Capítulo 20

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No lo había dicho en broma. Había sido cuestión de un simple mensaje a la persona correcta, para conseguir al instante una cita con el mejor psicólogo de la Agencia. Y, aunque la renuncia era tan sencilla como completar un formulario, solo un psicólogo podía proporcionarle ese documento tras una cuidadosa evaluación para comprobar que no se arrepentiría.

Le sonrió al señor Wayton cuando él finalmente la hizo pasar. Esperaba que Nix no tuviera ningún inconveniente mientras la esperaba en el café de la esquina. Él era quien insistía en que debía descansar, ella tenía mucho que hacer como para quedarse en cama, parecía un punto medio que la acompañara para asegurar que no se metiera en problemas. Extraño, considerando que ella nunca había necesitado escolta.

—¿Estás mejor? —preguntó el señor Wayton—. Tu abuela me comentó de tu accidente.

—No fue una buena noche.

—Tienes que ser más cuidadosa.

—¿Qué exactamente te comentó Nana?

—Saliste con Gia y...

—Estaba sola. Creí ver a Derek —Wayton calló enseguida al escucharla, Key se encogió de hombros—. Lo perseguí, no vi bien, me di un buen golpe. Lo de siempre.

—¿Estás segura que era Derek Bower?

—¿Cómo podría saberlo? Mi vista es un asco de noche, todos lo saben.

—Deberías haber alertado a un agente.

—No llevaba mis lentes, no tenía modo de estar segura si era él.

—Podría haberte hecho daño de haber sido él. Es un paciente sin medicación, no es seguro estar cerca.

—Oh, lo sé, intentó matarme cuando dormí con él —se apresuró ante la cara de espanto del señor Wayton—. No, no en ese sentido. Es decir, yo quería, pero Derek no. Solo me veía como amiga. Pero me dijo que necesitaba un lugar donde pasar la noche y compartimos cama. Estábamos riendo y contando historias hasta que me quedé dormida. Lo próximo que recuerdo, me desperté a tiempo para evitar que me apuñalara.

En realidad, se había despertado a tiempo para perder un dedo, aunque el daño podría haber sido peor de no haberlo hecho. Había cogido la mano de Derek para evitar el siguiente tajo, y el cuchillo se había incrustado en el respaldo de su cama. El forcejeo le había costado un mechón de cabello y dejarle huir de su casa antes de ir tras él, dedo en mano. No había sido una buena noche. Tampoco creía ser capaz de volver a compartir cama con alguien tras esa experiencia.

—¿Cuándo sucedió eso?

—La noche antes que asesinara a sus padres.

Una mentira, había sucedido semanas después, cuando Key lo había encontrado y creído su mentira sobre que estaba siendo incriminado. O tal vez Derek en serio lo creía. ¿Era una mentira si él estaba convencido de otra realidad? No era como si ella pudiera admitir que había ayudado a un fugitivo en su momento, prefiriendo confiar más en él que en los hechos.

—¿Y por qué no avisaste?

—Él a veces tenía estos momentos en que actuaba distinto, aunque nunca tan violento. No es un buen recuerdo. Tampoco quiero presentar una denuncia en su contra. Conoces su historial clínico mejor que cualquier otro. ¿Era consciente de sus actos?

—No puedo compartir esa información contigo.

—Es un fugitivo peligroso.

—Fue mi paciente, y no puedo divulgar nada al respecto.

—Creo que no lo era. Decía que escuchaba voces cuando no estaba conmigo, pero a veces tenía ataques y actuaba de un modo extraño, como si no fuera él, solo para no recordar nada luego. ¿Estaba loco? ¿Qué clase de enfermedad mental causa eso?

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora