—¡¿Cómo que terminaron! ¡¿Estás loca Patricia?! ¡¿Cómo me haces eso?! —Mi madre se pone histérica desde el preciso momento en el que llego sola a casa y le digo que Facundo y yo hemos cortado relaciones.
—Creo que esa es una decisión que yo puedo tomar por mí misma, ¿no? Después de todo era mi relación.
—Pero recuerda que tu padre se fue de la casa. ¿Ahora de dónde vas a conseguir las cosas que necesitas? —pregunta con descaro disfrazado de preocupación.
—Supongo que me tocará empezar a trabajar, o quizás irme a vivir con papi —explico—. Ahora que lo pienso, esa es una muy buena idea.
—¡Irte a vivir con Manuel! ¡Eso no lo puedes hacer! No tienes ni idea de donde está o cómo está viviendo. Patricia, no seas tan malagradecida, que te he dado todo lo que necesitas en esta vida. No me puedes abandonar ahora.
—Tú puedes trabajar también, si quieres seguirme dando todo.
—¡No puedo creer que estés diciendo eso! ¿En qué momento te volviste tan malcriada? —pregunta con descaro. Puedo percibir un aura negativa a su alrededor, es como si ya me he predispuesto a encontrar el lado malo en todas sus palabras. Porque en realidad, estoy siendo muy malcriada, pero solo porque siento que se lo merece—. Espero que vuelvas con él mañana mismo. Debes dejar de ser egoísta y de pensar solo en ti.
—Si le dices que necesitas ayuda, él te la va a dar. Facundo es un pan de azúcar.
—Si yo tengo que pedirle, ¿de qué me sirves tú entonces?
—¿Entonces solo quieres utilizarme? —siseo—. Entonces solo soy un camino para llegar a un fin. Tu banco, donde has depositado demasiado y ya tienes que sacar. —Se queda callada ante la acusación—. No vas a decir nada porque sabes que es verdad, pero eso se acabo. Nunca más vas a manipularme ni a utilizarme. No lo permitiré.
—Patricia, respétame.
—Aquí la única que ha faltado al respeto eres tú, quien pretende usar las personas que te rodean como excusa. ¿Quieres dinero? Trabaja por él. —No bien termino de pronunciar la última frase cuando una bofetada me alcanza.
Siento algo caliente correr por mi cuerpo, mi mano va automáticamente a mi mejilla y mis ojos a su cara de arrepentimiento. Espero con todo mi corazón que ella esté consciente de lo que hizo, porque este es el colmo. Tardo unas fracciones de segundos para asimilar que me golpeó y alejarme de ella.
Mami, por su parte, pone cara de terror total y retrocede por su lado.
—Patricia —susurra—, no era mi intención, perdón, perdón. —No tengo manera de pronunciar palabra. Es increíble. Para mi es increíble—. Me sacaste de mis casillas, fue un reflejo, lo siento.
—¡Siempre es mi culpa! ¡Todo es mi culpa! ¡¿Estás loca?! ¡¿Eres mi madre o mi enemiga?! —Las palabras se forman en mi cabeza y salen sin filtro. Ella empieza a llorar y trata de tocarme, mas no se lo permito.
No se lo permito porque mi cuerpo me pide alejarme de ella. No se lo permito porque estoy nerviosa y asustada. Y no le voy a permitir que haga eso otra vez. ¡Ya soy lo bastante grande como para resolver las cosas hablando! Pero ella no se ha adaptado a como son las cosas. ¿Yo la saque de sus casillas? Ella no debió reclamarme por dejar de ser su asociación de ahorros y préstamos. Aquí la equivocada no soy yo.
Entro a mi habitación y cierro la puerta con seguro. Espero que no sea tan tonta como para buscar la llave de emergencia y entrar de todas formas.
Mi cuerpo se desliza por la pared y me tiro en el suelo. Quiero llorar, pero algo me lo impide. Es como si no hubiera lágrimas, como si mi mente y mi cuerpo se hubiesen combinado para convencerse de que no vale la pena llorar, de que es tiempo y esfuerzo perdido por una causa perdida. Sin embargo, mi corazón se siente débil, es como si no tuviera sentido nada de lo que está pasando. Ni siquiera soy capaz de describir lo que siento.
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No te atrevas a decirme que me amas
Teen FictionPatricia nunca ha vivido la vida que desea vivir. Ha estado bajo las direcciones de su madre desde que tiene uso de razón y a sus 17 años no recuerda cuándo fue la última vez que tomó una decisión por sí misma. En la nube de rebeldía que llega jun...