Daniel está fumando en el patio y yo lo observo por la ventana. Estamos en la misma casa que nos conocimos, que es una de las propiedades de su padre aquí en la ciudad. Su hermano Berto y sus amigos de la escuela están ambientando el lugar para una fiesta esta noche. Yo, simplemente disfruto observar el chico que me gusta mientras charla con su cigarrillo.
Analizo su físico. ¿Qué fue lo que me llamó la atención en primera instancia? Quizás su mirada penetrante combinada con el pelo negro rizado que le cubre la cabeza. En realidad, me intrigó la expresión de sus cejas cuando se queda mirando algo especial. Y también las venas que se marcan en sus manos cuando gesticula.
La primera vez que lo vi fumar, me pareció lo más sensual de la galaxia. Cuando cierra sus ojos buscando concentración, es como si todo lo importante para su vida se resumiera en una calada.
Salgo a su encuentro por instinto. Busco su calor abrazándolo por la espalda. Siento cómo se tensa al percibir mi toque, pero se relaja de a poco mientras reparto pequeños besos en él. Percibo su respiración, cada vez que inspira, cada vez que espira; es como si estuviéramos conectados.
—¿Quieres uno? —pregunta cuando lanza la colilla de su cigarrillo al cenicero y saca la caja del bolsillo trasero de su pantalón. Niego con la cabeza aún pegada a su espalda. En realidad sí siento curiosidad por probar otra vez, pero me da miedo—. Atrévete, Patricia. —Quita mis brazos de su cintura y se da la vuelta. Pone el pequeño artefacto en mi mano—. Ya lo probaste una vez —dice.
Murmura algo que no entiendo antes de encender el cigarrillo. De su boca, va a la mía y, de manera instintiva aspiro de la misma manera que la primera vez que lo hice. Siento que me ahogo, pero mantengo el humo por un instante en mi boca. Lo expulso con cuidado y se siente diferente, placentero, adictivo. Daniel me quita el cigarrillo de la mano y hace lo mismo, pero tira el humo en mi cara. Comienzo a toser y el sonríe.
—Préstame tu boca —susurra con picardía.
Acerco mis labios a los suyos, esperando que me bese; sin embargo, lo que hace es mirar hacia un lado, darse una calada y soplar el humo entre mis labios. Por alguna razón, siento la acción entre mis piernas.
Empezamos un juego desafiante, sin reír, sin despegar nuestras miradas, hasta que solo nos queda una colilla entre los dedos.
—Este ha sido el mejor cigarrillo en mucho tiempo —susurra en mis labios rozándolos con su lengua mientras habla. Respiro hondo y trato de responder, pero se me hace totalmente imposible. Jadeo sin sentido, entregada por completo a él sin siquiera tener sus manos encima. Daniel sonríe al percatarse de que me he quedado sin palabras. Coloca sus palmas abiertas sobre mis nalgas y me empuja hacia él con posesión. Puedo sentir su virilidad por encima de su pantalón, esto acrecienta mis jadeos—. ¿Lo sientes? —cuestiona. Asiento de manera imperceptible y, con un poco de cohibición, me muevo para sentir el roce en mi bajo vientre—. ¿Es eso lo que quieres? Agárralo. —Su mano va a la mía, y con agresividad la empuja hacia su entre pierna. Mis dedos tímidos sienten su erección y de entre mis labios surge un gemido involuntario.
Esto es como una señal para Daniel, porque de inmediato me toma en brazos encima de su hombro y me lleva.
—¡Daniel! —Una sonrisa se pinta en mi cara mientas él me muerde los muslos y me lleva por la casa, supongo que a una habitación. Siento divertida sus manos dejando una palmada en mis nalgas y río alto.
Sin embargo, no tardo en reaccionar. Sus manos, ambas, están agarrándome. Su espalda se tensa mientras llego a una amarga conclusión. Daniel me baja de su hombro más rápido de lo que puede considerarse seguro y se coloca frente a mí en actitud protectora. Un chico de los que están planeando la fiesta con su hermano sonríe con descaro frente a nosotros.
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No te atrevas a decirme que me amas
Novela JuvenilPatricia nunca ha vivido la vida que desea vivir. Ha estado bajo las direcciones de su madre desde que tiene uso de razón y a sus 17 años no recuerda cuándo fue la última vez que tomó una decisión por sí misma. En la nube de rebeldía que llega jun...