Antes de todo

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Diecisiete años y no veo la diferencia. Todo sigue exactamente igual, nada ha cambiado lo suficiente como para sentir la fecha como especial. Se supone que debería sentirme feliz y agradecida por un año mas de vida, sin embargo, ¿Cuál es la magia de agradecer un año mas si las cosas continúan de la misma manera?

Aun recuerdo la última vez que me sentí diferente en un cumpleaños, que lo vi de una manera especial. Cumplía once años y mi madre me dejó alaciarme el pelo por primera vez. Ese fue un verdadero cambio, aunque ahora lo llevo rizado de nuevo.

Ese día, mami se sentó detrás de mí en el espejo y acaricio mi cabeza con un cariño espectacular, digno solamente de ella.

—Mi Patrie, mi pequeña, ya eres toda una mujercita. —Si cierro los ojos aun puedo oírla susurrar esas palabras—. Lástima que algún día vendrá un muchacho muy bonito y elegante, y te llevara con él.

—No mami, los chicos son asquerosos, yo no quiero ninguno que me lleve: yo me quedo contigo siempre.

—¿Sabes por qué piensas eso? —me preguntó entornando los ojos y sonriendo con la picardía que la caracteriza—. Es porque solo miras los muchachos de tu edad. Nunca mires esos, no te van a gustar. Siempre hay que buscar hombres con más experiencia que tu y que te lleven un par de años. Que no sea solo tu hombre, sino tu maestro.

Pensándolo bien, ese consejo marcó mi manera de ver las cosas. Sin embargo, a veces desearía no ser tan abierta con mi madre. Contrario a lo que muchos creen, eso me quita libertad.

¿Cuándo fue la última vez que hice algo loco? No lo sé, cuando tenía trece años quizá. ¿Y cuándo fue la última vez que deseé cambiar todo lo que hasta el momento he vivido? En este mismo instante.

Y no se confundan, he tenido una vida maravillosa. Siempre con todo lo que necesito y todo lo que deseo. Mas siento que no he vivido mi propia vida, sino la que fue diseñada para mí en el momento que nací. O tal vez antes. No lo sé. Tiempo perdido es lo que llevo sobre los hombros, y hoy a mis diecisiete años todo se siente igual que cuatro años atrás. Eso no debería

ser así, ¿verdad? Tiempo perdido que retumba en mi conciencia, ya no se puede volver atrás. Sin embargo, ¿puedo aprovechar lo que me queda?

Es la última pregunta que cruza por mi mente antes de dejarme llevar por el sueño.

No te atrevas a decirme que me amasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora