Capítulo XX: Atenea regresa al Santuario

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El santuario de Atenea reflejaba fragilidad, vulnerable ante cualquier ataque, ya que sin la Diosa misma, quien se pudo considerar dio la espalda a sus caballeros, los "atenienses de corazón" perdían nuevamente la esperanza.

El caballero Pegaso había regresado a aquella cabaña en la que Seika había vivido los años en que no lo recordaba, aún juntos, permanecían en silencio, él no podía perdonarla y prácticamente la culpaba el no haber podido llegar a tiempo.

El caballero Dragón se había mudado a Atenas también, muy cerca al santuario, ya que los cinco picos era un lugar poco estratégico en la búsqueda de sus compañeros y era requerida su ayuda en el santuario. Sin embargo, tras lo ocurrido decidió continuar por ahí un tiempo para marcharse cuando los corazones de todos estén aliviados. Shunrey lo acompañaba serenamente, puesto a que ambos habían constituido una relación formal.

El caballero Cisne estaba completamente solo, por lo que el servir a Atenea se había convertido en su total objetivo y fin en la vida. Deseaba que todos los sacrificios, la sangre que corría en sus manos valieran la pena, él confiaba en que Saori no los estaba olvidando y sólo era un mal momento que debían sobrepasar.

El caballero Andrómeda acompañó a los jóvenes estudiantes en una charla emocional, sabía que estos buscaban orientación y no eran capaces de entender este tipo de situaciones, o por lo menos no poseían la madurez necesaria, o el tiempo al servicio, ni el conocer a su guía en la vida (Atenea) como para permanecer esperándola. Decidió que lo mejor era dar el aliento, expresar su fin en la vida y su historia en la armada, el cómo su puro corazón se convirtió en una fortaleza de justicia y valor.

El caballero de Fénix se encontraba platicando con Kanon, eran los únicos que sentían que el santuario corría un inminente peligro y pensaban en cómo orientar a sus compañeros a levantar esas ansías de pelear por la esperanza de un nuevo mañana que estaban perdiendo. La inquietud no podía dominarlos, ya que ellos eran los que poseían más fortaleza mental ante situaciones de desesperación. Ikki sospechaba de una persona y se lo dio a entender al antiguo caballero de Dragón Marino.

Era de madrugada, casi amaneciendo. Aunque el viento corriese en esa escondida zona de la humanidad, la noche había sido muy pesada para los caballeros. Seiya no pudo descansar, se sentía destrozado y perdido en una total incertidumbre. Algunas lágrimas lo acompañaron, muchos arrepentimientos de la misma manera. Al final, decidió salir a caminar, sintió que era lo más conveniente.

En ruta hacia las doce casas, se percató de la doncella italiana que estaba observando el fondo de un acantilado. El caballero de ofiuco estaba parada mientras el sol estaba siguiendo su camino hacia lo alto del cielo ateniense.

__ ¿Shaina?

__ Supuse que sentirías esta esencia antes que yo, pero tu distraído corazón te mantuvo ocupado en otros pensamientos.

__ ¿Qué cosas dices? Yo...

Abrió sus ojos totalmente sorprendido al acercarse y ver a lo que ella se refería.

__ Yo... tuve el presentimiento que ella no nos fallaría, Seiya. Ahora ve...

Caminando lentamente, con su bello vestido blanco, el original, con el que la había conocido. Su hermoso cabello a la longitud que recordaba del torneo galáctico, pero no... Ahora era una mujer, decidida, brillante, impetuosa y luchadora. No era la niña mimada egoísta que conoció. A su lado, su fiel consejero y mayordomo, este la seguía orgulloso y feliz. No estaba como siempre, en lujos totales, ahora era una dama sencilla que regresaba a su hogar.

Saint Seiya I. La Saga de HefestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora