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21. Medicina

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. • Medicina •.

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Afuera la nieve caía en una tormenta. Hacia frio y él estaba solo en una casa que no conocía. Un lugar en medio de la nada. Un lugar abandonado, en el que nunca antes había estado. Pero le parecía familiar.

Todoroki no recordaba como llego a ese lugar, no recordaba que estaba haciendo antes de eso, y de hecho, justo en ese momento no lograba recordar absolutamente nada.

Solo su nombre.

Todoroki Shōto.

Su nombre resonaba por toda la habitación donde estaba encerrado. Venia de una voz que se parecía a la suya, pero no era la suya. La voz sonaba fría y distante, venia de todas partes, en un susurro, en partes. Sólo podía oír aquella voz en toda la larga habitación, en como lo llamaba hacia la nada.

El mundo se había convertido en sólo eso, la voz y el eco de sus pasos resonando en el piso.

¿Era un sueño? ¿Era real?

El muchacho detuvo sus pasos y se quedó quieto respirando con pesadez. Desde su lugar podía ver una pequeña ventana, la única que iluminaba todo el cuarto. Trato de llegar a ella. Pero camino en vano, porque no lograba llegar a ningún lado. Simplemente no podía salir del medio de la habitación, estaba atrapado.

Afuera la nieve seguía cayendo y comenzaba ajuntarse en el marco, la pequeña ventana se tapaba cada segundo más. La luz se iba de a poco también, hasta que el cuarto se llenó de la más absoluta y densa oscuridad. Todoroki dejó de respirar, era como si el aire fuera nulo, como si también se hubiera ido con la luz. El chico cayó de rodillas al piso de madera, cada vez más débil y desesperado. La voz que lo llamaba se hacía más fuerte en sus oídos.

"Para, para, para" pedía Todoroki en su cabeza, retorciéndose por la falta de aliento.

Y como si hubiera sido escuchado, el aire volvió a sus pulmones. Tosió varias veces en su lugar, era incapaz de volver a parase. Estaba demasiado débil y asustado.

La voz comenzó a reír.

—Te he estado observando, Todoroki Shōto. Pero ya lo sabias ¿verdad?

El chico reunió apenas la suficiente fuerza para contestar. — ¿Quién eres?

—Ya lo sabes... —respondió la voz. Cada vez se hacía más fuerte y concreta. Antes venia de todas partes, pero ahora parecía como si se acercara. —Siempre lo has sabido.