-Capitulo 27-

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Lo más extraño de la felicidad es que no sabes en que momento pueda cambiar. Era sumamente nostálgico pensar en todo lo que me había pasado en el último año desde que Hans me había sacado de su vida. 

Había cambiado, todo en mi era distinto. Aún sentía los dolores y recuerdos, pero era como de una vieja yo, no la versión que era en ese momento. Lo gracioso era que ahora que mi vida parecía estar en orden, se estaba desordenando; no podía tenerlo todo y eso me molestaba, me frustraba y rompía el corazón.

Pude pasar con Hiccup un par de semanas más en las que jamás me le pude separar. Sabía que eso haría más difícil nuestra separación, pero no podía evitarlo, el simple hecho de ver que el día de su partida se aproximaba me estremecía. Sería sumamente difícil vivir con él estando tan lejos.

No dimos por terminada nuestra relación, pero sabíamos que cambiaría. No podríamos estar separados para siempre, un año ya parecía demasiado tiempo, pero no podíamos perder la oportunidad de intentarlo. 

Para él era emocionante, se molestaba mucho en disimularlo a mi lado, pero al estar con sus amigos o mi familia hablaba del tema con entusiasmo; era el trabajo que siempre había querido, cerca de su verdadero hogar y sus padres. Lo único que no tenía planeado era que yo llegar a su lado, era gracioso porque yo tampoco lo tenía planeado. 

Astrid no dejaba de reclamar por que no estaría en los dos días más importantes de su vida pero parecía que al igual que yo conocía bien el deseo de Hiccup por irse y le alegraba saber que estaría en muy poco ahí. Yo me sentía cansada, tal vez porque por las noches no lograba dormir bien o tener apetito, aunque lo fingía bastante bien. 


El día de la partida de Hiccup llegó más rápido de lo que hubiera querido. De camino al aeropuerto nuestra conversación parecía ser divertida y como cualquier otra, como si saliéramos a comer y en un par de horas volviéramos a casa juntos como de costumbre.

-Pudiste haber esperado, mi vuelo sale en tres horas- se burló mirándome comer una rosquilla de chocolate.  

-Tengo hambre, no podía esperar a que documentaras tus cosas- me quejé bebiendo de un vaso de café.

-Lo sé, pero ¿Rosquillas? ¿Qué pasó con "es muy temprano para tanto dulce"?- me imitó. Solía decirle eso por las mañanas cuando sugería comer algo dulce o postre para desayunar. 

-No sabes nada- lo miré dignamente y di una mordida a mi rosquilla. 

-Me alegra saber que no estaré cuando comiences a quejarte porque subiste de peso- se burló.

-¿Crees que he subido de peso?- lo miré algo molesta.

-No es lo que dije- aclaró algo nervioso.

-Seguro preferirás a una chica sueca delgada y pálida- gruñí continuando con mi tarea. 

-Pues tu eres pálida...- continuó bromeando. 

Fingí estar molesta y golpeé ligeramente su brazo. '

Hiccup rió y luego tomó mi mano para besarla. 

-Tu mano tiene chocolate- se quejó un poco.


Al llegar el tiempo voló. Almorzamos juntos e incluso pudimos charlar por varios minutos pero el momento llegó; el debía acceder a la sala de abordaje y yo debía volver a casa... Sola. 

-¿Enviaras fotos de Chimuelo?- me preguntó antes de entrar en la fila. 

-Claro que lo haré- sonreí tomando su cabello por última vez.

-Lo harás bien, Elsa...- me sonrió tomándome de la cintura

Nos besamos, claro, y hubiera deseado que eso durara más. Hubiera deseado que no fuera el último. Tal vez estaba siendo demasiado exagerada, nos besaríamos más veces un año o dos, o más, o una vez al año... 

Nos despedimos y al separarnos fue como si arrancáramos una vieja costra de la piel. Lo miré alejarse y me contuve con todas mis fuerzas de llorar, quise darle una razón para que cambiara de opinión para quedarse.

-¡Hiccup!- grité antes de que se alejara más. 

El solo se giró y me miró confundido. 

No podía decirle algo para que se quedara, lo que podía ser bueno para mi podría ser malo para él. Una impertinencia, no, debía callármelo.

-Nada de suecas más delgas y pálidas que yo- sonreí falsamente y le envié un beso.

Él solo rió un poco y asintió. Después lo perdí cuando entró por la puerta. 

Ya estaba hecho.


Volví a casa con una gran pesadez, nunca sabré si era tristeza o frustración. 

No olvidé pasar por algo de comer y beber para mi y Chimuelo. Ahora eramos nosotros dos por algo de tiempo. Me reconfortaba saber que no estaría del todo sola, pero aún así era una forma que me haría extrañar aún más a Hiccup.

Entré al departamento y me encontré con la sorpresa de que todos estaban ahí.

-¿Qué hacen aquí?- sonreí pero estaba algo conmocionada.

-Decidimos adelantar la noche de tontos- sonrió Astrid saliendo de la cocina. 

-¿Adelantar?

-Pensamos que tal vez no querrías estar sola, en especial hoy- agregó Patán jugando con Chimuelo. 

Era algo que jamás hubiera esperado, y tenían razón; el tenerlos ahí me ayudaba mucho pero avivaba mi lado sensible y no pude evitar llorar un poco.

-Elsa, te has hecho muy chillona- se burló Tuffnut.

Reí un poco aceptando una botella de Astrid mientras caminábamos hacia la sala.

-Tal vez debamos entregarte la copia de la llave que sacamos a escondidas- se burló Patán.




*Chicos, este es el penúltimo capítulo :D :CCC mil gracias por leer y comentar <3 y sobre todo por el apoyo que siempre me han dado!!!!!*

EspiralesWhere stories live. Discover now