- No tan intenso como esto.
De pronto un rayo impactó delante nuestro, casi golpeando a Rafael.
- Alguien siente ese olor a cadáver pútrido?- Pregunté irónico.- Esta vez no escaparás y tú patético hermanito no te salvará. Sikaer.- Exclamé mientras tomaba la pluma. - Eres mío hechicero.- Y me lancé a él.
Zannor realmente estaba furioso, pero como siempre su ira lo tornaba errático e impreciso en sus ataques.
- Abish ett. - Exclamó furioso y los rayos no se hicieron esperar.
- Chicos vayan a buscar a Néprix yo me haré cargo de él. Yo te enseñaré lo que es lanzar rayos. Abish olodon ett.
Desde mi mano izquierda salieron una lluvia de rayos que impactaron alrededor de Zannor.
Ventais correntta. - Gritó extendiendo sus brazos hacia mí, confieso que eso no lo esperaba, un torbellino se dirigió hacia mí tan veloz que esquivarlo no era una opción.
- Vazzío. - Exclamé e inmediatamente el torbellino se desvaneció frente a mis ojos.
- Ya me tienes cansado. Zarem turastel.- Grité y una especie de torrente de fuego se dispersó a mi alrededor.- Hora de acabar contigo. Turastel ett.
Las llamas a mi alrededor se dispararon al hechicero con fuerza e ira pero lo que no esperaba era que Zannor usara los conjuros que yo usaba.
- Vazzío.- Gritó el hechicero con sudor en el rostro y temblorosa voz.
Las llamas se extinguieron a milímetros de su objetivo lo que me hizo arder en furia.
-Jajaja.- Zannor reía despiadadamente. - Debiste saber que tus llamas no me tocarían.
De lo que no se percató fue de mi rápida reacción.
- Nari sek ett.- Exclamé con furia al tiempo que lanzaba mi daga al pecho del hechicero.
La risa de Zannor se apagó en un ahogado grito, la vida se fue apagando en sus ojos como le sucedió a mi madre y Zannor cayó al suelo.
Instantáneamente la naturaleza reclamó su cuerpo y comenzó a consumirlo, el hechicero se redujo rápidamente quedando solamente su andrajosa ropa.
Comencé a correr en busca de mis amigos hasta que algo se precipitó en el mar.
- Ilai, por aquí.- El grito de Amiel desde el medio del mar me hizo sonreír de alivio, estaban bien.
- Levattum.- Dije, y mi cuerpo se elevó hasta donde estaban mis amigos.
Al llegar noté que estaban parados en la punta de un iceberg.
Una especie de hada con cola de sirena flotaba delante de ellos, supuse que era Néprix.
- Rápido príncipe aquí la encontramos y también la entrada al palacio. - Dijo Amiel.
- Ilai Safith, es un honor conocerte al fin.- Dijo Néprix.
- Wow no sabía que era tan famoso por estos lugares.- Dije.
- Como no serlo eres el hijo de Arthur y Lauren vivimos gracias a tu madre ella es nuestra salvadora.- Dijo la sirena.
- Tu debes ser Néprix, también es un placer conocerte.- Respondí.
- Joven brujo debemos apresurarnos este iceberg es la entrada al palacio, Vladir está dentro.
- Gracias querida amiga.- Dijo Amiel a la sirena.- Veré que seas recompensada.
- Solo tengan cuidado no olviden que Vladir está en guardia siempre y nadie ha entrado en mucho tiempo al Palacio no se con que se enfrentarán.
- Gracias por la advertencia.- Dijo el lobo.
El hada marina se sumergió en el mar y desapareció.
- Bien chicos quien entrará primero? Las damas?- Dije bromeando.
- Siempre tan caballero.- Dijo Dyna.
- Entra ya niño.- Dijo Jack y me empujó dentro del iceberg.
Al ingresar la temperatura descendió drásticamente, Jack tomó forma de lobo para aumentar su temperatura corporal, Rafael en cambio estaba muy a gusto, Dyna ajustó su abrigo rojo y Amiel no dejaba de liberar un polvo dorado a su alrededor que brillaba y daba calor, Lucien en cambio fue a lo más natural y creó una antorcha en su mano, yo por mi lado convoqué al fuego a mi alrededor.
- Chispita tu fuego acabará derritiendo todo a su paso no es buena idea tanto fuego y Amiel tu brillo atraerá a todos los peligros a nosotros.- Dijo Rafael.
- Pero está helando aquí.- Dijo el hada.
- En cambio tú, príncipe, nos ahogarás a todos.
Zamaliel que venía muy callado rompió el silencio.
- Este frío no es normal algo no cuadra aquí, miren esas antorchas en las paredes deberían estar congeladas, este ya no es el iceberg sino el palacio.
Una luz brillante se veía al final del pasillo donde éste parecía concluir en una gran sala.
Al acercarnos la luz era más intensa y notamos que provenía del trono central en la habitación.
- Vertua Imperta Exunne Roxio.
La voz provenía del trono brillante.
De pronto el fulgor se apagó, el frío desapareció y pudimos ver quien lo provocaba.
Un hombre musculoso muy grande vestido con una armadura dorada igual de imponente que su apariencia yacía sentado en el trono, a su izquierda una espada tipo mandoble adornada de piedras preciosas en toda la empuñadura y la vaina de la misma, en su mano derecha tenía un cetro con un gran zafiro azul el cual parecía emanar un frío tremendo.
La voz de aquel hombre era potente pero majestuosa.
- Quién se atreve a entrar a este palacio?- Preguntó.- Cómo encontraron la entrada aquí?
- Disculpe, emm majestad, buscamos a Vladir. Emm- Dije balbuceando, su apariencia imponía presencia.
- Majestad lo que el chico intenta decir es que...- Zamaliel no terminó de hablar cuando ese hombre le interrumpió.
- Silencio!- Gritó- He dicho quien no por qué!
- Pero quién te crees que eres.- Gritó Dyna exasperada.
- Yo, niña impertinente, soy el gran Vladir de Azor.- Dijo aquel hombre haciendo que la rubia se encogiera detrás del vampiro.
Zamaliel desplegó sus alas e inmediatamente la armadura plateada y la lanza espada se materializaron en él.
- Y yo, brujo insolente, soy el ángel guardián enviado por el arcángel Miguel asi que muestra tu respeto!
Confieso que nunca esperé una reacción así del ángel.
Vladir no daba crédito ante tal confrontación.
Se levantó dejando su cetro y tomó su mandoble, en una invitación a pelear dejó caer su enorme capa azul y se dirigió al centro de la habitación.
- Como te atreves a desenvainar tu arma en mi palacio.- Dijo Vladir.
Un segundo después las armas de ambos guerreros chocaban ferozmente sin cesar. Luchaban como dos caballeros de la edad media enfrentados por sostener su honor en alto.
- Que extraño que un brujo como Vladir no use su magia sino una espada.- Comenté.
- Si no me equivoco, joven brujo, usa su magia para contener este lugar de las fuerzas del mar.- Dijo Lucien.
- Si continúa cansándose su poder se debilitará y la contención será inestable.- Observó Rafael.
- Debemos hacer algo pronto.- Dijo Amiel.
Jack intentó meterse pero una barrera de cristal se materializó al tratar de hacerlo.
- El cetro, el hechizo que pronunciaba cuando llegamos miren la piedra está brillando.- Dijo Dyna.- Si pudiera llegar a él.
- Yo lo haré. - Dije.- Kiatto Investa Cetrum.
El hechizo de Vladir comenzó a invertir el flujo de aire y comprimirse en vez de expandirse, la barrera iba haciéndose cada vez más pequeña y dejó así el cetro desprotegido.
- Dyna ahora!- Grité.
- Cetro converge tu energía ahora! Gritó la chica y la ventisca fue apagando su furia, disminuyendo su intensidad hasta apagarse.
Vladir evadió la lanza de Zamaliel y se detuvo en seco.- Que han hecho?! Ahora la bestia está libre y la corona corre peligro!
- De qué rayos estás...- Dyna no terminó su pregunta y un rugido se escuchó detrás de las cortinas que estaban tras el trono de Vladir.
- Acaban de liberar al gran leviatán negro.- Dijo Vladir.- Ya no hay nada que hacer nos acabará.
Inesperadamente Lucien dio un paso al frente, el animal lo observaba nervioso.- Este animal está hechizado el leviatán negro no es agresivo su única defensa es su voraz apariencia.
- Como sabes eso?- Dijo el robusto rey
- Porque yo lo crié de niño.- Contestó el mago.
- De que demonios hablas?- Preguntó Vladir.- Acaso tu...? No es posible. Lucien?
Instantaneame el caballero guardó su espada y Zamaliel dio la batalla por terminada volviendo a su angelical y sublime apariencia.
- Entonces lo que hablan es cierto fuiste liberado. Pero cómo?- Vladir no daba crédito a lo que veían sus ojos.
El rugido de la bestia hizo que la conversación se detuviera.
Lucien examinó de arriba a abajo a la bestia marina y algo llamó su atención en el centro de su cabeza brillaba una piedra negra como un Onix muy pulido.
- Alguien embrujó al animal.- Exclamó Lucien. Esa piedra no es cualquier Onix es un canalizador, absorbe energía oscura, se usa en hechizos para dominar a quienes se oponen a hacer algo.
Yo me haré cargo dijo Rafael puedo extraerla sin que me afecte pero debo llegar a ella.
Eso no ser problema, te haré levitar hasta ella, pero deben entretener al animal.
- De eso me haré cargo.- Dijo el lobo lanzándose a la bestia y corriendo de un lado a otro.- Necesito más velocidad.
-Bien.- Dijo el hada. Yo te ayudaré con eso.
Amiel comenzó a batir sus pequeñas alas y generar una ventisca que impulsaba al lobo a mayor velocidad, Zamaliel al notarlo se sumó al hada para colaborar batiendo sus alas.
El leviatán estaba tan concentrado en el lobo que ni siquiera noto que Rafael era elevado hacia él.
-Ahora déjame caer.- Gritó el vampiro.
Al tiempo que lo deposité en la cabeza de la bestia el extendió sus manos hacia la piedra y la arrancó del leviatán.
El animal se detuvo al instante pero no solo eso sino que su aspecto comenzó a mudar, cómo pudriéndose, ya estaba muerto.
Al tocar el suelo la naturaleza lo reclamó y desapareció por completo.
Vladir se acercó a nosotros con la corona en la mano y la extendió hacia Lucien.
- Rey Vladir es un honor presentarle al elegido, el hijo de Arthur y Lauren, el es Ilai Safith.
El rey volteó a verme y extendió su mano hacia mi.
- Jamás pensé que volvería a ver a un Safith.- Esto te pertenece, la corona de Áprix.
Vladir me entregó una hermosa corona dorada adornada con pierdas preciosas.
- Gracias rey Vladir.- Dije al tiempo que tomaba la corona.
- Ha sido un honor servir a tu familia, supongo que ya tienes todos los objetos no?- Inquirió el rey.
- Aún no.- Respondí.- De hecho necesito viajar a la pirámide de Amón el tiene la espada de Owen y también me falta la pluma de Iangelith.
- Bien aún tienen un recorrido largo pasen aquí la noche y al amanecer ve hacia la pirámide les llevará un día de camino, eso si no tienen interrupciones.- Dijo Vladir.
- Bien que asi sea.- Dijo Lucien.
- Mañana seguiremos.
Y así sin más no fuimos a los aposentos del palacio que Vladir nos ofreció, no sin antes haber cenado.