Capítulo I: Un Nuevo Mañana.

973 21 0
                                    


Aquellos prójimos sobrevivientes a la batalla santa ayudaban unos a otros a sus semejantes con el propósito de reconstruir aquel santuario que fue destruido tras la fatal guerra del Hades. Con sus poderes fantásticos movilizaban objetos de mármol para armar nuevamente las sagradas doce casas que fueron dejadas atrás tras la desaparición de la diosa Atenea en la batalla contra Apolo y Artemisa. Se respiraba paz en el Santuario a pesar de que la falta de los líderes deseados causaba incertidumbre en el mando de aquellos atenienses de corazón. Sin Diosa presente, sin patriarca, sin caballeros dorados; la fatídica imagen de destrucción y olvido lucía en aquella zona de Grecia. Mas una última esencia se percibía: una sensación cálida, la misma que siempre era la última, pero la más persistente de todas y la más oportuna ante el desaliento de los soñadores: La esperanza de un nuevo mañana.

En una gran orilla con un profundo océano azul se observaban tres jóvenes sentados, cuyos rostros reflejaban la duda y la preocupación.

__ Han pasado dos años.

__ Seguimos sin tener rastro de Seiya y la señorita Saori. – dijo Shun bajando la cabeza y cerrando sus ojos.

__ Quiero creer muchachos. – Se paró el joven de larga cabellera negra. - Llegará el día en que regresarán juntos para guiarnos en nuestra misión y volverá a ser todo como antes.

__Sí, deseo lo mismo Shiryu, pero es desmotivador no tener pistas, a pesar de que los hemos buscado por todos lados. – Contestó el rubio joven.

__Hyoga...

__ Debe haber algo que no hemos prestado atención, algún detalle que no hemos tenido en cuenta. – Expresó frustrado el caballero de dragón.

__ No quiero ser trágico, pero... ¿Si están muertos?

__ ¡No digas eso, Hyoga! – se levantó Shun. – Ellos vencieron, están vivos... Tienen que estarlo. Este nuevo mundo es la promesa de la victoria que nos dieron. – miró al hermoso cielo azul.

__ A costa de qué... - se angustió el rubio.

__ No están muertos. – se escuchó una voz por las espaldas de los caballeros.

__ ¡Hermano! – Gritó Shun de emoción.

__ Vaya Ikki, tú también desapareciste mucho tiempo. – respondió irónico Hyoga.

__ Estaba ocupándome de algunos asuntos.

__ Dijiste que ellos no estaban muertos, ¿a qué te refieres?, ¿sabes algo?

__ Shiryu, me sorprende que tú y los demás crean que ellos morirían tan fácilmente. – Suspiró el joven. – Perdonen mi ausencia y mi falta de eficacia, no los he encontrado pero tengo pistas que nos pueden conducir a ellos.

__ Pero utilizamos todo el equipo multimillonario de la fundación Kido, si estuvieran vivos ya los hubiéramos encontrado.

__ Exactamente Hyoga, los humanos corrientes son incapaces de entender la situación. – miró desafiante el Fénix.

__ ¿A qué te refieres, Ikki? – contestó Shun.

__ No soy el único, recluté a algunos caballeros claves para esta misión.

__ ¿Qué piensas hacer?

__ Buscar cabos sueltos.

__ Tienes que contarnos tu plan Ikki para ser de ayuda.

__ Les contaré todo cuando haya terminado de elaborarlo, compañeros.

El fénix desapareció ante las llamas de su ardiente cosmos lleno de esperanza. Mientras que en los caballeros restantes creció una sensación que se encontraba casi extinta: la fe.

Saint Seiya I. La Saga de HefestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora