VEINTITRÉS

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Jisung vio a Changbin parado frente a la puerta de la cocina, y conectó una última mirada con él antes de indicarle con la vista que iría con Minho.

Changbin asintió con la cabeza, y se marchó hacia el centro de la fiesta, mientras el otro chico no tuvo más opción que aceptar la petición que se le había hecho.

Segundos después, Jisung no emitió ni una sola palabra, sino que caminaba en silencio tras Minho, que le conducía a un lugar un poco más apartado.

Parecía que conocía bien la casa, y no le extrañaba, tal vez Minho pasase más tiempo allí que en la suya propia.

Y aquella era una de las miles de cosas que había hecho a Jisung darse cuenta de que Minho no era el mismo.

—Jisung...—habló primero él, con un tono débil, y a la vez capturando los ojos del otro.

La inesperada suavidad con la que el mayor menciono su nombre hizo que Jisung apartase la vista. A su vez, aquello provocó que un silencio se instalara entre ellos dos. Ninguno de los dos estaba preparado para hablar, pero aún menos para callar.

—¿Qué querías decirme?—preguntó Jisung finalmente, esperando que el otro acabase con su incomodidad.

Jisung sabía de lo que quería hablarle. Vamos, había que ser extremadamente estúpido para no darse cuenta de que Minho aún no se había recuperado desde el fin de su relación.

Pero, a diferencia de él, Jisung creía él mismo sí que lo había hecho.Y si realmente no era el caso, entonces se había convencido lo bastante bien para creerlo.

Sin embargo, no quería arriesgarse a evocar esos recuerdos que no le iban a ayudar a mantenerse en ese estado.
Él pensaba que lo había superado, y no necesitaba saber nada más de aquel tiempo.

En esto, Minho era mucho más sincero con su propia persona.

—¿Qué quiero decirte? Joder... lo que pienso casi a cada momento del día, todos los días y todos los meses desde que terminamos—murmuró él, con un sentimiento que hacía tiempo que no incluía en sus palabras.

La última vez que Jisung le oyó hablar así, fue antes de que teminaran.

Aquel Minho que tenía delante le recordó mucho al que era cuando se había enamorado de él.

En ese tiempo, ambos aún eran amigos.
Se conocían desde ya pasada la infancia, años atrás, y siempre habían tenido una relación especial, hasta que fue el propio Jisung quién se confesó por primera vez.
Minho, por supuesto, le correspondió.
Ambos siempre pensaron que el otro era la persona más maravillosa del mundo, y que tenían suerte de haberse conocido.

Sin embargo, la madurez, o la falta de ésta, había jugado sus papeles cuando comezaron el insituto. Un lugar nuevo, con gente nueva, con estímulos nuevos e influencias nuevas.

Para algunos, era inevitable no cambiar.

Claro está, Minho lo hizo.

Y Jisung nunca supo describir qué era exactamente en lo que había cambiado, porque le dolía demasiado darse cuenta de que la persona de la que se había enamorado ya no estaba, que ahora era alguien totalmente distinto.

Ante todo pronóstico, más tarde permanecieron juntos un tiempo,
y Jisung lo intentó, lo intentó por ambos.
Pero su amor fue desapareciendo cómo lo haría un globo al deshincharse.

Cuando decidió dejar a Minho, aún le quería, pero no podía soportar la culpabilidad. No podía esperar a que su amor se extinguiera del todo y necesitaba que aquello le doliese también a su caprichoso corazón.

Por su parte Minho, él nunca lo entendió, pero lo aceptó. ¿Qué otra cosa podía hacer?

Pero, superarlo, eso era otra cosa muy distinta.

—Te echo de menos...—dijo Minho en un susurro, sonando como si su voz se hubiese roto. No terminó de hablar, pues Jisung le interrumpió.

—No, para, Minho—habló él, con el tono tembloroso—No puedes hacerme esto...

No puedes hacer que me dé cuenta de que me equivoqué, quiso decir.

Pero Minho continuó.

—Y honestamente, creo que siempre estarás presente en mis pensamientos, de una forma o de otra—admitió con pesar—pero sé que no es posible. Lo sé, ¿vale?

Jisung realmente se sorprendió ante las palabras del otro, y una opresión le embargó el pecho, aunque no sabía de qué sentimiento se trataba exactamente.

—Es innegable que en el pasado te quise, y que tu también a mí—siguió—pero también sé que algún día lograré superarlo.

Ambos ya habían perdido el miedo, y se miraban a los ojos, los cuales decían más que cualquier palabra. A estas alturas, Jisung no sabía que más decir, pero en el momento en el que separó los labios para expresar cualquier cosa que cruzase su mente, Minho le interrumpió.

—Sólo quería que lo supieras—dijo él, justo antes de girar su cuerpo y comenzar a andar hacia el lado opuesto.

Jisung, se quedó allí de pie, plantado.

Y mientras, las lágrimas de Minho amenazaban por brotar de sus ojos y escurrirse por su mejillas conforme se alejaba, pero sabía que aquello era lo mejor. Aunque ahora era duro, sabía que aceptarlo iba resultarle mucho más fácil a la larga.

Además, siempre decían que si amabas algo, tenías que dejarlo ir.

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Aun con los dos vasos rojos repletos de bebida en ambas manos, Woojin se movía por la casa, buscando a su novia.

Ya había recorrido toda la planta baja un millón de veces-aproximadamente-pero sin rastro.

Durante la fiesta había desparecido varias veces, a lo que Woojin la había excusado pensando que tal vez se entretuviese hablando con alguien más.

Lo entraño es que ella siempre había vuelto después de un rato, sin embargo, ahora se empezaba a preocupar un poco, llegando incluso a pensar que se podría haber marchado.

Woojin en ningún momento pensó en la planta de arriba, pues no había nadie, o al menos, no debería haberlo.
Yugyeom había dejado bastante claro que quién subiese a la zona de habitaciones ya podía despedirse de su bienestar físico y mental.

Por otra parte, en el jardín ya hacía demasiado frío como para salir tanto tiempo.

Suspirando, Woojin se sentó en uno de los asientos que había en el centro del salón, del que un segundo después se levantó. Rápidamente se dirigió a la escalera del segundo piso, sonriente.

Estaba loco por esa chica, y le importaba muy poco el castigo que Yugyeom pudiese ejercer sobre él, pues recorrería todo el lugar y haría que sus pies doliesen como unos condenados siempre y cuando fuese a ella a quién encontrase al final.

No llevaban ni un año juntos, pero realmente creía que aquello estaba funcionado.

Durante el tiempo que la conocía, Woojin había sido más feliz que nunca, y en ese momento, era una de las personas más importantes que tenía ahora.

Nunca había querido tanto a nadie, a la vez que respetado y dado toda su confianza.

Pero esto último, tal vez no debería haberlo hecho, pues en ese preciso instante, la persona a la que tanto amaba, estaba en la planta de arriba, enrollándose con Hyunjin.

STRAY KIDS ─ POPULARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora