Sombra

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Le vendé la herida de la pierna como pude con un trozo de mi ahora destrozada sudadera, por suerte era superficial ya que la vara sólo la había rozado.

- ¿De verdad que estás bien?- me preguntó Aileen.

- Sí, no es nada de lo que preocuparse.

Calló durante unos breves segundos.

- ¿Puedo preguntarte algo?

- Claro.

- ¿Qué eres?

Ojalá pudiera contestar a esa pregunta.

- Eso es lo que me gustaría saber a mí.

- Pero... ¿eres lo mismo que Cannibal?

Eso es lo que más miedo me daba pensar, Cannibal y yo eramos iguales pero a la vez distintos. Los dos habíamos regresado de la muerte pero yo a diferencia de él me gustaba pensar que aún conservaba mi humanidad, ya que no había caído en la tentación de comer... eso, por ahora.

- Quién sabe- contesté, me levanté del bordillo de la acera dónde nos encontrábamos sentados-. Tengo algo que hacer así que tengo que irme.

Se levantó detrás mía.

- ¿Puedo ir contigo?

- No es algo agradable que ver- respondí.

- Me da igual, tampoco es como que tenga algún sitio al que volver.

- ¿Sólo tenías a Brodie?

- Sí, nuestros padres murieron cuando eramos pequeños y nos criamos juntos en las calles. Pero hace un tiempo conoció a Cannibal y decidió apartarme de su vida, quería encontrarlo esta noche para solucionar las cosas entre nosotros pero no tuve la ocasión- una lágrima recorrió su rostro-. Así que ahora no tengo nada ni a nadie.

- Entonces estamos los dos igual, abandonados en ninguna parte. Sin más que nosotros mismos en el día a día.

Tras aquel triste intercambio de palabras nos dirigimos a los callejones en busca del cuerpo carente de vida de Errol, el cual seguía en el mismo sitio y del mismo modo en el que lo había dejado antes de salir en busca de aquellos tres. Me lo cargué en la espalda y fuimos a la casa a la que antes había llamado hogar.

- Siento que mi hermano haya hecho esto- dijo Aileen mirando al suelo mientras andábamos.

- No te preocupes, yo también lamento no haber salvado a tu hermano a pesar de todo. Así ahora no estarías sola al igual que yo.

Llegamos a nuestro destino, cavé un gran agujero en el pequeño patio trasero de la casa y enterré allí a mi viejo amigo. Cogí dos palos y los amarré formando una cruz para que sirvieran de lápida a la tumba. Guardamos unos minutos de silencio.

- Siento no poder darte un entierro más digno- dije, como si aún lo viera allí, sentado a mi lado, mientras me contaba alguna de sus muchas aventuras.

Aguantando las lágrimas me levanté de allí y me dirigí a la puerta.

- ¿Qué piensas hacer ahora?- me preguntó ella.

- Pues... no lo sé la verdad. Imagino que buscaré otro sitio en el cual esconderme ya que aquí no me siento cómodo.

- ¿Y esconderte por qué?

- ¿Cómo que por qué? ¿No viste el rostro de Cannibal? El mío no se diferencia mucho del suyo. No creo que a nadie le agrade verme andar por la calle como si nada, a pesar de tenerlo cubierto con esta máscara. No me aceptarían.

- Yo si lo haría.

La miré, lo dijo sinceramente al igual que Errol cuando me conoció. Recordé entonces sus últimas palabras: "No repudies a la sociedad, ahí fuera hay gente que te aceptará como he hecho yo." Tal vez le estaba dando demasiada importancia a mi aspecto.

Cuando puse un pie en el callejón algo voló rápidamente hacia donde me encontraba, me agaché y pasó sobre mí rozándome la cabeza. Se quedó clavado en la pared, al observar lo que era pude ver que se trataba de un pequeño hueso que había sido afilado intencionalmente. Una silueta se movió en las sombras del callejón.

- No salgas- le dije a Aileen.

- Buenos reflejos- dijo el desconocido, al que no conseguía distinguir en la oscuridad.

- ¿Qué es lo que quieres?

- No te alarmes no vengo a hacerte daño, me han enviado para entregar una nota a Skull.

- ¿Skull? ¿Quién es ese?

Rió.

- Skull es alguien que ha aparecido de la nada y ha sido capaz de derrotar a Cannibal en su propio negocio en una sola noche, y cuya marca de identidad es la máscara de una calavera.

Se refería a mí sin ningún ápice de duda. Otro hueso como el de antes voló hacia mí, lo cogí en el aire y me di cuenta de que llevaba una nota atada a él.

- Ven a la dirección de la nota esta tarde a las ocho, y no tardes si quieres descubrir lo que eres.

Dejé de sentir su presencia, se había esfumado silenciosamente entre las sombras.

- ¿Qué pasa?- preguntó entonces Aileen, asomándose a la puerta.

- Que ya sé que tengo que hacer ahora- respondí.

Zead (reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora