Capítulo XIX: La decisión de Saori

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Llegó la preciada noche al bosque Japonés, las aves se sentían tan tranquilas como siempre, la luna brillaba muchísimo y el aire era tan congelador como acostumbraba.

Sin embargo, al velo de todas las personas acostadas, una bella doncella se ponía una caperuza en la cabeza, estaba dispuesta a abandonarlo todo, para recuperar aquello que ansiaba.

Tomó del pecho de su esposo aquel collar, imposible de abrir, este contenía la llave de la caja sagrada que capturaba a Niké en su interior. La única manera de poseerlo es a disposición única del herrero divino, cuestión que obviamente sería negada...

Sin embargo, su poder sería incapaz de ser tomado por alguien si ella robaba aquella joya. No lo pensó dos veces, cogió el objeto y cautelosamente partió a las afueras del lugar. Bajó las pequeñas escaleras pensando en aquella cabaña en la que cuidó a su amado Seiya cuando se encontraba inválido.

Volteó y apreció su belleza, rústica, antigua... Una lágrima corrió por su mejilla, deseaba morir, deseaba dejar de ser víctima de un destino tan deplorable.

__ Perdóname Hefesto, sé que no te mereces esto, has sido tan comprensivo... Eric, lamento no ser la madre que pudiste tener y Helén... Amigo, encuentra tu rumbo, te deseo lo mejor.

Sólo pudo caminar dos pasos casi inaudibles ante el alrededor hasta que alguien la jaló del brazo.

__ No... te vayas...

Esa voz le trajo calma.

__ Helén...

__ Yo... - se sonrojó el muchacho. – Si abandonas a mi mejor amigo, nunca te perdonaré.

__ Tendré que vivir con ese peso.

__ Atenea, ¿no temes que te delate ahora mismo?

__ No. – miró al cielo. - ¿Sabes que me recuerdas a la luna? – él se detuvo a escucharla sintiéndose confundido. – Es tan bella, brilla por sí misma, serena, leal a tu paso, nunca ha de abandonarte aun así... Es tan solitaria.

Aquellas palabras habían golpeado en la conciencia del guerrero, que deseaba que ella no tuviera razón.

__ Hefesto es como el sol: Poderoso, cálido, carismático, apasionado, dan ganas de seguirlo. Sin embargo, puede hacerte morir de sed.

__ ¿Sed?

__ Porque sólo dan ganas de estar bajo su sombra, su lecho voraz y abrasador. Todas estas personas... - volteó a mirar la cabaña. – Lo aman profundamente y son incapaces de traicionarlo o pensar en sí mismos primero. Yo... no sé si eso es realmente creer en tus propios principios.

__ Sin embargo, él te ha priorizado ante todos nosotros y su amor por ti es tan ciego como la voluntad que nosotros poseemos por su ley.

__ Por esto, yo no soy merecedora de tal pasión, Helén. Soy una asesina que está destinada a proteger este planeta y un hombre que desee que yo siga su sombra quemante no es lo que anhelo. Soy la Diosa de la sabiduría y las artes de batalla, yo pertenezco a Grecia y a mis valientes caballeros que esperan por mí.

__ ¿Y qué hay de Eric, vas a dejarlo?, apenas es un niño

__ Yo no soy su madre, así como Hefesto tampoco es su padre, él podrá superar esta situación.

__ ¿Y nuestro Dios, no crees que irá a buscarte?

__ Lo esperaré, con toda mi armada, Helén, se va a desatar un nuevo rumbo del cual no sé si he de arrepentirme, pero, quiero que entiendas que las cosas deben suceder de esta manera.

Saint Seiya I. La Saga de HefestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora