La primera fiesta a la que voy con Daniel se organiza en uno de los apartamentos que quedan cerca del campus de su universidad. El ambiente me incomodaba hace un rato, pero luego de un par de cervezas, besos en una esquina y un cigarrillo, todo se siente familiar.
Los amigos de la universidad de Daniel son bastante divertidos. O tal vez no, pero por alguna razón, ahora mismo todo me parece divertido. Muy divertido.
Rio a carcajadas cuando empiezo a repetir la palabra divertido una y otra vez y esta ya suena rara.
—Patri, ya estas borracha —susurra Daniel en mi oído al oírme reír sin parar.
—No estoy borracha, Dani, ¿Cómo te atreves a decir eso de mi? Si apenas me tome tres cervezas.
—¿Tres? ¿Segura?
—Bueno, si, cuatro —aclaro.
—¿Cuatro?
—¡Ay yo no sé! ¡Nunca he sido buena en matemática, eso eres tú! No me presiones. —Intento golpearlo en el pecho despacio, pero el impulso me hace caer sobre él. Rio como retrasada. Que divertido.
—Oye, creo que es hora de que nos vayamos.
—¡Claro que nooo! ¡Ahora es que todo se está poniendo divertido!
—Podemos ponerlo divertido en otro lado, ¿no crees? —Lo miro de reojo y percibo una sonrisa picara plasmada en su rostro. Entiendo lo que dice de inmediato y eso me hace reír.
Lo abrazo por la cintura y le digo de la manera más sensual posible: —Vamos a tener sexo hoy, ¡vamos!
Daniel me agarra de la muñeca y me arrastra no sé a dónde. Mi cabeza da vueltas mientras esquivamos toda la gente y pierdo el camino por el que estamos yendo. Me centro en mirarle el culo a mi novio. ¿Por qué está tan bueno? Redondo, agarrable, mordible, tan frondoso... y con esos pantalones ajustados, se ve tan caliente. ¡Voy a tener sexo con este hombre! ¡No lo puedo creer!
—Tu culo es hermoso —murmuro en su espalda acercándome un poco a él. Tropiezo con algo y trato de no caer agarrándome de sus hombros, Daniel se gira y me agarra por la cintura antes de cerrar la puerta.
No tengo ni idea de donde estamos, y tampoco tengo el momento para averiguarlo porque Daniel se abalanza sobre mis labios de inmediato. Me besa con fiereza, con premura, con necesidad. Me pego a él y le agarro el culo marcando el ritmo del beso con pellizcos desesperados. La temperatura sube y otras cosas suben junto con ella. Daniel no pierde tiempo para meter la mano bajo mi vestido y tocar mis muslos. Me aprieta las nalgas introduciendo sus manos debajo de mi ropa interior, pero sin tocar nada.
Me estremezco ante su roce. Estoy mareada. Esto es demasiado para mí.
Nuestros cuerpos chocan entre sí, como retándose, desafiándose; sus labios abandonan mi boca y discurren entre mi cuello y mis clavículas. En algún momento me encuentro sentada con su cara entre mis senos y sus manos en mi trasero. Le tiro el pelo y lo hago mirarme. Está arrodillado frente a mí, besándome el vientre, acariciándome con locura. Mi cabeza da vueltas, ya no me parece divertido: esto es desesperante. Quiero más. Deseo más. Necesito más de esto.
Y como si mis imploros hubiesen sido en voz alta, Daniel me mira con una picardía gigante y pone sus dedos sobre mi ropa interior.
En este punto mi vestido es solo un pedazo de tela enrollado alrededor de mi cintura, mi ropa interior es solo un trozo de tela ropa tirado en el piso, y mi cordura es solo un concepto abstracto ahogado entre gemidos y sudor.
Daniel sumerge su boca entre mis piernas y, en menos de un segundo, ya sé que estoy perdida.
Su lengua me recorre lugares que no se nombrar, siento un cosquilleo fuerte por todo el cuerpo y ganas de retorcerme. Sus dedos juegan en mi entrada mientras agarro su pelo. Me siento poderosa, pero débil. El esta arrodillado, pero él es quien tiene poder sobre mi ahora mismo. Con movimientos circulares y pequeños roces con los dedos, Daniel logra llevarme al cielo y de regreso. Hago un esfuerzo enorme por no cerrar las piernas, pero no me importar gritar. Gemir fuerte y gritar.
ESTÁS LEYENDO
No te atrevas a decirme que me amas
Teen FictionPatricia nunca ha vivido la vida que desea vivir. Ha estado bajo las direcciones de su madre desde que tiene uso de razón y a sus 17 años no recuerda cuándo fue la última vez que tomó una decisión por sí misma. En la nube de rebeldía que llega jun...