Con la simple mención del nombre de Daniel y la palabra sexo en la misma oración, ya Raquel se está volviendo loca. Ahoga gritos en sus manos para evitar la mirada de todos los que están, al igual que nosotras, esperando la profesora de química. En el rincón del curso donde yo me siento en todas las clases, me encargo de ponerla al día acerca del fin de semana.
La historia se hace larga. Hay muchos detalles que contar, aunque me sonroje al decirlos. Pero a la nueva Patricia nada le da vergüenza.
Raquel esta anonadada por completo. No puede creer que alguien de su círculo de amistades (porque ahora yo soy parte de su círculo de amistades) haya podido meterse en la cama de Daniel, el hermano de Berto, el universitario, el antiguo prodigio de la escuela, el que todas desean.
—Patricia, eres la mejor. Dame tus técnicas —me pide cuando, horrorizada, le cuento de las marcas en mi cuerpo.
—Es lo único que no me gustó. Todavía puedo ver la marca de sus manos en las caderas. Y no me agrada nada, nada —espeto.
—¡Pero si es bello! Te marcó para indicar que eres suya. ¡Qué romántico!
—A mí no me parece romántico, ni bello —replico de brazos cruzados quitando el esbozo de sonrisa que me quedaba en la cara—. En realidad, creo que es grotesco y desconsiderado.
—Ay, Patri, te falta mucho por aprender. Cuando un hombre te reclama como suya, es un orgullo: ese es el verdadero valor que tienes. Eres lo suficientemente hermosa e inteligente, o lo que sea que ese hombre esté buscando para sí.
—¿Cuál es la necesidad de ponerse debajo de lo que un hombre piense? —cuestiono. En su teoría hay algo que no me cuadra, algo que no termina de encajar.
—No es ponerse por debajo, es que cada quien tiene su papel —dice poniéndose de pie para ir a su lugar.
La maestra llega con copias en la mano. Nos da una página de ejercicios a cada uno y nos da un par de instrucciones para completarlos.
Mi cabeza le da vueltas a lo que Raquel estaba tratando de venderme. Esas ideas baratas no van a calar en mi cabeza. Hay cosas que nunca cambian, y esa es una de ellas. Yo seré una persona diferente, pero sigo creyendo que no soy un objeto de nadie y que nadie tiene derecho a "marcarme como su propiedad". Si de alguien soy, soy mía.
Y nadie me va a sacar eso de entre las cejas.
Daniel me busca a la escuela para llevarme a casa en su carro. Desde mi conversación con Raquel he estado pensando cosas locas y le he estado dando vueltas a un montón de ideas en mi cabeza.
Aquí, con Daniel al lado, todo se revuelve más, porque, de una forma u otra, él es el culpable de mi falta de cordura. Aún no supero los nervios cuando estoy a su lado, y porque, por alguna razón, siento vergüenza cada vez que me mira. Siendo sincera, no me siento cómoda estando a solas con él, a pesar de que la última vez que estuvimos juntos me sentía desinhibida, libre.
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No te atrevas a decirme que me amas
Teen FictionPatricia nunca ha vivido la vida que desea vivir. Ha estado bajo las direcciones de su madre desde que tiene uso de razón y a sus 17 años no recuerda cuándo fue la última vez que tomó una decisión por sí misma. En la nube de rebeldía que llega jun...