La cama de Facundo es enorme y aun así lo siento demasiado cerca. El roce de su piel me molesta, pero sé fingir bien y quedarme quieta mientras sus pies calientes se juntan con los míos, fríos.
—¡Te estás congelando! —exclama al sentirlos. Me toma entre brazos y me besa el rostro. Su abrazo calienta mi cuerpo, sin embargo, no hay nada en medio.
Todo se siente tan distante, pero aprovecho su calor corporal para mimarme. Le permito envolverme entre sus brazos y piernas mientras apoyo la cabeza en su pecho. Todavía siento esa necesidad de gritar, pero la calma del ambiente me manda a mantenerme tranquila. Hay un nudo enorme en mi garganta y lagrimas asomándose en mis ojos.
Detesto discutir con mami. Detesto sentir que la estoy irrespetando. Detesto este sentimiento de impotencia que estoy sintiendo.
Mis labios tiemblan y ya no puedo soportar más. Intento ocultar mis sollozos, pero en cuestión de segundos, Facundo me separa de su cuerpo y mira mi rostro mojado.
—¡Ay no! ¡No llores! —dice preocupado—. ¿Te hice daño? —cuestiona. Niego con la cabeza a falta de palabras en mi garganta—. ¿Qué te pasa? Sabes que puedes contar conmigo, Patrie. Para lo que sea. —No respondo y bajo la mirada, no quiero que me vea llorar, pero no puedo zafarme ni irme: elegí estar aquí—. ¿Qué tienes? —pregunta y muevo la cabeza de lado a lado para dejarle entendido que no me pasa nada—. Si no quieres decirme, está bien. Pero creo que sé lo que te pasa —dice acomodándose en la cama—. Ya sé bien que no estás aquí por voluntad propia, Patri. Tienes una vida que vivir y yo solo te estoy quitando tiempo.
—¿Qué quieres decir con eso? —cuestiono algo alarmada.
—Quiero decir que... ya basta de fingir.
—Pero... —titubeo.
—No eres buena mintiendo. Te quiero muchísimo y quise creer que me quieres también aunque es evidente que no es así. —Quiero contradecirlo, mas no lo hago; no tengo calidad moral para contrarrestar la verdad que él solo descubrió—. No quiero atarte más.
—¿Estás terminando conmigo? —pregunto ante la confusión.
—No, te estoy diciendo que es hora de que camines sola. —Facundo limpia las lágrimas de mi rostro y me besa en la frente. Enciende la luz y se pone de pie delante de la cama. Puedo admirar su cuidado cuerpo adornado por las canas que acompañan la edad. No puedo negar que el cariño entre ambos existe, pero tampoco puedo negar que es solo vacío lo que siento al estar con él. Y eso no es justo para ninguno de los dos.
—¿Y si no quiero caminar sola? —digo.
—Tienes que hacerlo, Patricia. Es la única manera en la que lograrás tener control de tu vida. ¿Sabes? Tardé demasiado para convencerme de la vil manera en la que tu madre te utiliza. Creo que no podía creer que esa mujer que desde fuera se ve como una persona ejemplar, líder de una hermosa familia, pudiera ser tan...
—Egoísta —completo cabizbaja.
—Iba a decir otra palabra, pero dejémoslo ahí.
Es triste la visión que alguien, por ambición, puede crear de su persona. Mami no es mala, ella solo quiere más de lo que debería querer. Y está dispuesta a hacer lo que sea por obtenerlo.
Es egoísmo, ambición, nada más.
—¿Sabes que el problema que tendré es más grande que estar contigo? —replico siendo lo más sincera que he sido en mucho tiempo.
—Lo que pasa, Patricia, es que tus estas mirando las cosas a corto plazo. Es cierto, tendrás problemas con tu madre: ella se va a enojar, te va a hablar mal y puede atreverse incluso a castigarte. Pero tú vas a poder elegir lo que deseas hacer de ahora en adelante. —Sopeso sus razones hallo lógica en ellas, sin embargo, es más fácil pensarlo que llevarlo a la práctica—. ¿Tienes miedo de decepcionarla? —Asiento de manera casi imperceptible—. Deberías tener más miedo de decepcionarte tu misma.
››Me apena un montón saber que ni siquiera puedes responder a qué quieres hacer cuando termines la escuela. ¿Qué planeas? ¿Seguir consiguiendo dinero para que tu madre arregle la casa? ¿Crees que no lo sé? No es un secreto, princesa. Yo creía que estar contigo podía ser un medio para ayudarte a crecer como persona: enseñarte un estilo de vida más alto que el que estas acostumbrada a tener, dejarte conocer gente importante que mañana puede darte cualquier ayuda que necesites. Muchas veces quiero privar en filántropo, pero lo estoy haciendo de la manera incorrecta.
››Perdóname, Patrie por hacerte sentir obligada. No pensaba hacer esto hoy, pero la situación lo amerita. Si así lo deseas, te dejaré en libertad, solo con una condición: no permitas que tu madre te utilice nunca jamás.
—Eso es imposible. Le debo la vida, todo el amor... —empiezo, pero me detengo.
—Quien te ama sabe lo que es mejor para ti. Ella no tiene ni idea.
—Es mi madre.
—¿Crees que eso influye? —Su pregunta me hace recordar las palabras que ella me dijo hace solo un par de horas: "costumbre, no amor".
—No, no influye para nada —pronuncio lentamente y mis propias palabras son como disparos.
Yo estaba demasiado segura de que mi madre era la persona que más se preocupaba por mí. Pero ahora me doy cuenta que no. Una simple condición no la hace amarme por default, y yo puedo convencerme de que merezco más que ser utilizada.
Este es el final de la primera parte del libro.
Espero les haya gustado y que hayan percibido el cambio que Patricia está por experimentar.
Besos desde aqui. <3
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No te atrevas a decirme que me amas
Teen FictionPatricia nunca ha vivido la vida que desea vivir. Ha estado bajo las direcciones de su madre desde que tiene uso de razón y a sus 17 años no recuerda cuándo fue la última vez que tomó una decisión por sí misma. En la nube de rebeldía que llega jun...