- Capítulo 2 -

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Al llegar a casa todo estaba en silencio y en una oscuridad parcial. Justo como se debía ver si no había nadie ahí.

De momento me confundí un poco y también me preocupé; era raro (hasta donde yo sabía) que Hans llegase tarde a casa y que no dejara algún tipo de mensaje para saber si había salido por un momento. Tiempo después entendí que dejó de dejar mensajes cuando salía a la tienda o farmacia cuando yo comencé a llegar dos o hasta tres horas después cuando ya no valía la pena leerlo.

Lo llamé un par de veces a su teléfono pero jamás contestó, ingenuamente pensé que debía de estar aún en alguna clase y no podía contestarme así que me relajé, guarde la comida y comencé a revisar correos antiguos en mi computadora esperando que todo estuviera bien una vez que él llegara a casa.

Una hora mas tarde llegó Hans y su mirada fue lo más extraño que he visto cuando se dio cuenta de que yo ya estaba ahí con aspecto cansado y molesto por la espera y el trabajo.

- ¿De verdad estás aquí? Son las ocho - me sonrió débilmente quitándose su chaqueta para dejarla en el perchero de la entrada.

-Creí que salías 6:30 de tus clases- sonreí cansada abrazando con las manos mi taza de café.

Hans vaciló un poco al responder mientras caminaba hacia la nevera y después volvió a sonreír débilmente -A veces salgo con un par de compañeros a comer algo. Ya te lo había dicho- su respuesta parecía más un reproche que venía acompañado con un frío y débil beso en mi frente.

-¿Quieres cenar?- pregunté ignorando ese sexto sentido que me avisaba, ME GRITABA que aquello había sido una mentira.

Podría ser la mujer más ocupada y llegar a casa cansada para cualquier cosa pero estaba segura de que todo lo que Hans podría contarme sobre su vida y rutina cuando no estaba conmigo yo definitivamente lo recordaría. Estaba segura, pude haber jurado en ese momento que él jamás me había dicho que salía a cenar con sus compañeros después de clase, de otra forma ¿Porqué siempre se molestaría conmigo por estar esperándome desde las 7:00 pm todos los días para cenar?

Ignoré su respuesta y seguí de acuerdo a mi plan, serví la comida y nos sentamos en la alfombra de nuestra sala para poder cenar en un falso ambiente de paz que minuto a minuto se hacía más y más pesado. Algo andaba mal, alguien andaba mal y el otro tenía que saberlo. Tuve que haberlo sabido.

-Elsa... Necesito decirte algo- interrumpió la película con un tono melancólico. Ese mismo tono que usaba cuando me daba la noticia de que abandonaría un empleo o clase, así que lo vi venir y mi reacción fue la misma de siempre; molestarme.

Rodé mis ojos con cierta frustración y me puse de pie para llevar mi plato a la cocina.

-Tampoco funcionó esta clase ¿Cierto?- hablé con seriedad y marcando una obvia distancia entre ambos en el momento -Descuida, ya veremos que hacer con los gastos de la casa...- suspiré soltando los trastes con fuerza haciendo un poco de ruido.

-No, en realidad las clases van muy bien. Es sobre otra cosa- Hans se puso de pie y me miró desde la sala con los ojos cristalinos y lamiendo sus labios esperando que las palabras correctas pudieran salir de su boca, pero para ese momento logré entenderlo.

Quise evitar la charla, prolongarla con un silencio que pronto me hizo llorar porque solo era la confirmación de lo que estaba pensando; no quería que me viera, me sentía rara y extraña con un desconocido. Agaché la cabeza y me sostuve con todas mis fuerzas de la barra en la cocina para no dejarme caer en la melancolía basada en una corazonada y sin antes escuchar la verdad.

-Se llama Peri, es profesora en otro de los cursos y...- Hans se detuvo cuando me atreví a verlo ya con el rostro enrojecido de rabia, llanto y tristeza.

-¿Y te pareció buena idea? ¿Solamente así como así?- gruñí llorando, esperando y a la vez no saber con exactitud que había ocurrido.

-No, me pareció la peor de las ideas en un principio, pero ya me cansé de tratar de alcanzarte y de intentar estar junto a ti cuando es obvio que ya no lo deseas... No de corazón.

Su tono de voz comenzaba a alzarse, esto se iba a salir de control y probablemente por mi culpa. No estaba tolerando su ridícula e insana justificación.

-¡Oh! ¿Así que ahora es mi culpa que terminaras entre las piernas de Perla?- alcé la voz un poco comenzando a perder la razón. Eran demasiados sentimientos de golpe. Quería matarlos a ambos.

-Se llama Peri- suspiró Hans frente a mi rascando un poco su entrecejo.

-¡Me da igual!- exclamé caminando furiosa hacia la habitación -¿Porqué me cuentas todo esto? Si te divirtió un día o dos no tenías porque decírmelo ¡Eres un enfermo!- seguí reclamando mientras limpiaba un poco mi rostro en el baño.

-No es una cuestión de una noche o dos... Si tan solo pudieras ponerme atención por una vez en tu vida- Hans me siguió molesto y espero sentado en el borde de la cama que estaba de frente a la puerta de nuestro baño.

Dudé un par de segundos con la mirada perdida en el lavamanos, no podía concentrarme en dejar de llorar y me rendí. Lloré un poco más mientras recogía mi cabello con un nudo enmarañado y salí para estar frente a frente y terminar de escuchar su veredicto.

Hans me miró con cierta determinación y creo que también un poco de arrepentimiento y aún así su voz fue por primera vez indiferente: "solo intento decirte lo que llevas esperando que yo diga desde hace mucho tiempo".

¿De verdad estaba pasando? No podía negar que en algún punto de aquellos ocho años juntos, no había un día en el que no deseara que todo acabara, pero jamás me atrevía a lastimarlo y al final esa etapa pasaba. Y ahora ahí estaba él diciendo todo sin miedo a lo que podría pasar o lo que yo llegase a sentir, él siempre había sido así, no entiendo porque en ese momento me sorprendió tanto.

Miré a un costado de la cama y habían un par de maletas hechas, la respuesta había estado ahí desde que había vuelto de trabajar pero era difícil de ver para quién solo esperaba que su vida siguiera con esa rutina vacía de emociones.

Me dejé caer lentamente por el marco de la puerta del baño y abrazando mis piernas miré al techo esperando que mis lagrimas regresaran a su lugar y dejaran de caer. Estaba derrotada por el amor que creía tener.

-¿Entonces me vas a dejar y te irás con ella?- pregunté con voz ronca.

Se hizo un pequeño silencio que después se rompió con la estocada final, con el disparo fulminante: "Yo no iré a ningún lado, Elsa. Tú si". 

EspiralesWhere stories live. Discover now