Capítulo 10

4.6K 645 77
                                    

El día era un asco.

Más allá de que Key difícilmente había logrado conciliar el sueño, su cuerpo se sentía demasiado agotado todavía, el grito de acusación de la madre ante la muerte de su niño seguía retumbando en sus oídos, la humedad era insoportable y había esponjado todo su cabello. El frío por fin había recordado que Washington existía, y había llegado acompañado de días nublados, algo que Key agradecía tanto como odiaba.

Supuso que todo el mundo sería así, añorando aquello que no podía tener. Su cuerpo agradecía la frescura y protección del clima, pero en el fondo ella ansiaba la luz solar. Había pasado demasiados días de verano junto a Gia, observándola tomar sol desde la protección de su sombrilla, preguntándose cómo se sentiría poder maquillarse cuanto deseara y no gastar fortunas en cremas.

Odiaba el bosque, eso era seguro, su visión tan solo trayéndole malos recuerdos antes del accidente. En todos los cuentos, la niña que entraba sola al bosque, nunca terminaba bien. Pero Gia vivía fuera de la ciudad, donde su padre creía era más seguro y alejado de cualquier comunidad mágica, y al menos en esa ocasión, Key necesitaba visitar la residencia Wayton.

Además, siendo honesta, no estaba de ánimos para tratar con nadie más. Se había despertado antes que amaneciera solo para partir sin tener que cruzarse a nadie. Había corrido todo su camino hasta las afueras, y luego caminado para recuperar el aire. No había modo que fuera a subirse a un auto. Llevaba una buena racha sin hacerlo, y no la rompería. Un miedo tonto, uno bien justificado también.

Se quitó sus auriculares al llegar. Tanteó su cintura en busca de su estilete, su fiel compañero era más útil que cualquier charla de confianza. La casa de Gia era impresionante, moderna y sobria, llena de líneas rectas de concreto y grandes piezas de vidrio. Ella abrió, tras cinco eternos minutos de llamar a su puerta y gritar su nombre.

—La criada se ha tomado el día —dijo a modo de explicación tras dejarla entrar—. Algo sobre que hoy su hijo está enfermo o alguna tontería así.

—¿Sabes que solo porque te sobra el dinero no tienes que comportarte así?

—Tal vez de este modo papi me preste atención —respondió ella pestañeando muchas veces y Key suspiró.

—Tu padre te ama y malcría a más no poder con su atención y cariño.

—Lo sé, pero igual es divertido —ella le guiñó un ojo al subir las escaleras—. Le he dicho que se tome dos días por si el chico no mejora. Solo no menciones que tengo corazón, o mi padre podría volver a tener esperanza en nietos.

—O pareja.

—Que Hansel no lo permita.

Key rió sin poder evitarlo, a veces no sabía cuánto era dramatismo y cuánto sinceridad de parte de Gia. Al principio no lo había entendido, luego había aceptado que algunas personas simplemente no deseaban pareja o sentían deseos sexuales. Estaba segura que la vida sería más simple de ese modo, no podía decir lo mismo en su caso.

—Estoy segura que Hansel debe tener cosas más importantes que hacer que protegerte del contacto humano.

—Quien se atreva a ponerme en segundo lugar merece toda mi ira.

—A esta altura creo que has dicho que casi todo el mundo merece tu ira.

—Ellos se lo buscaron. ¿Tú por qué luces como la mierda?

—Nana me dio uno de sus encargos anoche.

—No parece que haya salido bien.

—¿Alguna vez lo hacen?

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora