VEINTIOCHO

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Ante la visión que había frente a él, los labios de Chan se formaron en una pequeña sonrisa.

Una de esas sonrisas que aparecen cuando todo está terriblemente mal-y sabes que no puede ir a peor, pase lo que pase-pero que también sabes que algo podría mejorar.

Justo en la puerta de la casa, se encontraba un Changbin parado, mirándolo.

Chan era consciente que el otro chico lo había estado evitando por más de una semana, y en aquel momento, no era distinto. Sin embargo, ambos se habían visto, y si Changbin quería salir de esa casa, tendría que pasar junto a él.

La sonrisa de Chan fue exactamente por eso.

En aquella fiesta, todo se había puesto patas arriba en sólo unas horas.

Todo, y para todos.

Y sabía que, tras esa tormenta, era el momento indicado para hablar con Changbin.

Joder, claro que lo sabía.
Lo conocía más que a sí mismo.

O eso creía.

Chan creía saberlo todo sobre uno de sus mejores amigos, pero resultó que no.

No sabía que había pasado en el momento en el que Changbin, después de estar un poco distantes, de repente, salió del equipo de baloncesto. No sabía por qué quería salir de sus vidas.

El único que podría decirselo era Changbin, y allí estaba. Tenía que hablar con él.

-Bueno, Chan, creo que será mejor que me vaya ya-dijo Woojin, levantándose de la mesita de madera de jardín en la que se encontraban ambos sentados.

El chico aún tenía la zona de su ojo morada tras la pelea, además de la hinchazón y rasguños de los nudillos de ambas manos.

Pero, eso no le afectaba en nada, en comparación con el dolor que tenía por dentro.

Antes de que se fuese más lejos, Chan le agarró de la manga y lo atrajo hacia él.

-Sí, eso suena como una gran idea ahora mismo-habló, mientras le rodeaba en un tierno abrazo de oso, que fue devuelto por su mejor amigo-Prométeme que vas a estar bien.

Woojin sonrió un poco ante la preocupación de su amigo, y asintió. Antes de irse, el mayor le prometió que lo llamaría por la mañana.

Tras la despedida con Woojin, Chan se quedó sólo, con las manos entre sus piernas, que colgaban por la altura de la mesa, esperando.

Ni siquiera se giró cuándo Changbin cruzó el césped del jardín en su dirección, ni mientras se acomodaba a su lado.

Ambos se mantuvieron en silencio durante unos minutos, no sabían ni por dónde empezar. Eran cómo hermanos, pero no sabían que decirse.

Fue Chan quién habló primero.

-Una fiesta de puta madre-dijo, sarcásticamente.

-Desde luego-respondió Changbin-sólo faltaba un puto payaso.

-Eh, vigila ese lenguaje-le reprimió Chan ante su elección de palabras.

-Tu acabas de decir lo mismo-se quejó el otro.

-Ya, pero yo soy mayor que tú.

Después de esta breve conversación, el silencio se volvió a instalar en el ambiente.

La noche se cernía sobre ellos, y la única luz que los alumbraba les llegaba desde atrás, de la casa. Todo el vecindario estaba a oscuras, y además de que la carretera estaba vacía, tampoco nadie transitaba por la calle.

Estaban de noche, en una casa que ni siquiera era suya. Estaban sólos, y se sentían sólos. Como si junto al otro hubiese un desconocido.

La misma pregunta apareció en la mente de ambos chicos. ¿Cómo habían llegado hasta tal punto?

-¿Por qué has venido, Changbin?-preguntó Chan.

El otro entendió que la pregunta no sólo se refería a la fiesta, sino que abarcaba todo lo que había pasado, incluidas las semanas atrás.

Sin embargo, no lo demostró.

-Me invitaron-dijo él simplemente.

-No me vale esa respuesta, Changbin-habló Chan, mirándolo directamente por primera vez desde que había llegado-¿Por qué has estado evitándonos durante más de diez días, y ahora de repente apareces aquí?

-No os he estado evitando-mintió, mientras clavaba la vista al frente-O si. Qué más da. Quería que todo volviera a ser como antes.

-¿Cómo que "volviera a ser como antes"?¿Qué ha cambiado?-dijo Chan, sin entender a su amigo.

-Todo, Chan-respondió Changbin, con la voz quebrada.

Sabía que si continuaba hablando no podría detenerse. Contaría todo lo que había pasado por su cabeza.

Changbin era una persona insegura. Problemente, la persona más insegura que conocía.

Y sin embargo, nunca, lo iba a demostrar.
No era fácil admitir sus inseguridades en voz alta.

STRAY KIDS ─ POPULARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora