Crees que no me siento culpable? ¿Que no he llorado su pérdida hasta quedarme sin lágrimas? Pero el mejor modo que conozco de honrarla, es siguiendo esta lucha. Sé que han abierto un expediente sobre el brujo blanco, quiero participar.

—No es tu caso.

—Soy quien lo descubrió —insistió Key.

—Y se pidió explícitamente que no formaras parte.

—¿Quién solicitó tal cosa?

—Una persona cuya colaboración excede a la posible que tú puedas dar. Se priorizó su participación.

—Soy una agente.

—Y como tal, retomarás tu deber habitual —el señor Wayton deslizó un sobre marrón en su dirección—. Permiso y pasajes. De ahora en adelante respondes a Japón, no tienes nada más que hacer en esta oficina.

Ella abrió el sobre solo para comprobar su contenido. Era lo mejor, y lo más seguro. Para Anton y Pip, y para ella también. Así evitaría cualquier posible juicio por no haber cumplido su licencia, por lo sucedido con Gia, incluso por negarse a dar todos los detalles que el caso implicaba. Nadie sabría del pliegue del Mall. No era lo que hubiera preferido, pero debía cumplir con su deber y proteger a los brujos con su silencio.

—No debiste haberme mentido sobre mi hija —dijo el señor Wayton.

—Ella te iba a decir.

—Será tratada como una desertora por haber completado el formulario. Murió en deber, y no puedo ni enterrarla con sus familiares.

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora