Capítulo 24

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Fue el ruido de las primeras gotas de lluvia lo que lo despertó.

Anton abrió los ojos sin estar seguro de dónde se encontraba. La lámpara sobre su cabeza no dejaba de balancearse. No podía sentir su cuerpo. Sus dedos se hundieron en el suave tatami cuando los dobló, pero era como si no tuviera nada en sus venas. Por alguna razón, solo pudo pensar en Nix diciéndole que era un idiota por sacar la magia de él. Sonrió sin poder evitarlo, tenía razón.

Pip estaba arrodillada a su lado, mirándolo con preocupación. Anton levantó una mano con dificultad para alcanzar su mejilla. Pip nunca lloraba. Incluso cuando había estado corriendo con ella entre brazos, recubiertos de sangre y rodeados de horror, no había llorado. Qué niña tan valiente había pensado entonces, eso no había cambiado con los años.

—Perdiste mucha sangre —ella cogió su mano y besó sus vendas con cariño—. Eso no está bien.

—Lo está, si tú lo estás.

Baka —Nana apareció a su otro lado con un tazón de ramen—. ¿Pip, puedes preparar cha? Tendremos más invitados pronto.

Ella asintió con obediencia antes de ponerse de pie y partir. Nana lo ayudó con cuidado a enderezarse, apenas lo suficiente para que pudiera comer. Los demás solían decir que no había ningún parecido entre ella y Key, los rasgos demasiado marcados en una y suavizados en otra, la sangre diluida en dos generaciones, y aun así él siempre las había visto idénticas. El parecido estaba en los gestos. La vida había endurecido a Nana, pero su mirada era tan amable como la de Key cuando se trataba de ocuparse de otros. Sus manos tenían callos luego de décadas usando armas y no eran tan suaves como las de su nieta, pero eran igual de firmes al ayudar.

Era la primera humana que había conocido. Anton lo había sabido todo sobre ese mundo al momento de cruzar, sobre la Agencia y sus leyes, las distintas costumbres y su extraño idioma, y había sido igual de inútil. No era como si hubiera podido recurrir a alguien con sus ojos rojos y habiendo cruzado sin papel alguno. Pero ella había aparecido en su camino, como si hubiera llevado tiempo buscándolo, y sin dar explicaciones lo había acogido.

Había sabido luego, al espiar las discusiones entre ambas Feza, que ella posiblemente lo había estado buscando. Key le había reclamado por todas las noches que la había dejado sola sin motivo aparente. Nana había callado como siempre. Demasiados misterios resumidos en una sola mujer. Cuando él le había preguntado, ella solo había hablado de su dios.

Nana no tenía ningún sexto sentido, solo era respetada y eso, valía más que cualquier dios todopoderoso. Los brujos confiaban en ella, le contaban cosas, y era astuta como un zorro. Cual fuera la información, ella se las arreglaría para conocerla y la callaría del mismo modo.

—Nix guarda mucha oscuridad en su corazón y eso forjó su modo de ser, pero no implica que no deberías pedirle consejos respecto a tu magia —Nana sostuvo su cabeza para que pudiera comer bien—. Es el único que puede instruirte.

—No quiero consejos de alguien que no tiene respeto por la vida ajena.

—Juzgarlo tan rápido no te servirá de nada.

—Es capaz de cualquier horror, lo he sentido.

—¿Y crees que eso no lo hace más sabio que cualquier otro? Un hombre que conoce y acepta las atrocidades que es capaz de provocar, es más fuerte que aquel que las niega. Que puedas hacer algo no implica que lo vayas a hacer.

—No quiero ser como él —Anton empujó el tazón con molestia a un lado—. Sé en lo que brujos como yo se convierten con los años, él es la prueba.

—Debes comer para reponer fuerzas —Nana lo obligó a seguir tragando—. Tsukuyomi mató a una diosa inocente, para alimentar a toda la raza humana que estaba muriendo de hambre. ¿Eso lo convierte en un asesino? ¿Un héroe? No lo sé, solo sé que fue el único que se atrevió a hacer lo que nadie más se atrevía.

El ladrón de vidas (trilogía ladrones #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora