25: Yutopya

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—Sergio, ya estamos aquí—Dijo Uan.

Sergio se levantó de su asiento ergonómico. Se aproximó a la especie de "ventana temporal" y observó atentamente.

Lo primero que notó fue una arquitectura inusual que nunca antes había visto en la Tierra.

La curvatura de las construcciones, al igual que las inclinaciones de las mismas, parecían desafiar toda ley física conocida por el hombre.

Se percató también, de algo muy interesante, no había suelo, o al menos no de manera visible.

Todo daba la apariencia de encontrarse flotando en una densa neblina, la cuál tenía un aspecto ligeramente similar a las nubes que el conocía en su planeta, pero con una ligera diferencia, las tonalidades no se limitaban al blanco y gris, sino que ciertos destellos de color coral tenue, así como el color salmón, predominaban en la superficie y en el firmamento.

Una sensación de "atardecer perpetuó" sería la mejor manera de intentar hacerle justicia al extraordinario pigmento apreciable a la vista.

Los caminos eran una suerte de rieles y, algunos de ellos, tenían la capacidad de moverse y cambiar de posición para conectar diferentes puntos de construcción a la vez.

Descendieron, aterrizando la esfera en un pequeño cubo que hacía la función de pista de aterrizaje.

Una vez que la esfera se detuvo por completo, ambos bajaron del módulo.

Sergio se encontraba nervioso, expectante, anticipando un posible recibimiento, incluso ya había ensayado el saludo y la postura triunfal que adoptaría, pero, para su decepción, no había ningún comité, ni un solo "Yutopyano" —o como quiera que se llamen— impaciente por conocer al lejano visitante de la Tierra.

De manera discreta, y sin ceremonia alguna, ambos descendieron de manera casual, como si hubieran regresado de algún paseo rutinario.

—¿Qué? ¿Nadie salió a recibirme?—. Expresó Sergio en un tono de voz decepcionado al respecto.

—No, esos "rituales primitivos", que el único propósito que persiguen es el de crear una falsa ilusión de importancia, generando que el —tan dañino— ego se manifieste, se llevan a cabo en tu planeta solamente... Y... en otros ciento veintisiete planetas más... Pero no aquí, anda vamos—. Dijo Uan "matando" sus ilusiones y sin tomarle importancia a no ser recibidos con fanfarrias.

—¿A dónde vamos?—. Preguntó Sergio mientras seguía los pasos de Uan.

—Necesito mostrarte algo primero antes de comenzar con tu preparación.

—¿Comenzar? ¿Cómo? ¿Entonces no habíamos empezado ya?

—No, ¡que va!, ¿Qué te hizo pensar eso?—. Preguntó Uan en tono burlesco.

—Pues... Lo de la "Revelación" tu sabes.

—No, eso sólo fue una... Como decirlo... ¿introducción? Si, una especie de "plática de inducción" someramente hablando.

—¡Uta madre!—. Se dijo Sergio para sí —¿Y a donde vamos?—. Volvió a insistir.

—¿En serio? Acabas de preguntarlo, se paciente— Dijo Uan y no mencionó ninguna otra palabra más al respecto durante el trayecto.

Después de atravesar varios pasajes y avenidas, por fin, llegaron al lugar de destino.

Ante ellos, un edificio de aproximadamente dos o tres pisos de altura —Es díficil saberlo por la  forma que posee—  La arquitectura del mismo era poco convencional, de manera elíptica —si bien tenía una leve semejanza a la sede del banco comercial de Mauricio— en está construcción predominaba un "reto a los sentidos", visiblemente hablando.

La estructura del edificio tenía una inclinación de setenta y cinco grados y pendía sobre un par de soportes que no parecían dotarle de equilibrio en lo absoluto, y sin embargo, lo hacían.

Entraron al lugar, este lucía apacible y sereno. Se trataba de lo que podríamos interpretar como una "gran biblioteca" —por decirle de algún modo— dentro del edificio, se encontraban las "bitácoras de viaje" acumuladas durante miles de años por parte de otros guías que hicieron este mismo viaje, mucho antes que Uan.

Había incluso, un par de pasillos dedicados, única y exclusivamente, a todo lo concerniente al planeta Tierra.

La colección de información ahí almacenada, era tan increíble, tan reveladora, que hubiese "volado la mente" —en sentido figurado— de autores de la talla de Julio VerneJ.K. Rowling, o H.P. Lovecraft, solo por mencionar algunos; los relatos fantásticos y anécdotas increíbles con sumo detalle se apilaban por millar, sin duda, era algo que Sergio no podía perderse, una "parada obligada" como solemos decir en nuestro frágil y perecedero mundo terrestre.

Pero la visita de Sergio no se debía a ninguna de las razones mencionadas, ni mucho menos para revisar a detalle la bibliografía universal, no, en realidad estaban ahí ese día por otra cosa, y un solo propósito en particular: El Decálogo.

—¿Estás listo?— Preguntó Uan a Sergio y justo después abrió una pequeña puerta muy discreta, casi imperceptible a la vista humana, la cuál se perdía en la blancura de las paredes del recinto.

—¿Listo para que?— Preguntó el de manera inquieta.

—Para recibir tu primera instrucción —Respondió Uan.

—Si— Aseveró seguro de si mismo, aunque en realidad tenía muchos nervios ante la incertidumbre que le aguardaba.

Uan-Zher abrió la puerta, la cuál se accionó con un pase de sus manos y al presionar la pared en una secuencia en apariencia aleatoria.

Sergio ingresó primero, confiado en que Uan entraría justo detrás de el, pero, para su sorpresa, apenas cruzó el umbral y la puerta se cerró detrás suyo.

—¿Uan?— Preguntó Sergio de manera nerviosa.

Tome asiento— Dijo una voz automatizada, muy similar a las escuchadas con anterioridad, la voz resonó en toda la habitación.

Sergio volteó para ambos lados intentando descubrir donde se encontraba su interlocutor, después recordó que la voz sonaba casi idéntica a la que escuchó en el cubículo de descanso en la nave en Lylith-Uan, y entendió que se trataba de una voz autómata...

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26: Origen. ¿Y si el origen del hombre no es el que hemos creído hasta ahora?... ¿Que pensarías?... ¡Descubre todo esto junto a Sergio! ¡Hasta pronto! ¡Gracias por leer y ayudarme a crecer una lectura a la vez!

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