STRAY KIDS ─ POPULAR

DOCE

Los ojos de Felix se abrieron sorprendidos ante aquel escenario. Al salir del arcade, acababa de recibir un mensaje de su hermana, o mejor dicho, la hija del marido de su madre. Su hermanastra.

Tan sólo un mensaje resplandecía en la pantalla bajo su nombre, y eso, exactamente fue lo que le impactó.
Era la primera vez en mucho tiempo que aquello pasaba, tal vez meses.
Ella tendría que estar ya demasiado desesperada como para apremiar al chico.

Era cierto que, al ser mayor que ella, Felix estaba obligado a cuidarla, y esa misma tarde, ya oscureciendo, tendría que recogerla. Sin embargo, se le había hecho bastante tarde con todo el asunto que rodeaba a Changbin.

Felix aceleró el paso en dirección a las clases particulares de su hermanastra, rezando porque ella no se hubiese marchado por su cuenta, si no, él estaría en un buen lío.

Llegó al lugar casi corriendo, y por suerte o por desgracia, ella seguía allí, sentada en la sala de espera con las piernas y brazos cruzados.

Cuando vio a Felix, se limitó a dedicarle una mirada de desprecio, levantándose y pasando por su lado como si no hubiese nadie allí, como si él no se hubiera preocupado por venir a recogerla.

Ella seguiría en silencio durante todo el camino, sin mirarlo y sin preguntarle qué tal le había ido el día. En el caso de que Felix preguntase, o recibiría una jodida respuesta fuera de lugar o, si tenía suerte, no la oiría hablar.

Felix suspiró al pensar en eso, después de todo no era nada nuevo. Al principio, cuando se conocieron, tenían un relación normal, nada del otro mundo.

Sin embargo, en algún momento todo se había ido a la mierda, y Felix no sabía ni cuándo ni por qué.

Sólo sabía que ella le odiaba.

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Seungmin se despidió de Changbin y Jisung y vio como se marchaban, muy probablemente hacia la máquina del videojuego favorito del segundo.
Jisung le había contado que habían sido amigos, pero, desde que él terminó la relación con su, ahora ex novio, ya no habían mantenido su amistad.

Que él supiera, luego, aparecieron Hyunjin, Felix y aquel pequeño, Jeongin, que ahora eran con los que más tiempo pasaba.

Se incluiría a él mismo en ese grupo, de no ser porque, además de asistir a un instituto distinto, se pasaba las tardes completas trabajando en aquel arcade sin demasiado descanso.

Aunque nunca lo admitiría en voz alta, lo que dijo Jisung de dejar aquel centro por amor era bastante cercano a la realidad. Tres años antes, había comenzado a salir con la hija del entrenador del club de baloncesto, del cual también era miembro.

¿El problema?

Aquel hombre era del tipo sobreprotector,
el que esperaría toda la noche despierto hasta que su hija volviese a casa después de una cita. O peor aún, que contrataría un espía para que controlase a la chica y luego le contase hasta el último detalle.

Ella nunca se lo había mencionado, pero también presentía que la economía de Seungmin tampoco era un punto a su favor, ya que, aunque no era pobre, tenía que trabajar por su cuenta para conseguir
dinero.

Aún así, Seungmin había ignorado todo eso y con esfuerzo, consiguió continuar con aquello, hasta que el entrenador comenzó a hacer de su vida un infierno.

Para empezar, su salida del equipo fue inmediata. Y si eso no fuera poco, realmente le intentaba amargar la existencia, castigándolo a cada cosa que hacía.
Después de todo, Seungmin no era el mejor estudiante ejemplar, y como cualquier adolescente, también se metía en algún que otro problema, por lo que al entrenador le fue fácil apartarlo de su vista.

Pero no lo logró del todo, ya que su novia y él seguían juntos.

Una visión del entrenador, aquel imbécil, retorciéndose de rabia al recordar que esa relación aun era real le hizo sonreir a Seungmin.

Jódete, pensó, mientras se dirigía a limpiar la mesa donde hacía un rato se habían sentado los chicos.

Aquello le hizo acordarse de Changbin, que había mencionado que él también estaba fuera del equipo, y se preguntó si también el entrenador era el culpable de todo, cosa que no le extrañaría.

Jódele, Changbin, quiso decirle.