Capítulo 2

8.1K 909 130
                                    


Tenía que haber algo mejor que hacer.

De pie en medio del ático, estaba convencida que debía haber una mejor solución. En algún momento, durante su entrenamiento, había decidido que esa sería su oficina. Un sitio donde Anton no pudiera acarrear su malhumor y Pip tuviera alejada sus traviesas manos. Con solo diez años Key se había puesto manos a la obra, corriendo todas las cajas llenas de objetos inútiles y limpiando todo hasta dejar un espacio de trabajo decente.

El ático era triangular, con un muro lleno de sus pistas actuales en lo relacionado con Derek Bower y otro con las muertes infantiles. Un tercer muro era puro vidrio, el sol filtrándose débilmente dentro. Le gustaba creer que de pie allí, podía visualizar todo. Su padre le había explicado sobre la importancia de poder ver sus pendientes y organizarse. No era como si Derek Bower fuera su caso, pero considerando que estaba en problemas por no haber podido atraparlo y él le había cortado su meñique...

Parecía justo entonces tomárselo como algo personal y desear un poco de venganza. Si no tuviera un punto que mantener al no dejar a los hermanos solos, ya mismo saldría a intentar rastrearlo aunque supiera que era en vano. Derek era demasiado inteligente, no había modo que siguiera en Washington, ella incluso sospechaba que ni siquiera seguía en el mundo humano.

Su parte más infantil y sencilla deseaba creer que ambos casos estaban relacionados, Derek y los homicidios, y tirarle el asunto a la Agencia para que se ocupara. En su mente, incluso era premiada por descubrir semejante conspiración. No era tan ingenua como para creer que eso era posible.

Reconoció los pasos en las escaleras, no les dio importancia. La solución a todo tenía que estar allí en alguna parte, ella tan solo lo estaba pasando por alto. Tenía un mapa de la ciudad en ambos muros, hilos rojos conectando las fotografías de los distintos hechos con su localización exacta. ¿Entonces qué no estaba viendo?

Gia estaba sentada en el suelo, sus piernas cruzadas. Su simple móvil le bastó para hackear el sistema de audio y poner música. Key se dio vuelta enseguida, y solo se abstuvo de insultarla al ver a Pip sentada a su lado, la niña apenas cabiendo en sí de su emoción y dando pequeños saltitos en su lugar.

—¿Qué? —Gia explotó un globo de goma de mascar—. Estás comenzado a lucir como esas viejas locas de las series.

—No soy una vieja loca.

—No, simplemente loca —ella bajó la mirada a su teléfono—. ¿Entonces? ¿Cómo fue hoy?

Cuando la había conocido, Key había odiado su modo de ser, ahora sabía que Gia tan solo tenía un modo de conectar con otros distinto a los demás. Por empezar, no podía mantener sus manos quietas al momento de prestar atención, y mientras algunos consideraban que el uso de su móvil era irrespetuoso, Key sabía que nunca la escuchaba tanto como cuando ocupaba sus dedos en este.

En algún momento de la adolescencia, las discusiones habían dado paso a la amistad. Le gustaba Gia, era auténtica, se atrevía a ser ella misma y eso era algo que Key admiraba sobre cualquier cosa. La mitad de su cabeza estaba rapada, la otra tenía un cabello corto que caía de lado sobre su rostro. Su maquillaje excesivo y su ropa de rockera ese día le daban un aire peligroso opuesto a la chica intelectual que en realidad era.

Pip era otro asunto. Una niña con su vestido de bailarina rosa y su muñeco de príncipe en una mano. Key había tardado en entenderla, los golpes de Nana habían tenido mucho que ver en su aceptación. Pero Pip era bonita, a su manera, aunque a veces Key solo veía a una versión más joven y arreglada de Anton con cabello largo.

—No de lo mejor —admitió Key con preocupación al fijarse en Pip.

—Es una chica grande, puede aceptar que sigues sin trabajo —respondió Gia—. ¿Verdad, princesa?

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora