La Batalla Final

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La habitación estaba casi en completa oscuridad, de no ser por unas cuantas velas alrededor del trono y algunas antorchas en las paredes.

En el trono se encontraba sentado un hombre de cabello largo torso desnudo y dos enormes alas negras con el rostro pálido, ojos negros como la noche más oscura y ojeras pronunciadas. Su peculiar parecido a mi familia delataba la línea de sangre, pero su aspecto también delataba la demoníaca posesión del legendario ángel caído, Radriel.

-No sé si debería llamarte tío o maldito demonio.-Dije a modo de saludo.

-Ilai, Ilai, Ilai, siempre tan insolente, igual a tu patético padre.-Respondió.

-No te atrevas a insultar a mi padre y menos delante de mí.-Señalé con enojo.-Te juro por los ancestros que te arrepentirás de todo lo que hiciste.

-Jajajaja! Ah si y como lo harás? Solo para dejarlo claro tu estúpido tío ya no existe, otro patético brujo que se creyó más fuerte que un dios.-Puntualizó el ángel.

-Radriel, Radriel, tan atrofiado esta tu cerebro que ya te crees un dios.-Dije con una torcida sonrisa en mi rostro.-Y le dices patético a mi padre. No  gastaré más saliva contigo al menos que sea para escupir en tu rostro pútrido.

-Ya veremos de que estas hecho niño.-Retrucó Radriel, encendiendo aún más antorchas solo con levantar sus manos un poco.

Dicho esto último sus negras alas se pegaron alrededor de su cuerpo creando como un atuendo de plumas en su piel, en su mano derecha una lanza-espada similar a la de Zamaliel se materializó y comenzó la pelea.

Desenvainé la espada de Owen pero resrvé la pluma colgando en mi pecho y me avalancé sobre mi oponente.

En aquella sala solo se escuchaban nuestras jadeantes respiraciones y el choque de nuestras armas, estábamos muy parejos lo que hizo enojar al ángel caído quien comenzó a lanzarme bolas de fuego, rayos, ventiscas, esferas de alma negra. Radriel atacaba sin cesar con todo lo que tenía sinceramente en varias oportunidades pensé que moriría, estaba demasiado golpeado y cansado de esquivar sus disparos, así que comencé a responder de la misma manera.

-Naari sek et.-Grité al lanzar una esfera alma que pensé le daría pero justo en último segundo Radriel regrsó la esfera con la lanza de su mano. La esfera se dirigía muy veloz hacia mí y pensé que era el fin pero antes de que me diera justo en el pecho, la pluma de Iliangelith se materializó en el cetro-daga y el cuervo abrió su pico para tragarse la esfera.

-Qué demonios?-Dijo Radriel.-Cómo sucedió eso.

-Creías que no había conseguido todos los objetos.-Respondí.-Te presento a la Pluma de Iliangelith mi fiel arma. Obsequio de mi querido amigo Zamaliel, te suena.

-No es posible di vueltas la tierra en busca de cada objeto.-Dijo el ánel sin dar crédito.

-De verdad pensaste que mi madre era tan estúpida?-Pregunté.-Crees que no sabría como y donde esconder cada artefacto de tu mugrosa presencia? Pues aquí te va la respuesta, claro que no! Cada objeto sagrado fue escondido de ti en tus narices. Miles de veces pasaste cerca de ellos o mejor dicho tus sirvientes patéticos que no verían un dragón aunque estuviera lanzándoles fuego. Te prometo que antes de que te mate sabrás donde estaba cada uno.-Dicho esto, me lancé a él esta vez con la espada y la daga en mis manos.

-Iluso te mataré aquí mismo!-Exclamó Radriel lleno de ira.

Sus venas comenzaron a marcarse en sus brazos y cara, sus ojos negros se encendieron de un intenso rojo a su alrededor se precipitaba el viento, el fuego brotaba del suelo con gran furia, un rayo destruyo el techo de la sala y mas comenzaron a caer después de éste, en las manos de Radriel el mas intenso fuego negro se esparcía como humo por toda la habitación sin duda toda su ira estaba desatándose en ese momento.

Radriel lanzó una bola de fuego que me dio justo en mi brazo derecho y la espada de Owen voló lejos de mí, un viento recio arrebató de mis manos la pluma de Iliangelith y segundos después el ángel negro estaba frente a mí atravesando mi pecho con la lanza.

-Muere!-Exclamó Radriel victorioso.

Sangre comenzó a brotar de mi pecho a derramarse sobre el suelo gota a gota mojando la mano los pies salpicando el rostro de mi enemigo vertiéndose de mí como una fuente que se rompe y derrama su agua.

Todo había terminado para mí, moriría, había fallado.

Pero entonces una voz, una dulce voz en mi cabeza me hizo comprenderlo todo.

Mi espíritu ancestro, mi guardiana, mi Abby. 

-Solo la sangre pura de un Safith limpiará, la vida de alguien puro, quitará el mal de raíz.-Dijo Abby en mi cabeza.

-Pero que pasará ahora?-Le pregunté absorto.

-Mañana quizá nos volvamos a ver hoy rearas la maldad de este mundo.

El grito del ángel negro me hizo volver en si mi sangre comenzaba a quemarle, toda ella se derramaba sobre él yaciendo en el suelo, carcomido por el elixir que había bebido hecho con el néctar de la Maxassim.

Entonces le sonreí a mi enemigo.

-Siente el veneno de la rosa de Maxassim, como carcome tu maldito cuerpo y abandona este mundo.-Dije entre jadeos de dolor, la batalla terminó y yo vencí.

-Y de que valió si morirás?-Preguntó el ángel.

-Valió la pena porque liberé al mundo de escorias como tú.

Atraje la espada de Owen hacia mí y atravesé al Radriel con ella cayendo de rodillas a su lado.

En ese momento Amiel, Rafael, Jack, Dyna, Lucien y Zamaliel entraron corriendo al salón.

-Ilai.-Gritó el hada mientras se acercaban a mí.

-Demasiado tarde amigos.-Dije con una sonrisa.-Se perdieron la paliza que le di.

-Nunca dejarás de bromear.-Dijo Jack.

-Llegaron justo para decir adiós.-Dije entre lagrimas y jadeos.

-No digas tonterías muchacho.-Dijo Lucien.

-No lo son.-Respondí.-Este es el precio. Abby me lo dijo, ella es mi ancestro guardián ahora.

-Hablaste con Abby.-Dijo Amiel llorando.

-Si, ella esta bien y yo también lo estaré.-Le dije.-Gracias, a cada uno de ustedes, por su amistad, por su cuidado, por no rendirse, quizá solo quizá en otra vida estemos juntos de nuevo.

Dicho esto caí al suelo desvanecido....muriendo.

CON LOS  OJOS ABIERTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora