Capítulo X: Una Alianza Beneficiosa

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Dos hermosos jóvenes se encontraban echados al pie de una cascada mientras observaban el cielo.

__ Atenea, ¿qué hace que este mundo sea tan precioso para ti?

La nombrada cerró los ojos y se hundió a lo profundo de sus pensamientos.

__ La paz (gaviotas volando sobre el mar en un atardecer), la guerra (bomba nuclear), la alegría (unos niños riendo), la tristeza (una mujer llorando dejada en el altar), la luz (un amanecer), la oscuridad (llegada de la noche), la vida (un bebé nacer), la muerte (un anciano falleciendo en un hospital), el éxito (un hombre en su hogar millonario), el fracaso (un negocio en la quiebra), los valores (un niño ayudando a una anciana a cruzar la calle), los pecados (un niño robando alimento)... y sobretodo el amor de unos a otros (una pareja abrazándose desesperadamente bajo la lluvia). – Saori abrió sus ojos y se sentó a mirar el agua caer del paisaje. – El balance hace que este planeta sea precioso para mí.

__ Te falto algo muy importante, querida prometida.

Ella volteó a verlo fijamente, esperando su respuesta.

__ La esperanza. – ella rio.

__ Tienes razón.

__ Eso es lo que yo más valoro de los humanos.

__ Hefesto, eres admirable a comparación mía. Cada guerrero del fuego que tienes a tu merced, está vivo porque les diste una razón, una nueva vida.

__ Digamos que... me gusta salvar personas. – el Dios de la herrería sentó la mitad de su cuerpo y sonrió apenado. – Los actos injustos encienden mi deseo de protección.

__ Tus caballeros son muy devotos a ti, morirían si se los pidieses.

__ Me imagino que una persona tan bondadosa como tú, Atenea, ha de tener caballeros que posean las mismas cualidades a tu causa.

Ella lo miró tristemente y él dejó de sonreír.

__ ¿Dije algo que te lastimó?

__ No, no es eso. Siento que las guerras deberían ser simplemente asuntos de los Dioses, sin tener que incluir a los humanos.

__ Yo vivo con ese mismo deseo.

__ Hermano. – La Diosa se lanzó a abrazarlo. - ¿Realmente estás contento con esta unión?

El ambiente se tensó, las hojas pasaban por aquel lugar. Él se sonrojó para después verla mientras analizaba cada detalle del perfecto cuerpo de su Diosa.

__ Estoy perdidamente enamorado de ti.

El silencio se hizo notar, Hefesto fijaba sus casi verdes ojos, de manera determinada a la azul y profundamente triste mirada de Atenea.

__ ¿Tú no me amas, verdad Atenea? – tras un minuto sin contestar; él, que era capaz de crear cualquier materia al instante; hizo una arma, se quedó viéndola y se la ofreció a su compañera.

__ Toma esto.

Una daga, mortal para un cuerpo humano, tal como él era: Una reencarnación humana.

__ Acaba con mi vida para que te libres de este matrimonio.

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Saint Seiya I. La Saga de HefestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora