VEINTINUEVE

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Chan seguía mirando a Changbin con ojos atentos, y mientras, en la mente del otro pasaban las imágenes y pensamientos que había tenido tan sólo hacía, como mucho un mes.

La chispa que empezó todo fueron las palabras de su entrenador de baloncesto.

Bueno, en realidad ese idiota no provocó una chispa, si no que lanzó mechero encendido dentro en un coche rodeado de gasolina.
Y todo explotó.

Al parecer, a aquel hombre no le gustaba que hubieran personas que aun no supiesen lo imbécil que era, así que le gustaba recordárselo diariamente al personal.

Y uno de esos días, se dirigió a Changbin.

Todo ocurrió tras una discusión sin sentido, como todas las que había en el equipo de baloncesto, a la que no se le debería dar demasiada importancia.

Sin embargo, el entrenador era de ese tipo de personas que nunca le dan la razón a nadie. Aunque estén equivocados, van a mantenerse firmes. Creía que por ser un adulto y por ser profesor, podría hacer lo que quisiese.

Y Changbin pensaba justo al contrario, no iba a subordinarse ante alguien como él. En cualquier otro caso, se habría mantenido en silencio, pero no cuando hablaba con personas cuya actitud odiaba.

Por supuesto, ninguno de los dos cedió, y la cosa llegó a más. El entrenador sacó a relucir lo que más podía dañar a Changbin.

—Tú estás aquí gracias a mí—había dicho, escupiendo las palabras, luego se rió—Pero, no eres imprescindible, Changbin. Podría sacarte del equipo en este mismo instante.

Al escuchar las palabras del entrenador, un remolino de pensamientos acudieron a la mente del chico.

Después de tanto tiempo buscando su sitio, creía que lo había encontrado. Antes de entrar al equipo, no creía que tuviera un grupo al que pertenecer.

Él siempre había ansiado ser parte de algo.
Ser tan importante como el resto en algún lugar.

Y creía que lo había hecho, ¿pero resultaba que ahora él era prescindible?¿Que podía ser tirado a la basura como un juguete viejo?

Mientras en su cabeza se repetían esas preguntas y veía el rostro del mayor, la rabia recorrió todo su cuerpo y actuó antes de pudiese pensar en evitarlo.

—¿Dices que ya no me necesitáis?¡Pues que os jodan!—gritó con las cuerdas vocales ardiendo, mientras apretaba una pelota de baloncesto entre sus manos.

Justo cuando terminó la frase, el chico lanzó la esfera aranajada con toda su fuerza posible contra el suelo, y por suerte o por desgracia, esta rebotó y fue directamente a la cara de su entrenador. En cuanto la bola entró en contacto con la superficie facial del hombre, se oyó un fuerte chasquido, como el de un hueso rompiéndose en dos.

Y ahí fue cuando Changbin supo que no podría volver a atrás. Acababa de partirle la nariz a su entrenador y de nuevo, ya no formaba parte de absolutamente nada.

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—El entrenador me echó del equipo, —dijo Changbin, simplemente.

Chan abrió mucho los ojos, soprendido.

—¿Qué?¿Por eso no viniste más?

—Si—respondió Changbin, diciendo la verdad a medias.

Desde luego, hasta aquel día, sabía que aquel estúpido aún le odiaba por romperle la nariz. Pero, desde luego, aquella no era la única razón.

Cada vez que Changbin veía a Chan, Woojin o Minho, aquella gran inseguridad volvía a aparecer. Sí, eran sus amigos, pero, ¿sería prescincible también para ellos?

Ese pensamiento se fue ahuecando poco a poco en el ser de Changbin, e hizo que él mismo comenzase a alejarse de los tres chicos. Cada vez que se cruzaba con ellos, los ignoraba o los evitaba. Durante una semana.

Y a la siguiente, ocurrió.

A nadie le importó Changbin. Se cansaron. Y otro ocupó su puesto. Exactamente como en el equipo.

A partir de ahí fue cuando creyó que, allí, si no eras popular, no tenías un sitio. Y para ser popular, tenías que importarle a alguien.

Entonces, Changbin salió a buscar dicha popularidad otra vez, hasta llegar a aquel momento, la fiesta de Yugyeom.

—Oye... si quieres puedo hablar con el entrenador—comenzó a hablar Chan, mirándolo–Le convenceré para que te vuelva a admitir.

—Le rompí la nariz, Chan—le cortó Changbin, riéndose—Dudo mucho que quiera saber nada de mí. Además, no importa, prefiero quedarme así.

Después, un silencio se instaló entre ellos.
Changbin sabía que su relación con Chan ya no era la misma de antes, pero aún así era consciente de que le debía una explicación real de todo lo que había pasado por su cabeza.
Mas, aquel día no era el idóneo; estaba cansado, adolorido tras inmiscuirse en la pelea de Hyunjin y Woojin, y muy, muy confundido. Su cuerpo y mente le pedían a gritos que se marchase de allí.

—De todas formas, gracias por la oferta—anunció él, levantándose de la mesa de jardín en la que ambos se habían sentado, y más tarde añadió con sarcasmo—Se que la fiesta está en su apogeo, pero creo que yo me piro.

Chan asintió con la cabeza mientras una sonrisa se extendía en su rostro.

—Esta bien, si necesitas algo sólo dímelo—le recordó, dándole una palmada en la espalda—¿Nos vemos en el instituto, no?

Y aunque Changbin ya había comenzado a caminar por la acera oscura en dirección a su casa y no esperaba esa pregunta, respondió.

—Claro, nos vemos. Guárdame un sitio.

STRAY KIDS ─ POPULARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora