Capítulo 13

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Ella estaba hecha un desastre. No era como si él pudiera juzgarla. Después de todo, se suponía que estaba cargando a su amiga más cercana herida, o al menos lo que Nix imaginaba que era considerando que se trataba de la única persona que había visto reunirse con Key desde que la conocía. El pulso de la otra reguladora era demasiado bajo, pero supuso que no serviría de nada comentar tal cosa. Key tenía una mirada frenética mientras cogía su estilete por el filo para mantener el torniquete y sostenía dos dedos contra el cuello de la otra chica para controlarla.

Ella sentía el dolor, tan solo no lo mostraba. Igual era admirable. Él llevaba tanto tiempo sin sentir dolor, que ni siquiera notó que estaba sangrando hasta que salió del vehículo y vio la sangre en el asiento. Supuso que la quemadura debió haber sido tan grave como para alcanzar su piel entonces.

Key ya estaba delante de una botica, pidiendo a gritos que le abrieran. Nix se acercó hasta la ventana del conductor e hizo aparecer un puñado de billetes de cien en sus manos. Los ojos del hombre se abrieron con ambición. Humano o brujo, en el fondo todos eran igual de fáciles de callar.

—Aquí no pasó nada, sigue con tu vida.

Tiró los billetes dentro del vehículo. El hombre ni siquiera se despidió al momento de huir. Maleducado. Podría darle en ese mismo instante una lección sobre modales... O dejarlo pasar. El mundo humano tenía otras reglas. Tuvo que repetirse que allí no era nadie, aun cuando sería tan sencillo cambiar eso.

Podía sentir el cosquilleo en la punta de sus dedos, la magia pidiéndole por más. Su piel seguía sin marca alguna. ¿Por qué?

Key ya estaba dentro. Podía escuchar sus gritos desde la calle, las luces ya estaban encendidas. No le quedó más opción que seguirla, al menos sería más entretenido que esperar fuera. Era un lugar interesante, lleno de objetos extraños que podría encontrarles un uso de seguro. No pudo mirar con tranquilidad.

Sintió el ataque sin necesidad de girarse. Saltó, y sus pies encontraron el techo. Había extrañado que el mundo respondiera a su voluntad. Arriba era abajo, abajo era arriba. El brujo con el pijama de seda lo estaba insultando, pero la voz de Key era más dura al mandarle. Nunca la había oído así. El brujo terminó por ceder y coger a la chica para llevársela.

Nix suspiró al no encontrarle interés y se sentó. Miró uno de los muchos libros sobre su cabeza. De un giro de muñeca, consiguió que el tomo volara a su mano. Le gustaba dar vuelta su centro de gravedad, allí las cosas siempre estaban ordenadas y pacíficas. Podía escuchar la agitada respiración de Key al otro lado, su mirada fija en la dirección en que su amiga había desaparecido.

Su aro destellaba al captar retazos de luz. Parecía coherente que ella cargara protecciones consigo también. Había notado su singularidad el primer día, y ahora que su magia había regresado, incluso podía olfatearla. Deseaba poder tocarlo, solo para comprenderlo mejor, pero estaba seguro que el metal le quemaría en su estado actual.

Abrió el ejemplar para distraerse. Basura. Hechizos demasiado simples y normales a juzgar por las imágenes, incluso cuando su portada aseguraba lo contrario. El brujo dueño regresó. Nix lo miró sobre el libro con desconfianza. Su cabello era plateado, sus ojos también, el color de aquellos besados por la luz, aunque no era ni de cerca tan poderoso como debía creerse.

—Apenas bajes de ahí, te echaré de mi tienda.

—Inténtalo si quieres —Nix pasó de página—. No tengo interés en causarte problemas, cuzac.

—Él no importa ahora mismo —Key aceptó la taza de té que el brujo le entregó—. Lo tengo bajo control.

—No puedes controlar a un umbrus. Te pareces a tu padre. ¿Te lo han dicho?

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora