Capítulo 15

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Se sentía tan agotada. Tanto, que ni siquiera se molestó en discutir cuando Gia se negó a abandonar el sillón de la sala y decidió almorzar allí, ni cuando Anton cogió dos platos y se encerró en su habitación junto a Pip, tampoco cuando Nix desapareció escaleras arriba murmurando algo sobre no tener hambre tras haber cubierto su tarea de ese día.

Mentirosos, todos ellos lo eran, y Key lo sabía bastante bien, pero su cuerpo estaba demasiado roto como para intentar poner orden. Gia no moriría por caminar hasta el comedor, Anton necesitaba empezar a mostrar respeto, y Nix debía tener hambre aunque su estómago pudiera aguantar semanas con migajas tras su vida en Ashdown. Pero su padre le había dicho que, a veces, la astucia estaba en permitir que los demás creyeran haberla engañado.

Inspiró profundamente, intentando mantener pensamientos positivos mientras veía a Gia apuñalar su tazón de onigiri con un tenedor. Luchó por no mencionar cómo los granos de arroz caían fuera del plato. La comida no estaba destinada a ser servida en la sala. Pero su amiga estaba incluso peor que ella, y esa mañana no tenía ni energía para esforzarse por pedir orden.

—No entiendo cómo lo haces —protestó Gia.

—Práctica —Key cogió un poco de arroz con sus palillos y se lo llevó a la boca.

—No es justo.

—Todos nacimos con dotes distintos. Tú puedes noquear a alguien de una patada, yo puedo comer onigiri con palillos.

—¿Vamos a seguir ignorando el hecho de que tienes un brujo viviendo en el piso de arriba?

—Convivo con dos desde hace años.

—Niños. Este es mayor.

—Nana lo envió, le renté una habitación porque necesito el dinero, ayuda en la casa. No veo el problema.

También era un inmigrante ilegal y hacía magia prohibida, pero a pesar de lo que todos creyeran, Key sí sabía mentir cuando sus planes lo requerían. Amaba a su amiga, pero ella jamás lo entendería, del mismo modo que jamás iría contra Nana si decía que era la responsable. Nadie en su sano juicio iría contra esa mujer.

—Es un mentiroso compulsivo —declaró Gia.

—¿Ahora eres psicóloga como tu padre?

—No hace contacto visual al hablar. Solo los mentirosos no enfocan su vista al hablar.

—A Nix también le molesta la luz como a mí, ojos sensibles.

—¡Aja! ¡Entonces admites que te molesta!

—No es el punto.

—Tienes que usar tus lentes.

—Y tú tienes que conseguirte un mejor pasatiempos que decirme eso a cada oportunidad.

—Sigue siendo mejor que tu obsesión por los bebés mutilados.

Suspiró, ese era un asunto en el que prefería no pensar hasta no lidiar con el brujo arriba. Había cosas más urgentes de momento, como conseguirle a Gia otra insignia. ¿Pero cómo justificar la pérdida de la primera? La única razón por la que Key la había aceptado esa mañana, además de su impecable educación, cuando había aparecido en la puerta de su casa pidiendo a gritos una explicación, era porque su amiga se había quedado sin protección alguna. Y a pesar que Key no dudaba que su casa debía tener protecciones también, su insignia no había funcionado la noche anterior, y ella confiaba más en sus mamoris.

—No deberías haberme seguido —Key miró su pierna, allí donde sabía que la herida casi le había costado la vida.

—Me pediste los horarios de las guardias, siempre que haces eso es porque planeas hacer algún negocio no muy correcto con brujos.

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora